martes, 11 de diciembre de 2012

Conclusiones del Grupo de Tertulia de la Universidad de Extremadura sobre el texto de M. Kaufman


Conclusiones Tertulia Masculinidades – Universidad de Extremadura

Texto: Los hombres, el feminismo y las experiencias contradictorias del poder entre los hombres  de Michael Kaufman.

Participantes:
Javier Rosado (doctorando)
Iván Gudiño (4º educación primaria)
Lore Lloidi (3º educación primaria)
Antonia González (5º antropología social y cultural)
Diego Allen-Perkins (doctorando)
Borja Rivero (doctorando)

En primer lugar, tal y como se señala al final del tercer párrafo de la página 1, el tema central del artículo aborda el propio sufrimiento que causa sobre los hombres su poder social frente a las mujeres; y, posteriormente, la posibilidad de aprovechar este hecho en la búsqueda de un cambio en el tratamiento de las cuestiones de género.

Afrontar esta lectura nos ha resultado agradable, porque nos acerca a una nueva perspectiva y es de fácil comprensión, por el carácter explicativo del autor. Son varios los puntos que nos han llamado la atención a lo largo de este artículo. En primer lugar, las dos fuentes del poder social de los hombres. En segundo lugar, el impulso que pretende el autor crear en los hombres a favor del pro feminismo y en contra de la hegemonía masculina. Y por último, cómo describe el autor el dolor de un hombre y las reacciones que estos tienes hacia blancos socialmente aceptables.

En esta primera parte del artículo se realiza un análisis crítico acerca del término “poder”, de cómo el poder no es tan solo una forma de opresión sino también un “poder desarrollarte”: “el poder social de los hombres sea la fuente de su poder y privilegios individuales, pero (…) también sea la fuente de su experiencia individual de dolor y alineación “.  Dice así, que es esta extraña combinación de poder y dolor lo que le da hombre el poder social y que a su vez, esto no solamente implica tener un costo para las mujeres, sino que también para los propios hombres.

La cuestión de las experiencias contradictorias del poder en los hombres resulta conflictiva para el autor, centrándose en el sistema patriarcal de poder de los hombres sobre las mujeres y de las diferentes jerarquías existentes entre las diferentes masculinidades. El autor señala que dicho patriarcado se materializa sobre instituciones y estructuras sociales concretas, reafirmadas a través de la propia interiorización del poder masculino, fruto de factores de enculturación e interacción entre dichas instituciones. Se pusieron varios ejemplos, entre el que destacó el hecho de realizar las tertulias en las que nos encontramos en una institución tan sumamente patriarcal y jerárquica, tal y como es la universidad.

Partiendo de esta base, resultan interesantes las propuestas hacia una actitud pro-femisnista dentro de los hombres y en contra de la hegemonía masculina, pues es este el camino que nos conduce hacia una igualdad real, donde seguramente no sean necesarias herramientas como las acciones positivas para corregir las situaciones patentes de desigualdad.

Sin embargo, existe un duro trabajo, que se detalla en la parte en la que el autor hace referencia al "trabajo de género".  Surge aquí una cuestión, ¿cómo cambiar las “formas de interacción permanente con las estructuras del mundo que nos rodea y el significado social atribuido a los sexos”?.

También surge la cuestión de si, al tratarse de un texto relativamente antiguo, en los últimos años quizás pueda haber existido un cambio en nuestra realidad más cercana debido al "estado de bienestar" que este texto no refleje. Existe, creemos, una disminución de hombres que han tenido que abandonar esos roles ligados a las mujeres por no tener que utilizar el poder para vivir. Sin embargo, a pesar de estos, sigue existiendo una clara hegemonía masculina basada en el poder como forma de coacción e imposición. Debemos destacar de forma positiva como se está mejorando con el tiempo, derecho a voto, derecho a la escuela, más tarde igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades.

Cuando el autor se refiere a las interacciones entre instituciones y estructuras aborda la cuestión de evitar los análisis reduccionistas binarios, tratando de perfilar cuáles han sido o deben ser las estrategias a seguir en favor de la cuestión de género. En este punto se produce un debate en torno a dichas estrategias, tratando de hacer mención a las puramente legalistas, otras que surgieran al margen de instituciones políticas o formas combinadas de ambas. Se volvió al punto de la necesidad de hacer una lucha integral en la que se atacase la cuestión del patriarcado de forma radical: si las propias instituciones legales y políticas que toman decisiones en torno al género son esencialmente patriarcales, difícilmente estas actuarán en favor de su eliminación. Se trató la cuestión de apostar por la vía política de forma combinada con las que se practican dentro de movimientos sociales y grupos de activismo, señalando que -se puso como ejemplo el de los matrimonios entre personas del mismo sexo- los cambios políticos en la materia suelen producirse una vez que la sociedad se encuentra concienciada y ha aceptado una determinada cuestión.

El dolor de un hombre puede estar profundamente enterrado, ser apenas un susurro en su corazón o brotar por todos sus poros. Así mismo, puede ser evanescente rastro de algo que ocurrió o de actitudes… Como quiera que sea, el dolor inspira temor porque significa no ser hombre, lo cual quiere decir, en una sociedad que confunde el sexo con el género, no ser macho. Esto significa perder el poder y ver desmoronarse los elementos básicos de nuestra personalidad. Este temor tiene que ser reprimido porque es, en sí mismo, inconsistente con la masculinidad dominante.

Estas propias contradicciones fruto de la interacción son las que también, y de forma paradójica, causan dolor a los hombres, lo que propicia que deban mostrar una máscara emocional que les aisle de la crítica que pudiera venir desde los propios hombres: aislamiento que evita que se cuestione el patriarcado ya referido. Se comentó la figura del macho frente al afeminado, y diversos clichés como que los hombres no lloran y no deben mostrar debilidad alguna frente a otros hombres si no quieren ser rechazados ni dentro de su grupo ni con su pareja.

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