lunes, 1 de octubre de 2012

Conclusiones del texto de Seidler del grupo de Tertulia de la Universidad de La Habana

Conclusiones del grupo de Tertulia de la Universidad de La Habana sobre el texto de Seidler (2000): "La masculinidad"
en La sinrazón masculina. Masculinidad y teoría social,
PUEG-UNAM-Editorial Paidós Mexicana, S. A, México, D. F., (pp. 167-180).


Feminismo bajo sospecha

Por Jesús E. Muñoz Machín, estudiante de 5to año de Periodismo de la Universidad de la Habana, Foro de Masculinidades en Cuba. La Habana/21 de agosto de 2012. La Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (R.I.A.M.) no descansa. El martes 21 de agosto, la Editorial de la Mujer acogió la quinta Tertulia Interuniversitaria Internacional sobre Estudios de Masculinidades. Durante casi tres horas analizamos el texto "La masculinidad", décimo capítulo del libro

La sinrazón masculina. Masculinidad y teoría social, del filósofo Víctor J. Seidler.1

1 Véase Víctor J. Seidler (2000): "La masculinidad", en La sinrazón masculina. Masculinidad y teoría social, PUEG-UNAM-Editorial Paidós Mexicana, S. A, México, D. F., (pp. 167-180).

Como en cada encuentro, el Msc. Dayron Oliva Hernández, moderador de las tertulias, dio la bienvenida y seguidamente pidió a cada participante exponer algunas impresiones relativas a la obra, sobre todo a partir del plano emotivo que le produjeron los asuntos que se abordan.

Para Manuel Ampudia, estudiante de 5to Año de Historia de la Universidad de la Habana (U.H.), resultó interesante lo referido a las diferentes "formas de terapia que hacen posible que los hombres se reflexiones sobre su sexualidad y cambien" (Seidler, 2000:169). Según él, las tertulias son como una especie de terapias que le han servido –"cómo a otros del grupo", agregó- para cuestionarse aspectos de su propia vida. "Sin duda, sentimos cierta liberación", dijo. Asimismo, Ampudia introdujo el tema de la responsabilidad de los hombres en el estudio y la transformación de su realidad cotidiana.

Todos reconocimos que las primeras en cuestionar los comportamientos negativos de los
hombres fueron las feministas, sin embargo, convenimos en señalar que las reflexiones nuestras –desde los estudios de masculinidades- "no deben limitarse a cumplir con las demandas de las mujeres, con lo que ellas esperan de nosotros", agregó Ampudia.

El Msc. Dayron Oliva, acotó que Seidler relaciona esta problemática con el sistema de género tradicional, en el cual "los hombres delegamos las cuestiones íntimas en las mujeres", por supuesto, en este texto se habla de parejas heterosexuales, debido a que "está conceptualizado sobre la base de la filosofía occidental moderna, específicamente hace referencia a la cultura protestante anglosajona", resaltó.

Oliva ponderó que el texto ofrece estimables argumentos teórico-metodológicos para defender los estudios de masculinidades en el plano académico, a la vez que refuta la manera tradicional de "hacer ciencia", marcada por el positivismo. "La relación masculinidad-modernidad-teoría social es la que puede ofrecernos un asidero importante para nuestras investigaciones en el marco académico", señaló.

Por su parte, Wilfredo Pomares Ángel, estudiante de 5to año de Filosofía en la U.H., abordó la relación de la obra con los autores trabajados en las anteriores tertulias. "Michael Kaufman –decía- nos invita a acercarnos al feminismo, mientras que Seidler llama la atención sobre los peligros que pueden suceder si asumimos miméticamente sus propuestas. Por ejemplo, si nos adherimos a la perspectiva que percibe al hombre sin capacidad de cambiar, dejamos fuera del debate todo lo que nuestras experiencias particulares puedan aportar".

Todos coincidimos con Seidler en que la masculinidad no debe verse como mala de modo
per se. Lo negativo está dado en cómo determinadas manifestaciones han servido para detentar el poder y subordinar a otros hombres y a las mujeres a través de la historia. "Lo peligroso de ver la masculinidad como algo preconcebido, como lo no femenino o lo „siempre malo‟, radica en que imposibilita una relación armónica de los varones consigo mismos, con sus experiencias y con sus cuerpos, y por tanto impide el cambio", apuntó el moderador Oliva, haciendo referencia a algunos puntos críticos que refería Seidler (Seidler, 2000:173-174).
Mientras tanto, Yasiel Barbán Forte, estudiante de 5to año de Historia en la U.H, destacó

cuestiones relacionadas con las masculinidades transaccionales -heredadas de una generación a otra-. "Los patrones hegemónicos se heredan, pero a su vez sufren cambios, debido a que sobre el hijo actúan nuevas influencias", señaló.

Ante las dudas presentadas por Jesús Muñoz Machín, estudiante de 5to año de Periodismo, acerca de la legitimación o no de las masculinidades como teoría social, Oliva explicó que Seidler "no pretende insertar los estudios de masculinidades como parte de la teoría social, en tanto esta última, en su postura tradicional, a la vez que „objetiviza‟ sesga los elementos relativos a la subjetividad".

Luego, algunos participantes expusieron interpretaciones más "íntimas" del texto. El propio Muñoz habló del miedo de los hombres a hablar sobre sí mismos, y como tienden a
impersonalizar los relatos. Por su parte, Jesús Gómez Más, estudiante de 5to año de Historia, expresó cómo el texto le ofreció una visión más clara de la masculinidad, para no asumirla de manera negativa en todas sus manifestaciones. Confesó que le ayudó a advertir su potencial de cambio sobre la base de reconocer las tensiones, los temores y las contradicciones que padece en su experiencia de vida signada por la exigencia social alrededor de su presunta masculinidad.

Posteriormente el debate se desarrolló en torno a la idea de poner el feminismo "bajo sospecha". Coincidimos que de la misma forma que existen muchas masculinidades, hay muchos feminismos en el sentido de las políticas de género. Por tanto, objetamos ciertos tipos de feminismo que asumen tajantemente la masculinidad como una estructura siempre opresiva, o sea, que todos los hombres somos "violadores en potencia" (Seidler, 2000:167-168).

Derivamos nuevamente en lo concerniente a la responsabilidad de los hombres sobre sí mismos. "Seidler expone que los hombres deben propiciar el cambio sobre la base de sus propias experiencias y no bajo la imposición de agendas hechas por mujeres. Necesitamos agendas hechas por hombres, pero que incluyan las experiencias de las mujeres", puntualizó Oliva (Seidler, 2000:170-171).

El moderador comenzó el análisis específico de algunos párrafos con la lectura de fragmentos referidos a los modos de construcción de las identidades del hombre. Nos

acercamos fundamentalmente a la idea del "macho proveedor" y "cabeza de familia", que niega la importancia de la responsabilidad emocional, para los varones (incluso para el ejercicio de la paternidad) en la estructura doméstico-familiar. "Es una paradoja –cuestionaba Seidler- que los hombres aprendan a asumir responsabilidad por otros proveyendo en parte sustento económico antes de que aprendan a asumir la responsabilidad emocional de su vida familiar. La responsabilidad se suele concebir impersonalmente ya que así es como les resulta familiar a los hombres" (Seidler, 2000:170).

Entre todos expusimos ejemplos que reafirmaron cómo en ocasiones el hombre que pierde el trabajo cae en estados de depresión o violencia que pueden acarrear reacciones negativas como: distanciamiento de la familia, violencia contra su pareja -sobre todo mujeres-, conductas hegemónicas de diversa índole, e incluso, el suicidio.

Al retomar algunas líneas en las cuales Seidler critica la postura de las feministas radicales que proscriben cualquier posibilidad de cambio en los hombres, se generó uno de los momentos climáticos en la tertulia. Tal como lo planteó: "También podría significar reconocer los peligros de una reacción contra el feminismo que cuestiona la existencia misma de la masculinidad en vez de formas particulares dominantes de masculinidad" (Seidler, 2000:174).

En el sentido de lo erróneo de esa postura que asevera que la masculinidad misma tiene algo "inadecuada" o "defectuosa", como si solo los hombres son aceptables cuando abandonan su masculinidad, concordó el Dr. Julio César González Pagés, coordinador general de la R.I.A.M., quien insistió en que son las estructuras de poder masculinizadas y las formas hegemónicas de masculinidad, bajo la impronta patriarcal, las que intervienen y determinan.

Yasiel Barbán abordó cuestiones referidas a la construcción cultural de concepciones como: los hombres son "violadores en potencia" y "siempre tienen ganas", en alusión al sexo. Los presentes coincidimos en que los violadores "no nacen, se hacen" y que no siempre tenemos deseos sexuales; sin embargo, ante situaciones eventuales, nos vemos forzados a fingir tal deseo.

De la misma forma en que el "instinto animal" hacia el sexo se estereotipa lamentablemente

como algo inherente al varón, con un marcado sesgo biologicista, existen otras conductas que se nos exigen para cumplir a cabalidad con el "rol de machos". Por ejemplo, algo aparentemente inocente como el piropo, aludía Jesús Muñoz.

En este punto, surgieron varias preguntas polémicas: ¿Es el piropo un elemento para ratificar nuestra hombría? ¿Es el piropo una manera eufemística de encubrir el acoso? No hubo unanimidad en la aceptación de las respuestas. Para algunos todo piropo es acoso, para otros hay que diferenciar entre un tipo de piropo u otro, en fin, disímiles fueron los criterios. En opinión de Jesús Muñoz, este podría ser un tema para debatir en un foro. ¿Qué creen?

La tertulia reafirmó su dinámica, basada en la relación lectura-subjetividad, cuando Oliva retomó un fragmento dedicado a la búsqueda de formas para que los hombres lleguen "a conocerse y desarrollar una relación diferente con sus emociones, sentimientos y deseos sexuales" (Seidler, 2000: 169). Jesús Gómez reconoció la influencia de la presión social en las relaciones sexuales, pues todo el tiempo habría que comportarse como máquinas que deben funcionar perfectamente en la cama. Algo que ha sentido no solamente dentro de un grupo de varones, sino bajo el apremio de muchas mujeres, que se cuestionan su supuesta masculinidad si no llega a cumplir el "rol sexual activo y dispuesto" que se espera de él.

Se hizo hincapié en el tema de la eyaculación precoz. Algunos decidieron contar anécdotas personales que hablaron a las claras del sentir de los hombres cuando no cumplen con el
canon de virilidad que impone las formas hegemónicas de la masculinidad, en especial sobre este delicado tema para los varones jóvenes. En este contexto, salió a relucir el concepto homosociabilidad -los hombres necesitan la aprobación de otros hombres-, expuesto por Michael Kimmel en su texto Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la identidad masculina2. A menudo en la búsqueda de esa aprobación surgen contradicciones entre lo que deberíamos ser, por mandato o exigencia social, y nuestras propias experiencias.

2 Véase Michael Kimmel (1997): "Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la identidad masculina", en, Teresa Valdés y José Olavarría (eds.): Masculinidades/es, poder y crisis, Isis Internacional/Flacso/Ediciones de la Mujeres No. 24, Santiago de Chile, (pp. 49-62).

Las "desconexiones" -dice Seidler- se manifiestan también "entre las formas de masculinidad heredadas [las tradiciones modernistas de la teoría social, la modernidad, etc.] y las relaciones con sus emociones, sentimientos y deseos", "en que los hombres nunca pueden dar por sentada su masculinidad, la cual siempre tiene que probarse o defenderse" y "la tensión entre la experiencia que los hombres tienen de sí mismos y la manera como se supone que deben estar en la cultura dominante" (Seidler, 2000: 169, 176 y 177).

Jesús Muñoz puso de ejemplo cómo al buscar las similitudes y diferencias con respecto a su padre y sus abuelos, logró identificar qué características de ellos no quería poseer. "Pero jamás pensé en buscar dentro de mí, explorar mis experiencias para intentar el cambio. Traté de recurrir solo a la voluntad y la determinación", confesó. Wilfredo Pomares agregó que "definitivamente seguimos pensando en la separación cuerpo-mente, razón-emoción -lo que Seidler llama
dualidad modernista (Seidler, 2000: 169)-, y a la vez que los diferenciamos hacemos un proceso de jerarquización".

La separación razón-emoción y las formas heredadas y dominantes de la masculinidad provocan también que estemos desprovistos de un lenguaje emocional que nos permita identificar y articular nuestra experiencia. "Por ello no hablamos de temas emotivos e intelectualizamos constantemente", recalcó Oliva en alusión a una idea profundizada por Seidler cuando planteó la relación entre el hombre, el poder y la teoría social: "Esto ha construido tradicionalmente una delimitación tajante entre cualidades „masculinas‟ y „femeninas‟ que significaba que el hombre tenía que ser impersonal, sostén económico que se dedica a su carrera para brindar apoyo a su esposa y a su familia, „un hombro‟ con el que otros pueden contar" (Seidler, 2000: 176).

El epígrafe anterior que Seidler dedicó a la relación de los hombres con el feminismo –"Los hombres, la experiencia y el feminismo"- siguió suscitando interesantes comentarios. Fue una invitación a preguntarnos qué buscamos cuando hacemos trabajo feminista. Hubo interrogantes sumamente atrevidas como: ¿eres feminista para ligar mejor o para que te vean mejor en la sociedad, a partir la asimilación de un discurso más abierto? Este es un tema complejo, porque conlleva un ejercicio de honestidad intelectual muy grande. No se trata solo de decir qué defiendes, sino por qué lo haces.

Esto llevó a un terreno donde Julio César González Pagés disertó sobre los orígenes de los estudios de masculinidades y algunos de sus rumbos actuales. "Una buena parte de los estudios de masculinidades provienen de los
Women’s Studies y regularmente fueron las feministas quienes iniciaron este tipo de trabajo. Se habla de tres etapas de dichos estudios. Estas tertulias, por ejemplo, se realizan con textos de la primera etapa, donde hay un vínculo directo con el feminismo, pero en la cual ya se aprecian ciertas discrepancias", señaló.

Asimismo, González Pagés invitó a asumir los antagonismos como parte del crecimiento, tanto del feminismo, como de las masculinidades, y no como enemistad. "Lo importante -aclaró el también profesor de la U.H.- es ver como diferentes agendas contribuyen al logro de la equidad. Y en eso Seidler fue un predecesor", concluyó.

En otro punto de la tertulia, se tocó la crítica de Seidler a la postura del constructivismo social, puesto que en ocasiones obvia la subjetividad de los individuos. Señala el error que se comete al asumir que todas las características de los hombres provienen de agentes externos a él. Esto conllevó a una reflexión grupal en la cual coincidimos en que todo método o escuela de pensamiento debe ser sometido a una crítica por parte del investigador. Asimismo reconocimos que la utilización de varios métodos de investigación, así como el empleo de elementos de distintas escuelas de pensamiento, puede ser una alternativa factible para alcanzar mejores resultados investigativos.

La quinta tertulia cumplió su objetivo. A groso modo Seidler nos propone no aceptar la idea de que existe un modelo preconcebido de masculinidad, para poder explorar con menos temor nuestras experiencias positivas y negativas, para luego intentar el cambio; nos ofrece argumentos apreciables que justifican teórica y metodológicamente nuestros proyectos de tesis; nos invita a poner el feminismo y nuestro trabajo feminista "bajo sospecha" y sobre todo, nos deja el agradable sabor de las dudas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario