lunes, 1 de octubre de 2012

Conclusiones del texto de Kaufman del grupo de Tertulia de la Universidad de La Habana

Conclusiones de grupo de tertulia de la Universidad de La Habana sobre el texto de Michael Kaufman (1997): "Los hombres, el feminismo y las experiencias contradictorias del poder"
en Masculinidad/es. Poder y crisis,
Eds.: Teresa Valdés y José Olavarría, Isis Internacional, Santiago de Chile, (pp. 63-81.).


El Club de las Lloronas, vulnerabilidades y poderes.

Por: Wilfredo Pomares Ángel, estudiante de 5to año de Filosofía, Universidad de la Habana (U.H.). Foro Masculinidades en Cuba

La Habana/7 de agosto de 2012. "Los hombres, el feminismo y las experiencias contradictorias del poder"

1 fuel el texto que nos sirvió de diapasón y termómetro, marcando tempo y tono de la tertulia dialógica sobre estudios de masculinidades que sesionó el pasado martes 7 de Agosto en la Editorial de la Mujer. El texto fue escrito por Michael Kaufman, investigador canadiense y uno de los pioneros en éste campo de estudio. Fue profesor de la Universidad de York en Toronto, y actualmente su compromiso con el activismo lo mantiene de escritor, conferencista y líder de talleres grupales.

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Véase Michael Kaufman (1997): "Los hombres, el feminismo y las experiencias contradictorias del poder", en Masculinidad/es. Poder y crisis, Eds.: Teresa Valdés y José Olavarría, Isis Internacional, Santiago de Chile, (pp. 63-81.).

Dayron Oliva Hernández, nuestro ya habitual moderador advertía esta relación con el activismo desde los prolegómenos, una clave para entender su propuesta y una de las razones para su estilo de pluma: sencillo y abundante en explicaciones. Al decir de Jesús Machín, estudiante de 5to año de Comunicación Social en la U.H., se trata de la estrategia discursiva que adopta con intenciones de sumar, por eso es que va señalando claros motivos para que los hombres se acerquen al feminismo.

Una de las proposiciones del texto es entender la alienación como un fenómeno que también habita en las relaciones cotidianas de género, como un proceso auto-inducido, intento de supresión de necesidades emocionales a través de lo que llamamos homosociabilidad:

i.e., la demostración de los parámetros predominantes de masculinidad. "Como sabemos, el poder social de los hombres es la fuente de su poder

y privilegios individuales, pero como veremos, también es la fuente de su experiencia individual de dolor y alienación."(Kaufman, 1997: 64).

Jesús Gómez Más, estudiante de 5to año de Historia en la U.H., hacía un comentario al respecto que nos involucraba a todos. Resulta que el trabajo en la RIAM, y la feliz coincidencia de ser amigos en lo personal, nos han permitido algunas experiencias íntimas como compartir un llanto, pero muchas veces no nos atreveríamos ni a comentarlo por el miedo a que nos etiqueten como "El Club de las Lloronas". El comentario, obviamente sarcástico, visibilizaba nuestras relaciones conflictuales a la hora de mostrar lo que socialmente está normado como una vulnerabilidad y supone una disminución de nuestra masculinidad.

Reconocimos, como motivo del texto, interconectar lo social y lo individual a la vez que se articula una crítica tanto a las visiones que sobre la masculinidad tenían el movimiento mito-poético y el movimiento pro-feminista. Se trata, dice Enmanuel George López, estudiante de 5to año de Historia en la U.H., de tomar esos mecanismos de dominación masculinas identificadas por el feminismo, y profundizar en su funcionamiento y sobre cómo afecta tanto a mujeres como a hombres.

La propuesta metodológica del texto consiste en entender cómo los papeles centrales que juegan el dolor y el poder en la formación de la identidad masculina; comprender las relaciones de género como un tipo específico de relaciones de poder es parte de esta propuesta. "Existe en la vida de los hombres una extraña combinación de poder y privilegios, dolor y carencia de poder. Por el hecho de ser hombres, gozan de poder social y de muchos privilegios (…), pero la manera como hemos armado ese mundo de poder causa dolor, aislamiento y alienación tanto a las mujeres como a los hombres" (Kaufman, 1997: 63).

Las inquietudes que nos asaltaron teóricamente nos hicieron preguntar por el poder, y provienen de la explicación del propio texto. Si bien Kaufman menciona dos concepciones modelos para abordar el poder, una de ellas relacionada con la capacidad "de utilizar el entendimiento racional, el juicio moral, la creatividad y las relaciones emocionales" puesto que "tenemos el poder de satisfacer nuestras necesidades, de luchar contra las injusticias y la opresión, el poder de los músculos y el cerebro, y de amar" (Kaufman, 1997:67); es la otra concepción del poder, relacionada con el control,

las desigualdades y las jerarquías, en la que halla asidero la teoría de género (incluso en éste texto), cuando hablamos de relaciones de poder.

Otras dudas relacionadas con posibles problemas de traducción nos ocuparon un tiempo. Dayron comentó las razones de uso por las cuales sería incorrecto traducir literalmente

gender work como trabajo de género, tal vez lo más correcto sería referirse a las relaciones de género en un sistema específico o a las construcciones sociales de género según el caso, por eso la decisión de l@s editor@s en mantener el título de acápite sin traducción. También entendemos que cuando leemos que "las experiencias de poder entre lo hombres se dan en el campo de género" (Kaufman, 1997:66) tal vez debamos comprender que las experiencias de género entre los hombres se dan en el campo del poder, para hacerle justicia al texto y no contradecir su significado general. Jesús Machín, por su parte, acotaba que nadie que nadie que conozca un poco de psicoanálisis usaría en una oración la palabra emociones como complemento directo del verbo eliminar2, cosa que se contradice con otras oraciones y párrafos del texto. En fin, todos especulamos un poco entre la versión en español y la original en inglés que no tenemos.

2 Ver página 70 de la obra citada, se trata del primer párrafo del acápite titulado "El Precio".


Ernesto Mora, estudiante de segundo año de Historia en la U.H., reflexionó sobre las formas en que interiorizamos los mecanismos de poder a través de la imitación de un patrón hegemónico de paternidad ideal. "Aunque no ocurra siempre –nos decía- ¿Se imaginan imitar a una persona que suele transmitir tan poco afecto?" Es que resulta imposible cumplir a cabalidad con esas normas conductuales e intentar hacerlo implica una autoalienación. Porque intentar cumplir con los modelos hegemónicos de masculinidad muchas veces implica sacrificio y dolor por reprimir nuestros sentimientos y emociones, indicó.

"Actualmente las recompensas de la masculinidad hegemónica son insuficientes para compensar el dolor que provoca en las vidas de muchos hombres (…) que experimentan, en diferente medida, dolor por tratar de seguir y asumir los imposibles patrones de virilidad, lo cual sobrepasa las recompensas que normalmente reciben" (Kaufman, 1997:81). Se trata de una de las formas de la tríada de la violencia masculina (violencia contra otros hombres, contra las mujeres y contra sí mismos): violencia de los hombres contra sí mismos. Definitivamente no sólo lo imaginábamos, algunos lo

vivimos; tal vez la presión social o familiar para seguir cumpliendo cierto modelo influyó, o la falta de un modelo alternativo que no fuera tachado o marginado a través de suposiciones homofóbicas.

Ernesto sigue comentándonos: un tío viene y te dice "cuando yo tenía tu edad estaba con tantas…" y te preguntas, yo tengo una sola pareja… ¿estaré bien? De alguna forma se las arreglan para producirnos dudas y nos sentimos todo el tiempo bajo sospechas.

El proceso de construcción de la masculinidad es conflictivo, lo que en cierta medida facilita el estudio metodológicamente, es mucho más fácil identificar lo que se entiende popularmente como "normal" cuando conocemos los conflictos sobre el tema. Kaufman da cuentas de esto (1997:66).

Asumir una propuesta alternativa de visión del mundo es una tarea difícil pues implica cambiar nuestras formas de pensar la realidad. Así, la relación masculinidad-- dominación puede quedar velada en el campo desiderativo, y yo podría decir que para sentirme bien conmigo mismo, como hombre, no hay nada como dominar el entorno. Es que no es sencillo dejar de entender las relaciones de poder como dominación y comenzar a pensarlo como capacidad, por ejemplo, de dar amor; coincidíamos todos en la tertulia.

Al respecto, recordábamos una idea de Kaufman con muchas interrogantes: "El movimiento profeminista se origina en el reconocimiento por parte de los hombres del poder y los privilegios que disfrutan en una sociedad dominada por ellos. Aunque pienso que éste debe ser nuestro punto de partida, en realidad no es sino un comienzo, ya que existen muchas preguntas desafiantes: ¿Cómo podemos animar a los hombres a entender que apoyar el feminismo significa algo más que apoyar cambios institucionales y legales; que también significa cambios en sus vidas personales? ¿Cómo podemos lograr un apoyo masivo y activo a favor del feminismo entre los hombres? ¿Cómo podemos unir las luchas contra la homofobia y contra el sexismo y cómo hacer entender en la práctica que la homofobia es uno de los factores principales que promueven la misoginia y el sexismo entre los hombres?"(Kaufman, 1997: 79).

Lo cierto es que los modelos hegemónicos están signados por su competencia para ejercer la dominación, de este modo el lugar social de los variables modelos de masculinidad dependen de cómo el status de clase, raza, o etc. permite asumir modos y

herramientas (económicas, de relaciones, de músculos) para ejercer poder en este sentido; precisaba el Dr. Julio César González Pagés, coordinador general de la RIAM. Y así se ocupan diferentes posiciones en el sistema de opresión. "Mientras que para la mayoría de los hombres es simplemente imposible cumplir los requisitos de los ideales dominantes de la masculinidad, éstos mantienen una poderosa y a menudo inconsciente presencia en nuestras vidas. Tienen poder porque describen y encarnan verdaderas relaciones de poder entre hombres y mujeres, y de los hombres entre sí: el patriarcado existe no sólo como un sistema de poder de los hombres sobre las mujeres, sino de jerarquías de poder entre distintos grupos de hombres y también entre masculinidades" (Kaufman, 1997: 66-67), refería el citado autor y sobre lo que ahondaba el Lic. Yonnier Angulo de la RIAM.

Pero nuestros problemas con asumirnos feministas pasa no sólo por el rechazo desde la masculinidad hegemónica practicada por mujeres y hombres, sino también por el rechazo de los feminismos radicales que niegan la posibilidad de diálogo con los hombres, porque sencillamente el tema central es el derecho de las mujeres y lo demás puede quedar al margen; fue objeto del debate para Enmanuel George, Osmel Cardoso (estudiante de 5to año de Historia en la U.H.), Manuel Ampudia (estudiante de 5to año de Historia en la U.H.), Yasiel Barbán (estudiante de 5to año de Historia en la U.H.) y Jesús Gómez (estudiante de 5to año de Historia en la U.H.).

Sin embargo, los estudios de masculinidad permiten otro acercamiento al feminismo en un sentido plural porque la falta de equidad también nos afecta a nosotros; apuntaba Julio César González Pagés. Es que el activismo nos mantiene cerca del desarrollo social del tema que tratamos sin correr los peligros de un academicismo en grado superlativo que suele ser enajenante, distinguió.

Debemos estar al tanto de que aunque tenemos y gozamos de los privilegios que el sistema sexo género nos otorga, esos privilegios están viciados muchas veces de dolor y de carencias de poder. Así el placer de cuidar a otras personas nos está negado por las rígidas exigencias sociales a nuestra masculinidad, apuntó Yonnier Angulo.

Yasiel señaló que programáticamente para nuestro feminismo es esencial buscar la equidad entre hombres a la vez que una equidad entre mujeres y hombres. Porque el feminismo nos ha quitado las anteojeras, y el conocer dolor ajeno nos ayuda a asumir el nuestro. Recordemos que no todos somos hegemónicos, y que no se trata sólo del

diálogo y la defensa de los derechos de las mujeres; también se trata de armar nuestra propia agenda, explicó.

Por otro lado, Manuel Ampudia nos remitía al texto para señalar cómo podemos tener compinches, amigotes, pandillas, y ostentar de una reducida empatía como norma masculina, como para envidiar esa intimidad de la amistad femenina.

Resulta que el sarcasmo de Jesús Gómez sobre el Club de las Lloronas, nos deja en mejores condiciones de las que esperábamos. Ese club viene a ser nuestra especie de arca, donde podemos ser acreedores de un verdadero poder en el sentido que nos propone Kaufman. Si poder expresar sin temor cariño a mis amistades, se puede gozar de intimidad para compartir dudas, anhelos y frustraciones sin temor al rechazo, y sentir que siempre se puede ser mejor mientras comparta con personas tan auténticas, ¿qué importan lo estigmas del epíteto? Bienvenido sea el Club de las Lloronas.

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