viernes, 11 de enero de 2013

Conclusiones del Texto de M. Kimmel de grupo de tertulia de la Universidad de Extremadura


Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la identidad masculina

Michael S. Kimmel

 

Participantes:

Javier Rosado (doctorando)

Iván Gudiño (grado en educación primaria)

Lore Lloidi (grado en educación primaria)

Antonia González (licenciatura antropología social y cultural)

Diego Allen-Perkins (doctorando)

Borja Rivero (doctorando)

 

La aportación que hace el autor acerca de la masculinidad como constructo cultural ha empezado el debate. Como tal, apela a la serie de transformaciones que ha ido sufriendo el término según ha ido modificándose la sociedad y el proceso de enculturación en el que el sujeto se encuentra inmerso dentro de ella; y,  por lo tanto, a la visión positiva de búsqueda de nuevas formas de entender la masculinidad, siendo ellas motor de cambio social.

El autor trata de definir términos específicos que tratará más adelante como son la masculinidad y la virilidad. Considera, el autor, que estos conceptos tienen “significados cambiantes, que construimos a través de nuestras relaciones”, así mismo que son “histórica,…, construida socialmente,…, creada en la cultura”. En este sentido, llama la atención que el autor utilice como sinónimos ambos conceptos. Ignoramos si el autor ha optado por dar una segunda intención a este hecho, pero es algo que nos da pie a reflexionar al respecto y abrir un debate. Por una parte, se entiende que la virilidad es la capacidad de un hombre de actuar sexualmente como tal, y la masculinidad, como construcción cultural de género que designa el rol de los varones en la sociedad, y así se entiende como un conjunto de características asociadas al rol tradicional del hombre (fuerza, valentía, virilidad,…). Y en consecuencia, queda una pregunta al aire, ¿es intención del autor, definir indirectamente el concepto masculinidad como la capacidad del hombre de actuar sexualmente? Es decir, al hombre lo único que le mueve y le hace ser masculino es el plano sexual.

Se resalta la definición de virilidad del psicólogo Robert Brannon (1976): “¡nada con asuntos de mujeres!, ¡sea el timón principal!, ¡sea fuerte como un roble!, y ¡mándelos al infierno!” .  Para algunas personas es impactante y bochornoso leer estos cuantos puntos, y comentan cómo en el punto 3 dice “que deben tener las emociones bajo control”. Es como si quisieran decir, “mantengan ustedes todos los sentimientos para ustedes mismos, vayan guardando uno por uno todo aquello que le remueva, demuestre que lo tiene todo bajo control, y cuando, tenga dentro todo aquello que no ha debido exteriorizar y no pueda contenerlo, explote, y expréselo con agresividad, porque usted, por ser hombre, tiene derecho, obligación de hacerlo”. Vergonzoso, pero desgraciadamente sigue sobreviviendo esta mentalidad en la sociedad actual.

Se realiza una fuerte crítica a la explicación freudiana en la que se apoya el texto, pues se cree no  aporta un carácter explicativo de las masculinidades, más allá (y con ciertas limitaciones) de la familia al uso descrita anteriormente. Para algunas personas participantes no queda claro si se apoya o no estas ideas de Freud. El texto de Kaufman leído previamente clarifica de forma mucho más eficiente lo que Kimmel quiere plantear sin necesidad a recurrir a los que no son más que planteamientos de dudoso carácter científico. Por otro lado, también hay participantes a quiénes les resulta interesante el texto porque expone cómo la masculinidad se constituye en oposición a la feminidad; el niño refuerza su identidad rompiendo la dependencia con la madre y el enamoramiento producto del complejo de Edipo identificándose con el padre. El padre es el primer hombre ante el que el niño deberá probar su hombría. En lo sucesivo, cualquier encuentro con otros hombres se volverá competencia y demostración de masculinidad. Aunque sí cabe destacar, parece mostrarse contradictorio ante la explicación expuesta, mostrando sus dudas acerca de teoría freudiana.

Otra de las debilidades del texto está unida al desarrollo de una teoría tan androcéntrica y falocéntrica como la freudiana: la explicación sobre la génesis de la homofobia sólo tiene dos actores principales: el padre y el hijo. El papel de la madre, y por extensión el de la mujer, es concebido, tal y como dicta el patriarcado, como un rol pasivo, de mera espectadora, una mera referencia de la que el niño ha de huir y a la que ha de oponerse. Este determinismo, parece que todos los niños tengan que pasar necesariamente por este proceso, contribuye en mi opinión a naturalizar las causas y consecuencias del patriarcado.

Por último, Kimmel realiza una radiografía de los distintos parias estadounidenses, en cuanto a masculinidad se refiere, a partir del siglo diecinueve. Vendría a señalar las contradicciones existentes entre las calificaciones binarias del ellos frente al nosotros, reafirmando lo ya expuesto de masculinidad como creación cultural.

Tomar el modelo de masculinidad hegemónica como reflejo de la sociedad estadounidense limita enormemente el alcance del artículo. No se cree que la pretensión del autor sea la de lanzar teorías que tengan un carácter explicativo totalizador acerca de la masculinidad, pero si se considera que debería haber hecho un mayor hincapié en dejar claro que si la masculinidad es fruto de la cultura, únicamente se referirá a la estadounidense. Y, junto con lo anterior, de una parte muy concreta de las familias estadounidenses, es decir, de la familia nuclear. La base sobre la que sustenta el artículo queda excesivamente encorsetada en una especie de familia al uso que convive actualmente con muchas otras dentro de la propia sociedad sobre la que escribe.

En definitiva, la principal aportación que nos ha ofrecido el texto es el ya señalado de masculinidad como posibilidad de cambio del concepto de masculinidad hegemónica (ya destacado por Kaufman) pero más parecido a una enumeración de lugares comunes sobre masculinidad para cualquier persona que haya visto alguna película de rudos agentes de policía neoyorkinos o del american way of life, sin ningún tipo de carácter explicativo que pudiera ser aplicado a más estratos de la propia sociedad norteamericana.

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