miércoles, 20 de febrero de 2013

Conclusiones del Grupo de Tertulia de la Universidad de Buenos Aires sobre el texto de Connell

Conclusiones del Grupo de Tertulia de la Universidad de La Habana sobre el texto de R. W. Connell (1997):
"La Organización Social de la Masculinidad"

en Masculinidad/es. Poder y crisis, Eds.: Teresa Valdés y José Olavarría, Isis Internacional, Santiago de Chile, (pp. 31-48.).

Presenta Luciano Fabbri.


En este primer párrafo, lo que va a plantear Connel es que “no podemos ver a la masculinidad como objeto aislado, sino como un aspecto de una estructura mayor”, por lo que va a proponer como tarea de este artículo el “establecer un marco basado en el análisis contemporáneo de las relaciones de género”. Va hablar de la masculinidad como un concepto relacional, en el marco de una cultura moderna europeo americana dónde “la masculinidad existe sólo en contraste con la feminidad” (p2, 1er párrafo). O sea, situar el concepto de masculinidad en el marco de determinada cultura y determinado período histórico.

Va a mencionar 4 enfoques, revisando cuáles fueron las estrategias que se usaron para analizar el tipo de persona que se considera masculina; enfoques frente a los cuales va a asumir una posición crítica, de discusión.

Estos enfoques son: 1) esencialista -donde muy esquemáticamente puse entre paréntesis alguna idea al respecto- (un rasgo define el núcleo de lo masculino); 2) positivista (lo que los hombres realmente son); 3) normativo (la masculinidad es lo que los hombres debieran ser) y 4) semiótico (definen la masculinidad mediante un sistema de diferencia simbólica en que se contrastan los lugares masculino y femenino) (pp. 2 a 5)

Esto vendría ser, más o menos, la introducción al artículo.

“En lugar de intentar definir la masculinidad como un objeto (un carácter de tipo natural, una conducta promedio, una norma), necesitamos centrarnos en los procesos y relaciones por medio de los cuales los hombres y mujeres llevan vidas imbuidas en el género. La masculinidad, si se puede definir brevemente, es al mismo tiempo la posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales los hombres y mujeres se comprometen con esa posición de género, y los efectos de estas prácticas en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura” (p.6)

Éste es otro de los apartados del texto, que se llama El género como una estructura de práctica social (pp. de 6 a 11).

En un principio, va a distinguir 3 planos de la configuración genérica de la práctica social: 1) individual; 2) el discurso, la ideología y la cultura; 3) instituciones como el Estado, el trabajo, la escuela (p. 7).

Acá, una de las cuestiones que me pareció más importante, -pero justamente la idea no es desarrollarla yo sino poder intercambiarnos después- es el modelo de estructura de género, que va a analizar en tres dimensiones que diferencien relaciones de poder, producción y cathexis (vínculo emocional que después va a comentar comos sexualidad) (pp. 8 y 9). También va a plantear la posibilidad de no pensar el género solamente en sí mismo, sino que en intersección con la raza y la clase social (p. 10). Esto es algo que después vamos a ver muy extendido en los últimos años en los estudios sobre género.

Connel plantea aquí la idea de intersección, que es una idea que después se desarrolló mucho más de forma contemporánea, en los estudios de feminismo postcolonial, pero podemos ver como ya en el 1995 ella estaba haciendo este planteo.

En otro de los apartados se generan algunas discusiones que después van a tener mucho efecto sobre los estudios de la masculinidad posteriores. Tiene que ver con pensar las relaciones entre masculinidades, y acá aparecen cuatro categorías: hegemonía, subordinación, complicidad y marginación (pp. 11 a 16). Este concepto de masculinidad hegemónica que aparece todo el tiempo en los estudios de masculinidades y que acuñó Connel: “La masculinidad hegemónica no es un tipo de carácter fijo, el mismo siempre y en todas partes. Es, más bien, la masculinidad que ocupa la posición hegemónica en un modelo dado de relaciones de género, una posición siempre disputable” (3er párrafo p. 11).

Acá va a diferenciar cuatro patrones de masculinidad imperantes actualmente en Occidente:

      Hegemonía: “La masculinidad hegemónica se puede definir como la configuración de práctica genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza (o se toma para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres” (p12, 1er párrafo).

Después va a hacer referencia, y sería interesante retomarlo, de cómo recupera el concepto de hegemonía de Gramsci, que muchas veces vamos a ver en otros estudios que se habla de masculinidad hegemónica, pero sin recuperar el carácter dinámico de la hegemonía que Gramsci originariamente construyó y que Connel intenta retomar.

      Subordinación: “Dentro de ese contexto general hay relaciones de género específicas de dominación y subordinación entre grupos de hombres.” (p 13, 1er párrafo).

Va a ejemplificarlo a través del caso de los “hombres homosexuales”, pero no únicamente, también va a hacer referencia a las pertenencias de raza y clase; pero en la parte donde desarrolla subordinación va a hacer énfasis en las relaciones de subordinación entre hombres heterosexuales y hombres homosexuales.

      Complicidad: “relación de complicidad con el proyecto hegemónico. Las masculinidades construidas en formas que permiten realizar el dividendo patriarcal, sin las tensiones o riesgos de ser la primera línea del patriarcado, son cómplices en este sentido”. (p14, 3er párrafo).

O sea, no son las masculinidades hegemónicas, pero aún así reciben parte de eso dividendo patriarcal. Lo que ella va a plantear es que son muy pocos los hombres de carne y hueso que cumplen con ese modelo de masculinidad hegemónica. La mayoría se van a encontrar en la situación de sacar un provecho del ser hombres respecto a las mujeres u otras identidades subordinadas, pero sin necesariamente poder cumplir con el modelo hegemónico.

      Marginación: “Aunque el término "marginación" no es el ideal, no puedo utilizar uno mejor para referirme a las relaciones entre las masculinidades en las clases dominante y subordinada o en los grupos étnicos. La marginación es siempre relativa a una autorización de la masculinidad hegemónica del grupo dominante” (p.15, 4to párrafo).

En modo de síntesis de estos cuatro esquemas principales, propone dos tipos de relación: “-hegemonía, dominación/subordinación y complicidad por un lado, y marginación/autorización, por otro lado- entregan un marco en el cual podemos analizar masculinidades específicas (…) la "masculinidad hegemónica" y "las masculinidades marginadas", denominan no tipos de carácter fijos sino configuraciones de práctica generadas en situaciones particulares, en una estructura cambiante de relaciones” (p. 16, 2do párrafo).

El último apartado del texto se llama Dinámicas históricas, Violencia y Tendencia a la crisis. Cuando hace referencia a las Dinámicas históricas, plantea el “Género como un producto de la historia y también como un productor de la historia (...) Las estructuras de relaciones de género se forman y transforman en el tiempo”. (p16)

Si bien esto nos puede parecer bastante obvio, después a la hora de la caracterización de la masculinidad hegemónica, gran parte de su crítica a quienes retoman su planteo, tiene que ver con plantear la masculinidad hegemónica como un concepto ahistórico y descontextualizado, por lo cual va a hacer mucho énfasis en la necesidad de situarlo espacial y temporalmente.

Después plantea el tema de la violencia: “El género dominante es, abrumadoramente, el que sostiene y usa los medios de violencia (p17). Habla de dos patrones de violencia:

      1) “muchos miembros del grupo privilegiado usan la violencia para sostener su dominación” (sobre las mujeres, en este patrón nos está hablando de la violencia intergénero) (p.18).

      2) “la violencia llega a ser importante en la política de género entre los hombres” (p.18). O sea, intergénero e intragénero.

      3) “La violencia forma parte de un sistema de dominación, pero es al mismo tiempo una medida de su imperfección (…) La escala de violencia contemporánea apunta a las tendencias de crisis en el orden de género moderno” (pp.18 y 19). Mientras más necesidad haya de recurrir a la violencia, más en crisis está ese orden de género lo cual está en sintonía con su concepto de hegemonía, en el cual, desde el concepto gramsciano, hay una articulación entre coerción y consenso, y justamente Connel nos está hablando de que la aparición de la violencia da cuenta de la crisis en términos de consenso.

En las tendencias de crisis en el orden de género, va a plantear cómo se manifiestan en las 3 estructuras de relaciones de género; relaciones de poder, relaciones de producción y relaciones de cathexis.

Esto es básicamente lo que podríamos retomar como ideas centrales del texto, veamos un poco cómo nos parece que podemos ir abordando entre todos y todas algunas de estas discusiones que plantea Connel en este artículo.

 

Debate

 

*El primer punto, que vendría a ser el objetivo del artículo y que hace parte en el marco de los debates sobre género, tiene que ver con esta afirmación de no poder ver la masculinidad como objeto aislado. Esto va a estar relacionado con lo que va a plantear posteriormente, que es pensar la masculinidad en términos relacionales. Esto puede resultarnos una obviedad, en términos de que siempre pensamos las relaciones de género en este marco de una estructura mayor, en la cual están inscriptas, pero si uno después empieza a ver un poco más en fino cuáles son los debates hacia adentro de los estudios de masculinidades, no necesariamente siempre se va a dar de esa manera. Muchas veces aparece la masculinidad como un objeto descontextualizado de las estructuras de poder y no pensado en términos relacionales, sino situado básicamente en las temáticas específicas de los varones, lo cual implica una posición metodológica y también una posición política de cómo abordar estas problemáticas.

 

*O sea que antes de que ella haga esta propuesta había otros planteos teóricos que identificaban tipos de masculinidades, que hacían categorizaciones como ella, ¿pero por qué ésta es la que se empieza a tomar a partir de ese momento?

 

*Porque ella empieza a criticar los cuatro modelos preexistentes, que son los que considera que no nos pueden conducir a un estudio de la masculinidad.

Un estudio de la masculinidad presupone una definición de la masculinidad, y entonces ella se pregunta: ¿podemos definir para hacer un análisis sociológico, psicológico o de la índole que fuere, médico… podemos definir qué es la masculinidad? De ahí viene primero una evaluación de los cuatro enfoques que va a desechar, para entrar en este enfoque relacional.

Hace una sistematización en cuatro líneas de los distintos estudios que había, y son estos cuatro que veíamos antes.

 

*Después obviamente hay otras formas de clasificar los antecedentes y las corrientes; las vamos a ver en otros textos posteriores. Creo que es Kimmel quien trabaja algo de eso, porque no siempre los estudios enfocados en masculinidades se han hecho desde una perspectiva de género. Hay casos donde vamos a ver que no están situados en el marco de la categoría de género, que no están situados en un marco de relaciones patriarcales, que no tienen una perspectiva feminista. Incluso vamos a encontrar algunos textos como el de Robert Bly, que siempre se toma como referencia, de quienes afirman la superioridad de los varones desde una perspectiva que se denomina mítico-poética. Tiene que ver con un marco en la línea de la espiritualidad donde se recupera la idea de una mística masculina, sí situándola en un marco de relaciones de género, por lo cual lo que va a ser una afirmación de la necesidad de superioridad de los varones.

Hay una gran diversidad en un principio en las corrientes ideológicas, y entonces es parte situarse y criticar algunas de estas tendencias, no todas, pero fundamentalmente las que quieren hacer el estudio de la masculinidad con algunas pretensiones de modificación, pero que sin embargo epistemológicamente ella considera que no lo logran.

 

*A mí eso ya me desarma, porque tenía la idea de que los estudios de masculinidades se habían empezado a gestar dentro del feminismo, o sea, de la idea de género. A mí, esto me abre otro panorama.

 

*Lo que me parece muy interesante del texto es que ella toma una posición política dentro del texto, y cuando habla de justicia social, de cómo el estudio de las masculinidades tiene que estar sí o sí ligado a estas estructuras mayores, la vinculación de género y justicia social… Yo había leído un montón de textos de EE.UU. -o Australia en este caso, anglosajón podríamos decir- y muchas veces no existe esta conciencia, esta necesidad de vincularlo a lo social, sino que se queda un poco en la cultura. Me pareció súper interesante que directamente lo trae a realidades más tangibles.

Yo intentaría llevar lo que toma acá, estos cuatro enfoques a nivel de la vida cotidiana, cómo se lo podría plantear una persona común ¿qué es ser hombre? Me parece que cuando acá se refiere al ser esencialista, hay algo que es permanente, que está dado desde siempre y para ser lo que es, se va a tener siempre. Cuando habla de lo positivista, tiendo a vincularlo más con lo biológico, con lo que es el varón después de su desarrollo físico, biológico…
 

*No, no es lo que dice el texto. El positivismo es una posición epistemológica que lo que hace es supuestamente basarse en datos observables. El esencialismo va a dar un cierto rasgo que se considera que es definitorio de lo masculino por oposición a lo femenino, y también pensar lo femenino como la falta de aquello que define lo masculino. Pero el positivismo en realidad es la posición según la cual qué cosas son masculinas, lo vamos a observar socialmente. Lo vamos a registrar mirando conductas, no mirando la biología solamente, sino también mirando de qué manera se conducen las personas masculinas y femeninas. La crítica que ella va a hacer es: si yo quiero observar la conducta de varones y mujeres, tengo que tener previamente una noción de a quiénes estoy observando y dónde voy a registrar estas conductas. Si las voy a atribuir a hombres o mujeres, tengo una idea previa, que es una crítica muy usual al positivismo. No opera como una tabla rasa simplemente acumulando datos, sino con una hipótesis previa voy a interpretar los hechos, y en todo caso, lo que estoy haciendo es poner a prueba mi hipótesis. Hay una previa noción de masculinidad y feminidad, que me permite decir que ése que está pateando la pelota está haciendo algo masculino, y ésa que está cosiendo botones, o no sé, esto de coser botones… que está peinando la Barbie está haciendo algo femenino. Así que no es solamente la cuestión biológica.

*La normativa… Lo que sí no asocio para nada con una ética del cuidado… Si hay algo característico de nuestra educación es que no ha cumplido con eso. Lo asocio más al disciplinamiento, esta manera de ser para todos iguales, independientemente de dónde estamos.

Lo otro me parece que está vinculados a las cosas que lo hacen distinto al varón de la mujer desde cómo lo muestra, cómo lo danza esto de la masculinidad. ¿Se entiende? No sé si esta persona va a andar por ahí.

 
*Sí, lo que hace de todas maneras es asumir posturas críticas en torno a estas formas de conceptualización de la masculinidad.


*Quería agregar una cosa a lo que decía Diana sobre el positivismo, que creo que es un problema que atañe mucho a nuestras investigaciones, o investigaciones existentes respecto de qué es ir a estudiar masculinidades. Generalmente uno, para estudiar masculinidades, va a trabajar con un grupo que entiende que son varones, y cuando trabaja feminidades, con un grupo que se define como mujeres. Para mí es genial cuando en la página 3 dice que uno de los problemas es confeccionar una lista de lo que hacen los hombres y lo que hacen las mujeres, porque requiere que esa gente ya esté ordenada por categorías de hombres y mujeres. Entonces, cómo romper esa categoría previa que indefectiblemente, todas y todos tenemos a la hora de hacer una investigación. Cómo estudiar las masculinidades sin ir a buscar hombres que consideramos empíricamente varones. Estoy muy acostumbrada a leer estudios sobre masculinidades con varones y estudios sobre feminidades con mujeres, incluso en mi propia investigación, y siempre es como un núcleo del que no he podido salir. Yo encontré un grupo de mujeres y encontré feminidades, había un grupo de varones y me los guardé para el estudio de masculinidades. Tengo esa categoría previa de lo que entiendo como hombres y como mujeres, y no puedo salir de ahí.

 
*Del bio- varón y de la bio- mujer.

 
*Exacto. No sé si es una experiencia que comparten y una crítica que tal vez se le podría hacer a otros estudios.


*Sí, por ahí una cuestión que aparece problematizada en las reflexiones epistemológicas más contemporáneas en el estudio de masculinidades, tiene que ver precisamente con decir cuál es el objeto de estudio de las masculinidades. Si pensamos que, ante la pregunta de cuál es ese objeto de estudio, la respuesta clásica es: estudiar las masculinidades es estudiar a los varones, estamos haciendo una asociación mecánica entre un cuerpo sexuado y generizado y los atributos que culturalmente se le asignan, naturalizando que sexo y género vendrían a ser básicamente lo mismo desde este enfoque.

 

*Partimos de una postura que critica eso, porque los trabajos empiezan diciendo que entendemos el género como una construcción cultural etc., pero sin embargo vamos y estudiamos un cuerpo que definimos como varón o que definimos como mujer.

 
*A mí me surge una pregunta a partir de lo que dice Carolina. Suponete que vos decís, voy a estudiar lo masculino en mujeres y varones, y lo femenino en mujeres y varones, como característica de masculinidad, pero cuando vas a investigarlo, cómo definís… o sea, qué es lo que vos interpretás como característica femenina dentro de una mujer o un varón. También estás partiendo de una categoría previa, más allá de que no asocies el sexo con el género, tenés igual una concepción ya previa. Me parece que es igual, te metés en el mismo lío, no sé cómo se sale de eso…
 

*Yo creo que no es que sólo que el cuerpo está sexuado, sino que la mente del investigador está sexuada. Entonces, creo que una forma de salir de eso es visibilizar este conflicto que tenés como investigadora y… no sé, otra cosa no se me ocurre.

 
*No partir desde una concepción naturalizada de lo que es lo femenino y lo masculino, sino dar cuenta dónde te estás situando. Un poco el problema de estas concepciones, no sólo de la positivista, también lo vamos a ver en la esencialista o en la normativa, es que siempre van a tomar un núcleo que consideran lo característico de la masculinidad, y que muchas veces ni siquiera se molestan en explicarlo, explicitarlo, porque suponen que es “lo natural”, y que está sobreentendido. Entonces, en esta definición de ir hacia los varones o hacia las mujeres, hacia lo femenino o hacia lo masculino, sin la necesidad de dar cuenta cuál es la construcción que vos estás haciendo de lo femenino y masculino o de lo que son las mujeres y lo que son los varones, justamente lo que estás haciendo es naturalizándolo y reproduciendo ese circuito. En última instancia, lo que vas a buscar en un varón y que vos ya tenés una noción de lo masculino que nunca explicitás, vas a encontrar en ese varón lo que estabas yendo a buscar, sin la necesidad de haber hecho la investigación.

 
*O vas a ver como masculino cualquiera de sus prácticas, porque parten de un supuesto masculino ya previo.

 
*A mí me parece muy interesante esta parte del texto porque en el párrafo siguiente al que vos señalaste habla justamente de eso. La idea es no considerar quienes realizan las actitudes masculinas, prácticas masculinas, y en ese sentido a mí también me surgió eso cuando Diana habló de esta mirada positivista, porque es eso. Sino sería una cuestión descriptiva, todo lo que hacen los varones va a ser masculinidad, y lo siguiente que dice Connel es que si esto fuese así, no tiene sentido un concepto como masculinidad, o como lo masculino y lo femenino. Hablaríamos de hombres y mujeres, y no serían estudios de masculinidades, sino estudios de varones y estudios de mujeres.

 
*Porque también puntualiza que hay mujeres que se denomina que tiene actitudes masculinas, y varones a los que se dice que son afeminados. Es decir, ni siquiera es solamente que lo que hacen los varones es masculino, porque justamente tenemos ese preconcepto.

 
*También, en la tercera posición que ella critica, la normativa, ella dice que se pone una norma, muchas veces muy estricta, un estereotipo de lo que es un varón y un estereotipo de lo que es una mujer. Tampoco se espera, porque es una norma, que todos los varones caigan bajo esa norma, o todas las mujeres bajo aquella otra, porque es una norma exagerada. Son tipologías masculinas que implican roles apropiadores, violentos, sojuzgantes, y todo lo que significa esa norma de la masculinidad. Entonces se plantea la polémica entre la norma y el conjunto de los sujetos. La mayoría de los varones no se sujetan a la norma, y la mayoría de las mujeres tampoco se sujetan a la norma de feminidad. Quedaría el contrasentido de pensar que entonces, la mayoría de los varones son no masculinos, de acuerdo a la norma, y la mayoría de las mujeres son no femeninas de acuerdo a la norma, porque la norma es absolutamente exagerada.


*Una de las cosas que me gustaron –por ahí me estoy adelantando- pero una de las cosas que me gustaron de esta autora es que a partir de su lectura no me quedo pensando en la masculinidad, sino en masculinidades. Me gustó que trabaja las jerarquías dentro del mundo de los masculinos, trabaja los subordinados a esa hegemonía, y me preguntaba si no se puede cumplir un doble rol. Es decir, ser subordinado dentro del mundo de los varones, y ser hegemónico frente a las mujeres.

 
*Ser hegemónico no sería una categoría absoluta, sino relacional. Alguien puede tener una masculinidad subalterna, porque por ejemplo es un hombre negro y en términos raciales es una masculinidad subalterna, pero en términos de las mujeres ser hegemónico por su condición de género.

 
*Me interesó mucho el concepto de complicidad, porque puede ser hasta una herramienta que tenemos, o una estrategia para hacernos valer más frente a otros grupos.

 
*Ella siempre insiste en la movilidad, el carácter histórico y los cambios que producen, y me parece que también hay movilidad de categorías, que no estamos todos metidos en una, sino que podemos jugar de acuerdo a los contextos y grupos en los que nos movemos. La complicidad me pareció uno de los aportes más interesantes del texto.

 
*Respecto de lo que planteaba Diana de esto de la norma, también me parece interesante que la norma, lo que sí establece son premios y castigos. No se llega del todo a la norma, pero quien no llega o no quiere o busca otra cosa, tiene de alguna manera un castigo de marginación, o de posición diferencial. Nunca se va a llegar a la norma, pero la norma actúa para que se atienda a esa norma.


*Claro, eso es lo más eficaz, pero lo que Connel se va a preguntar es, si es la forma más adecuada de definir la masculinidad para los estudios. En este sentido, su eficacia no garantiza que sea una definición apropiada, precisamente porque no alcanza a describir la totalidad de los varones con un rasgo que permita hablar de ellos sin usar el propio concepto de masculinidad.

 
*Y tampoco referido a las violencias, porque si fuera tan eficaz, no sería necesaria la aparición de la violencia, más explícita.

 *No sé si está contemplado en este texto, pero también me parece interesante la cuestión de hegemonía. Por ejemplo, qué sucedería ante un cambio de la hegemonía, o sea, qué sería lo hegemónico, si no fuera esto. Qué sucedería con lo que hoy está subalterno o marginado, si llegara en algún momento a transformarse en hegemónico, y de qué manera. Me parece que esto también es interesante, porque plantea cuál es el trayecto de cambio, que está subyacente en el planteo y al final del texto ella lo revela. Cómo podemos pensar estas categorías para pensar el cambio, no sólo como una observación científica, sino como una herramienta política. A mí no me queda cerrado, pero me parece que es el desafío, que no quede cerrado. Lo de la hegemonía es muy interesante en lo explicativo, pero también puede ser una cuestión que fija y que puede ser muy rígida si no se le permite pensar qué pasa ante un cambio de hegemonía.


*Por ahí vengo escuchando las intervenciones y formándome una idea general de lo que van hablando. Por ahí, en la idea escindir la práctica política de práctica científica, me parece que ahí hay un legado importante que tiene que ver con lo que hablábamos antes, el positivismo, el iluminismo, el pensamiento occidental de pulir, de limar las diferencias en el afán de dominar. Entonces, me parece importante que podamos identificar que este tipo de investigaciones suponen el desafío de que hombres y mujeres nos veamos interpelados en nuestras prácticas a partir de lo que investigamos, y de esa manera empezar a configurar formas alternativas de pensar el pensamiento científico, pero al mismo tiempo, de la mano de la práctica política. Me parece que es algo importante, porque de ahí, ya lo que es la práctica masculina y la práctica científica, al menos en mi caso, lo que busco es que puedan encausarse en una práctica conjunta. Algo que no me cerró –no lo leí y vos recién hiciste mención- es la idea de imperfección a la hora de pensar la violencia, y relacionándolo con el concepto gramsciano, también. La coerción, la idea de hegemonía no da cuenta de una idea de imperfección, sino da cuenta, en una última instancia, de una parte necesaria para mantener la lógica de dominación. Entonces, pensarlo como imperfección supondría pensar un perfecto en el cual se podría dominar sin que haya crisis, y me parece que justamente ése es el desafío: no pensar que en este sistema masculino hegemónico y con las prácticas de subordinación puede haber perfección, porque la violencia es necesaria.

 
*En relación a esto último, a mí me parece que ahí hay algo que no necesariamente hace explícito, pero que tiene que ver con una concepción foucaultiana, y tiene que ver con la sutileza del poder y la no revelación de esa intención. Mientras más explícita sea la voluntad de dominación por parte del poder, más en evidencia queda. En ese sentido me parece que plantea imperfección de la violencia, para dejar al descubierto la necesidad de la dominación que con todos estos otros mecanismos más sutiles, justamente se da otras garantías de reproducción del sistema de dominación. Obviamente, desde otra concepción materialista dialéctica, vamos a constatar que la violencia es constitutiva de esta forma de dominación.

Pero ahí, lo que digo es que hay una idea que explicita en términos de hegemonía de Gramsci, pero también podemos ver otras formas de pensar la sutileza y los mecanismos de dominación. En este sentido va a plantear –y eso lo vamos a ver también en otras autoras feministas contemporáneas como Rosa Cobos y otras- una reacción patriarcal como un mecanismo de agudización de la violencia ante la democratización de las relaciones de género. Por ejemplo una discusión podría ser –y en todo caso después la podemos pensar- si lo que tenemos hoy es una mayor visibilidad de la violencia y de los feminicidios, o también, más allá de la visibilidad, una forma más cruda de ejercicio de la violencia de género en el marco de una democratización o cierta flexibilización de las relaciones de género. En ese sentido digo cómo pensar el recrudecimiento de la violencia como una forma de reacción ante la tendencia de crisis del orden de género, del cual está hablando Connel en ese momento. Justamente, está planteando violencia atada a la idea de tendencia de crisis, o sea, violencia como reacción a la crisis. Esa crisis es democratización de las relaciones de género, porque las va a ejemplificar cuando hable de las relaciones de producción y de las relaciones de cathexis hacia el final del texto; va a ejemplificar cómo esas estructuras de relaciones de género se van modificando desde los últimos años con la participación masiva de las mujeres en el empleo, en función de la mayor legitimación de las prácticas sexuales no heteronormativas. Ahí va dando de cuenta de algunas modificaciones, y me parece que en ese marco de modificaciones hay que contextualizar la violencia como un mecanismo de perpetuación del statu quo que no sería necesario, a lo mejor, si no existieran estas formas de democratización. En ese sentido manifiestan un recurso que ella considera imperfecto.

A mí me parece que es interesante ver cómo, implícitamente, algunas de las cuestiones que ella plantea tienen que ver con retomar las teorías feministas, y en este sentido poder recuperar algunas cuestiones que no quedan explícitas pero que, al menos desde mi punto de vista, dan cuenta de cómo se sitúa desde un bagaje que tiene que ver con los estudios feministas.

Una de las cuestiones tiene que ver con esto último, que yo asocio al concepto de Cecilia Amorós de metaestabilidad del patriarcado; cómo el sistema patriarcal, al igual que el capitalismo, busca reproducirse y mantenerse, y a partir de ahí tiene que generar determinados cambios, determinadas transformaciones para poder mantener su posición de hegemonía.

En ese sentido, es interesante ver cómo muchos cambios que ella plantea, –y de hecho lo menciona explícitamente- a pesar de estas modificaciones en las relaciones de producción y las relaciones de cathexis, seguimos hablando de un sistema patriarcal. Pone entre paréntesis algunos de estos cambios, donde habla de algunas de estas relaciones que se van a democratizar. Si quieren buscamos la referencia concreta en el texto: “Las relaciones de cathexis han cambiado visiblemente con la estabilización de la sexualidad de lesbianas y gays (…)” (Connell, p. 20)

Esto es uno de los ejemplos, lo plantea en términos de relaciones de poder, relaciones de producción y relaciones de cathexis.

Cuando ejemplifica las relaciones de poder, dice: “Las relaciones de poder muestran las evidencias más visibles de las tendencias de crisis: un histórico colapso de la legitimidad del poder patriarcal, y un movimiento global por la emancipación de las mujeres. Esto es alimentado por una contradicción subyacente entre la desigualdad de mujeres y hombres, por un lado, y por las lógicas universalizantes de las estructuras del Estado moderno y de las relaciones del merca-do, por otro.” (Connel, p. 19)

Cuando ella habla de relaciones de poder, habla de patriarcado. Esto lo hace cuando lo conceptualiza, más allá de los cambios, que es lo que hace acá al final, va a estar planteando justamente las relaciones de poder como el sistema patriarcal y el lugar de dominación en general de los varones, y el lugar de subordinación en general de las mujeres, como uno de los ejes principales. Quizás quedan otros temas por fuera que tienen que ver con la heteronormatividad obligatoria y demás, que al menos no son explicitados en este texto.

Pero poder pensar lo que planteaba Lucía en relación a cómo se dan determinados cambios, y si realmente estos cambios ponen en jaque el sistema hegemónico o no, o cómo también podemos pensar en los cambios dentro de la misma hegemonía. Connel va a dar cuenta de algunas de estas modificaciones que democratizan las relaciones de género, pero en el marco de un mismo orden de género y estructura de poder.

Otra cuestión que me parece que aparece ahí implícitamente, tiene que ver con el pacto interclasista masculino a la hora de poder practicar esa dominación. Por eso deja de haber, por un lado, la hegemonía y la dominación, pero aún, ese hombre en lugar de subordinación o de complicidad, aún no llega a cumplir esos atributos del modelo hegemónico, va a estar en una posición de poder respecto de las mujeres. Ella lo muestra con un ejemplo que se suele usar mucho a la hora de poder dar cuenta del carácter interclasista de las relaciones de género, que es el salario familiar. Lo vamos a ver en Carol Pateman y otras autoras que van a dar como ejemplo los obreros luchando por el salario familiar, garantizando que la mujer siga satisfaciendo los lugares de reproducción social, lo cual era lo que necesitaba el capital para que estas mujeres se mantengan en esta posición. Privatizar los costos de la reproducción social del que el capital no quería hacerse cargo. Entonces poder pensar –obviamente esto en el marco de otras limitaciones- que muchas mujeres han denunciado, en este contexto, que el salario familiar implicaba que el plus que les daban a los varones sirviera para que las sigan teniendo a ellas como empleadas domésticas. Este es uno de los ejemplos y amerita complejizarlo mucho más de lo que lo estoy enunciando. Es uno de los ejemplos que da cuenta de esa complicidad interclasista por parte de los varones para mantener a las mujeres en una posición de subordinación.

 *Me parece interesante igual, en relación a lo que estamos hablando de la crisis, también plantear –y varias veces en discusiones al respecto lo planteamos- los riesgos que se corren al pensar la democratización de los vínculos, pero sobre una estructura, y podemos decir sobre dispositivos en los cuales se imprimen las lógicas de la masculinidad, se mantienen inalterados. Eso supone dar cuenta de que esas democratizaciones no permite ir hacia lo que hoy realmente se mantiene inalterado, que son formas sutiles, y cuando hablaba de la complicidad, lo relacionaba con el micromachismo, y con esa complicidad en la cual, exponiendo grandes actos de violencia como la presión del machismo y la violencia de género, quedan desdibujadas en prácticas cotidianas de hombres en relación a mujeres, en las cuales se ejerce la violencia de género de manera simbólica en relaciones cotidianas de poder. Entonces, me parece interesante que problematicemos el concepto de violencia y el de crisis.

                                         

*Eso del micromachismo es un buen ejemplo de la perfección y de la imperfección. Se ha quedado con la sutileza que se ven en las prácticas micromachistas, e implican un nivel  de perfección mayor, en el sentido de que no evidencian esa voluntad de dominio y de  poder que sí aparece en la violencia explícita. Por eso yo decía también la referencia a Foucault. Esta sutileza es la que permite reproducir con más facilidad la posición de hegemonía, sin dejar en evidencia que está buscando ejercer una posición de hegemonía.

 
*A mí me hacía acordar eso a la idea de movilidad de la masculinidad, esa idea de tener que reafirmarse todo el tiempo, de que nunca está completa. No es que se llega a una masculinidad hegemónica, y por ahí la violencia es una de estas formas.

 

*A mí me llamó la atención cuando hablaba de cómo no puede haber crisis en la masculinidad o masculinidades, porque eso sería pensarla como una unidad, y no como todo este sistema complejo y relacional que está tratando de proponer la autora. Que no se trata de una crisis de la masculinidad solamente, sino crisis en todo el sistema de género, es lo que plantea el texto.

Yo pensaba que –no podría mencionar ningún autor-, pero sentí que hay autores que plantean que en realidad las masculinidades siempre están en crisis con ellas mismas por el tema de tener que estar en la norma. Siempre se quiere alcanzar la norma y entonces siempre hay cierta ansiedad. Algunas personas que se caracterizan masculinas, de los hombres, aunque también hay mujeres masculinas. Siempre está esa ansiedad de ser masculino, de ser más masculino si uno realmente quiere ser un hombre.

 
*Sí, pero me parece que eso habla más de que nunca es completa, sin dar cuenta si existe o no crisis. Creo que cuando habla de crisis está hablando de otra cosa, no que no se llega a ser del todo masculino. Yo por ahí volvería atrás, al principio del texto donde, -si bien lo va a criticar después por lo limitado de esta mirada más semiótica, el enfoque relacional- explica por qué no es crisis de masculinidad. La masculinidad es este modo de ser que pasa casi desadvertido, y ahí está donde se pone en crisis todas las relaciones, porque es lo que fija un límite en algún punto, la masculinidad. Como es lo no femenino, no se pone en crisis la masculinidad, sino que un sistema de diferencias, o un sistema de relaciones donde está lo uno y lo otro, lo que está dentro y lo que está afuera. Me parece súper interesante que lo rescata, si bien después lo va a criticar por lo limitado del enfoque semiótico, que apunte a eso o explicite eso. Lo dice explícitamente, la masculinidad definida en este enfoque semiótico como no feminidad. En la oposición semiótica, en diferencia a la normativa, donde había dos identidades claras, la masculina y la femenina, como dos identidades que si bien son normativas no dejan de ser un poco descriptivas, separándolas como dos entes abstractos. En este caso van a ser bien relacionales masculinidad y feminidad, y la masculinidad en términos inadvertidos, el lugar de autoridad es simbólica. Cuando se pone en crisis algo, se pone en crisis el sistema de relaciones me parece, y de diferencias, lo que está dentro y lo que está fuera, lo que es lo no femenino. En los ejemplos después respeto de la homosexualidad, o en realidad es la feminidad dentro de los mismos varones, o los bio- varones, los nacidos con pito. Es eso lo que va a cuestionar todo el tiempo esa masculinidad, lo no femenino, lo que está en este sistema de relaciones y de vínculos.


*Me parece que en esta idea, que en realidad ella la va a presentar de manera crítica, este ideal semiótico, este enfoque semiótico, hay un aspecto que efectivamente tiene relación, que es la idea de pensarlo como relacional, como conexión. No hay manera de definir lo masculino como aislado, sino que siempre va a estar en conexión, y en particular en este antagonismo, en esta oposición con lo femenino. La diferencia es que, pensado de manera semiótica, no hay ninguna base material para eso, y eso es lo que ella va a criticar, porque en realidad sí va a poner el acento en relaciones materiales. Por ejemplo las relaciones de producción, o las relaciones de reproducción, que son relaciones materiales que van a permitir ver las relaciones de género como una estructura compleja. Me parece interesante como algunas cosas que van a poner en crisis ese sistema de género, no son cosas que tienen que ver con las luchas que podemos hacer políticas, sino que tiene que ver con el mercado. Al mercado le conviene una uniformidad de consumo, y no consumos diferenciales, porque sencillamente hay más ganancia cuando más uniforme es el consumo. Hay una crisis que tiene que ver con las diferencias de género, alentada por el disciplinamiento del mercado.

*Quería invitar a hacer referencia, sobre todo para los que no pudieron leer el texto, al párrafo que hacía alusión Ayelén en relación a la tendencia de crisis. Estamos hablando de la página 19, el primer párrafo extenso: “El concepto de tendencias de crisis requiere ser distinguido del sentido coloquial en que las personas hablan de una crisis de la masculinidad. Por el hecho de ser un término teórico crisis presupone un sistema coherente de algún tipo, el cual se destruye o se restaura como resultado de la crisis. La masculinidad, como la discusión hasta ahora lo ha mostrado, no es un sistema en ese sentido. Es, más bien, una configuración de práctica dentro de un sistema de relaciones de género. No podemos hablar lógicamente de la crisis de una configuración; más bien podemos hablar de su ruptura o de su transformación. Podemos, sin embargo, hablar de la crisis de un orden de género como un todo, y de su tendencia hacia la crisis. Tales tendencias de crisis siempre implicarán masculinidades, aunque no necesariamente su ruptura. Las tendencias de crisis pueden, por ejemplo, provocar intentos de restaurar una masculinidad dominante.”

Entonces, si vamos a plantear la masculinidad como una configuración dentro de una práctica social, y, en todo caso, al patriarcado como orden de género, va a ser el patriarcado el que se manifiesta en crisis, y no la masculinidad en sí misma. Me parece que ahí está un poco la diferenciación entre el concepto, que probablemente en este concepto aparecía como algo coloquial, pero después se han desarrollado teorías en relación a la crisis de masculinidad, aunque obviamente no están desde el marco teórico- político en el que se está situando Connel.

 
*Se han situado ahí en la crisis de masculinidad no sólo estudios de investigación, sino que la industria cultural ha tomado el concepto de crisis de masculinidad, y de hecho lo ha desarrollado bastante.

 
*Justamente ahí radica, si lo pensamos en términos relacionales, la potencialidad de ver –lo que decía Luciano recién-, la puesta en crisis del patriarcado y sus formas; y ahí empieza el debate de la relación del patriarcado con el capitalismo. A mí me parece que es un punto de partida interesante pensar cómo llevar a cabo investigaciones acerca de la masculinidad, con ese horizonte. En ese sentido pienso que todos los intentos, dentro de las estructuras patriarcales, de democratizar, incorporar, mantienen intacto ese punto en el que el patriarcado se sostiene, y por tanto, la violencia y la subordinación se mantienen también. Adoctrinan en el sentido de que hoy hay distintas formas de… ya no se trata, hablábamos la otra vez, tal vez de una masculinidad relacionada con aquellos valores antiguos del macho, muchas veces eso ha ido mutando, pero sin embargo se mantiene una lógica similar, las formas disidentes de ser varón, hasta las distintas formas de relacionarnos se mantienen en una estructura que supone la subordinación de la mujer por el hombre.

 *El aporte de este texto y de toda esta dinámica y esta configuración de la masculinidad, aporta a pensar todo aquello que ocurre en lo social, estos modos en que cambia, en que se vuelve a configurar, porque muchas veces el uso de enfoques estáticos de la masculinidad, de “esto es la masculinidad hegemónica y de acá no se mueve”, puede pensar muchas de estas cuestiones que fueron cambiando, la idea de crisis como liberadora, o como si se estuviera rompiendo con la masculinidad, y estamos acabando con las relaciones de opresión, del patriarcado o lo que sea, pero simplemente se reconfiguran, en nuevos modos, y ahí está lo interesante de este enfoque. Lo piensa en esta estructura, del género o de esta estructura… bueno, va a haber distintos nombres, en este caso de las relaciones de género y masculinidad y de la crisis de la masculinidad. Esto puede pasar en muchos estudios, no sé si tanto en estudios de investigación, pero sí en el sentido común o en los medios de comunicación cuando se habla de masculinidad, hay mucho de este enfoque de verla como un objeto, que cambió. Entonces, como ya no existe ese macho alfa, entonces estamos liberándonos en algún punto, y las relaciones de género dejan de ser relaciones de opresión. Justamente por estos niveles verla como estática y no como dinámica, como lo plantea Connel, que puede reconfigurarse y volverse a hacer, y es el mismo juego dinámico de la hegemonía.

 

*Ahí está esa idea de la metaestabilidad. Unas de las cuestiones que aparecen muy ligadas al concepto de crisis de la masculinidad es la idea de “nuevas masculinidades”. Esto a lo mejor no lo vamos a ver específicamente en el texto, pero es algo que ha trabajado Connel. Connel ha retrabajado bastante sobre su concepto de modelo de masculinidad hegemónica, sobre todo por cómo lo han recuperado los connelistas, más que por Connel misma. Se han aferrado bastante a este concepto y lo han tergiversado bastante. Una de las cuestiones que charlábamos –yo el año pasado estuve en el Congreso Iberoamericano de Masculinidad en Barcelona, donde abrió Connel la conferencia- y una de las cosas que charlábamos bastante porque tal vez en América Latina y el Caribe, algunos grupos nos situamos más críticamente respecto del concepto de “nuevas masculinidades”, que tiene otra legitimidad en Europa. Tiene que ver básicamente con esto, pensar que el carácter novedoso no hace al carácter disruptivo o contrahegemónico, sino que justamente da cuenta de las modificaciones que se van dando en ese orden de relaciones de género. Situando, por ejemplo, el caso de los varones metrosexuales, se podría entender que es una forma de nueva masculinidad, porque se distancia de la forma tradicional dónde no aparece ni el cuidado del cuerpo ni la estética como valores masculinos, y es legitimado posteriormente. Entonces uno diría que es una nueva forma de masculinidad. Sin embargo, hay que pensar hasta dónde altera eso la hegemonía de las relaciones del orden de género. En este sentido, es ver incluso cómo se hace una articulación patriarcado – capitalismo, donde quizás, la figura del varón metrosexual sea una forma más de diversificar la tasa de ganancia del capitalismo, sin alterar las relaciones de género del patriarcado.

Hace poquito me convocaron a dar un taller que se llamaba “nuevas masculinidades”. Entonces dije, pónganle ¿”nuevas masculinidades”?, entre comillas y entre preguntas, y debatamos sobre qué significan las nuevas masculinidades. Buscando en youtube me encontré con un video que tal vez podamos ver la próxima vez, que se llama: “la nueva masculinidad” (http://www.youtube.com/watch?v=Ry2GlQQgXxA), y es la página web de unos españoles que venden talleres para los hombres que son… ¡de cómo depilarse!

 
*¡Claro! De hacer actividad en la comunicación, de cómo cuidarse estéticamente…


*¡El hombre nuevo!

 
*¿El hombre nuevo? (risas) El hombre new age, digamos.

Entonces, se trata de la idea de situar lo novedoso, hacer una exaltación de lo novedoso, en referencia a algo tradicional, sin poder ver cuáles fueron las modificaciones del patriarcado. Es algo totalmente legitimado y no altera las relaciones de poder. Habría que ver también si situándolo históricamente y espacialmente qué es lo que sucede. No es lo mismo el metrosexual en una ciudad urbana con hegemonía de clase media que lo que sería un metrosexual en el campo de Santiago del Estero, que seguramente no tendrá la misma legitimidad. Pero poder pensar, en el marco del orden de género, que lo novedoso no hace a lo contrahegemónico. Entonces, si nosotros estamos planteando la nueva masculinidad en el marco de estas discusiones, sí es necesario situarla respecto a la hegemonía. Ahí Connel va a desarrollar un concepto que no aparece en este texto, que es posterior y se puede ver en la conferencia que después les mandamos por mail, que es el de masculinidades emergentes o masculinidades orientadas hacia la igualdad. Ahí ya saca el eje de la idea de la novedad para dar cuenta del carácter disruptivo respecto del orden de género tradicional.

 
*Yo les recomiendo, Marxismo y Literatura, de Raymond William. Me parece que ahí, William analiza cómo se pone en juego el concepto de hegemonía de Gramsci, que acá está muy bien explicado, para ver la dinámica de la cultura. Ahí está muy clara la pregunta por lo nuevo. Lo nuevo muchas veces aparece como contrahegemónico, y no… En el planteo y la dinámica que se da, lo nuevo, lo residual, lo contrahegemónico cómo va jugando acá. Porque justamente, si estás pensando una idea de masculinidad hegemónica, en seguida lo nuevo se te aparece como lo que rompe con la masculinidad tradicional. Yo me situé en ese problema en la tesis, se llama “Nuevas masculinidades” de hecho, pero no es lo que hablábamos antes…

Me enfrenté a un montón de notas o videos, trabajé con ellos como material, en la tesis, y hay mucho la idea de que lo nuevo está vinculado a lo que libera, por ser diferente a lo tradicional. A mí me parece que tiene que ver con esto, y Connel lo viene diciendo hace mucho parece, de no ver la masculinidad como algo estático. La masculinidad hegemónica confundirla con la tradicional, y no darle el valor que tiene la palabra hegemónica atrás de masculinidad.

 *Yo tenía un comentario respecto de la mirada que se tiene sobre lo nuevo, y de ver lo nuevo como contrahegemónico. Me parece muy interesante, en términos generales y en particular, respecto de las cuestiones de género, porque la pregunta acerca de la hegemonía ilumina muchas veces y otras veces obtura. Por ejemplo, respecto de nuevas formas de ser padres, de las nuevas paternidades. Ahí sí hay una transformación de roles y de cuestiones vinculadas al poder dentro de la esfera doméstica, que si son contrahegemónicas o no, tal vez es una pregunta que puede hacerse a posteriori del análisis, porque si de una pensamos que estas nuevas paternidades no corren, en definitiva, en contra de la división entre varón y mujer dentro de la casa etc., entonces vamos a terminar diciendo sobre eso que es diferente, lo mismo que antes de que esto aparezca. A mí me parece que siempre el riesgo, -y todas las personas formadas en ciencias sociales tenemos esa pregunta que nos lleva para adelante siempre, si esto es contrahegemónico, hegemónico, si reproduce, si subvierte, si es cómplice etc.-, me parece muy interesante, pero a veces yo lo leo como bueno, como no es la puesta pata para arriba del patriarcado, entonces no es nada, estos padres son lo mismo que en el sigo XIX. Y no, independientemente de para dónde se den los cambios. Leer estos cambios me parece que es una demanda muy importante para pensar en las configuraciones de género.


*Ahí me parece que ella hace un aporte interesante cuando dice dónde están las limitaciones de estos cambios. Siempre hay limitaciones, como es una estructura material compleja, hay limitaciones de estos cambios. Vos podés querer una nueva paternidad en los varones y con eso impactar en la estructura de masculinidad, pero resulta que la licencia por paternidad son dos días, o sea que el desarrollo de este rol implicaría que los varones abandonaran parte de su vida laboral para poder desempeñar este rol, o parte de su tiempo aplicado a otro tipo de actividades, cosa que nos pasa a las mujeres cuando queremos asumir el rol de maternidad. Entonces, creo que si bien son papeles desafiantes, está esta cuestión de los límites que estos cambios puedan tener, tener conciencia de estos límites, porque estamos proponiendo un cambio en una estructura material compleja que tiene muchas determinaciones. Hay algo muy interesante cuando ella habla de la crisis, que es que no podemos prever las consecuencias que puede tener esto. Es decir, la consecuencia puede ser por ejemplo, una irrupción mayor de violencia, porque es restaurar el sentido hegemónico de masculinidades. Puede haber un avance muy prometedor, y el resultado ser que hay una reacción colectiva de rechazo y de endurecimiento de las condiciones de disciplinamiento, también para los varones que no son hegemónicos, que también van a ser sujetos de ese disciplinamiento.

 
*Una pregunta: ¿no puede ser que en el tiempo, por ejemplo, empiecen algunos cambios más al interior de los padres, que asumen roles en la paternidad, que después, capaz que de acá a cinco, diez años, llegue la licencia ampliada?

                                                                                                      

*Yo intenté durante cuatro años la licencia ampliada como diputada, no creo que haya que esperar los próximos cinco años. Creo que es algo que hay que hacerlo, y no es que lo obturaron los varones; lo obturaron varones y mujeres sindicalistas, o sea que vino por el lado de cómo los sindicatos están subordinados a la patronal y no a la representación de los intereses de los trabajadores, tiene que ver con otras complejidades. Por eso me parece que pensarlo en esta estructura de subordinaciones de clase, de etnia, no solamente de género te ayuda, a no desalentarte. Yo era hippie, creo que hasta uno puede hacer la diferencia, pero creo que ese uno tiene que tener en cuenta, si lo vamos a considerar como algo beneficioso para romper los roles tradicionales, que la ruptura de esos roles no depende sólo de las cuestiones de género.

 *Creo yo que, por lo que estoy escuchando, justamente por esta condición pasa algo muy común ahora en la postmodernidad, que es que la hegemonía termina tomando esos pequeños cambios para simplemente seguir reproduciendo esa hegemonía. Por eso, yo siento que a veces esas pequeñas progresiones que pueden llegar a existir, más allá de su espíritu, pecan de no poder trascender a los niveles que vos decís, al análisis más macro. Yo siento que el sistema siempre termina cooptando para después seguir dominando, seguir hegemonizando, seguir operando de esa manera. Yo, la verdad es que tengo muy poco análisis de género, acá estoy aprendiendo un montón, escuchándolos a todos. Lo que me llamó la atención es lo que había dicho ella al principio, de cómo romper la categoría de lo masculino. Justamente, necesita de tal análisis que va tan profundo, y me cuesta y veo que también a los que se dedican y especializan en eso, poder enmarcarlo más en lo natural, en lo biológico que parte tal vez a nivel sexual, y cómo después la igualdad nunca pudo primar por una cuestión social, por la realidad del sistema y la realidad de opresión. Entonces tal vez el estudio, para poder discernir de las categorías previas de lo masculino y lo femenino, sea desde lo particular. Igual no me imagino mucho cómo sería, pero creo que lo masculino y lo femenino, más allá de que podamos ver una crisis de que ya no es el macho alfa lo masculino, sigue siendo el análisis de tomar lo masculino y lo femenino como algo desigual. Está tan viciada históricamente la división, que a nosotros en este siglo nos resulta muy difícil intentar acercarnos a una idea de lo igual. Entonces, todo lo que pasa en el medio, si bien puede ser progresivo como decir, ahora los hombres no quieren ser más machos alfa, ahora se quieren depilar, igual sigue siendo una desviación, y no un camino hacia la igualdad.
 

*¡Compiten a ver quién está mejor depilado!

 
*Se trata de seguir reproduciendo el capitalismo, el consumo, el mercado, y sigue desviando. Esto es lo que me surgió de la primera pregunta de cómo analizar. Ya de entrada está re dividido, es muy difícil llegar a esa igualdad que uno quiere que prime.

 *Una cosa, retomando algo que ella planteaba, porque a mí me parece que es interesante decir que hay algunos cambios, aunque sean pocos, asimilables, hay que tomarlos en sí. Pero eso yo lo cruzaba con algo que se dijo al comienzo casi, que es cómo es la mirada del investigador o del académico, y sobre todo también su ubicación de clase. Porque me parece que muchas veces el entusiasmo excesivo tiene que ver con que estamos mirando cambios en el sector en el que estamos actuando, y realmente puede haber un sobreentusiasmo con que ya tal tipo de macho no hay o que es menor, porque creo que son todavía grupos relativamente acotados los que están experimentando estas búsquedas. Y la otra es lo generacional, porque me parece que es otra búsqueda que habría que ver, que en general el investigador ya es de una franja de edad, por más que sea joven, y no necesariamente es lo que se expresa en otras franjas donde sí hay modificaciones, pero en sentidos muy distintos. A mí me pareció muy interesante volver a situar el tema de quién está investigando, y en qué ubicaciones y en qué coordenadas se hace, por lo menos para tenerlo como un dato de análisis y de la subjetividad con la que se está mirando esos cambios.

*Voy a compartir algo de lo que decía Carolina. Parece que ahí nos pasan dos cosas, que tienen que ver con concepciones epistemológicas y metodológicas a la hora de investigar, y también tiene que ver con posturas políticas, y cómo nos pesa, cómo se esbozan muchas veces determinados planteos en términos políticos, sobredimensionando estos cambios, y caemos en esto de decir: esto no es contrahegemónico, indignados porque se le diga “nueva masculinidad” a uno que se compró una crema Avon, y que de repente parece que se acabó el problema. Se sobredimensiona completamente lo que significa esta alteración o la flexibilización de los estereotipos de género, pero me parece que tiene que ver con pensar las relaciones de poder y no focalizar en los estereotipos. Si se diversificaron los estereotipos, pareciera que todo está cambiando. En este sentido, alertar en relación a eso, sobre todo por los riesgos del discurso político, y de los efectos de ese discurso. Una de las cuestiones que a mí me interesa recuperar, tanto a la hora de pensar la investigación como de pensar mi práctica política, es la idea de la sospecha feminista como hermenéutica, como mirada a la realidad social. En ese sentido digo que sospecho sobre la idea de nueva masculinidad, porque lo que veo ahí es la intención de manifestar como cambio, como transformación algo que tiene bastante poco de eso, en función de perpetuar determinadas relaciones de dominación. Ahora, una cosa es salir a dar una discusión política en relación a eso, y otra es hacer una investigación de campo, donde claramente, si uno parte de la concepción de que toda práctica tiene que ser situada como transformadora y emancipatoria o bien como reproductiva, simplemente va a ver a través de esos lentes, y ponerlo en uno de esos dos polos a esa práctica, sin poder ver las alteraciones, las agencias que implican modificaciones tal vez mucho más micro y situadas, fundamentalmente. Así como podemos partir de un preconcepto naturalizado de qué es lo masculino y qué es lo femenino, también podemos ir al campo y hacer investigación, con una concepción naturalizada y etnocéntrica y clasista sobre lo que es transformador y lo que no, y vamos a ver a cada uno de esos sujetos y categorizar sus prácticas desde esa lógica, dominocéntrica, con la idea de que es emancipatoria o es reproductiva, y sí me parece interesante ver justamente cómo, en el marco de las limitaciones que implica, poder ir leyendo esas transformaciones. Pero alertando sobre el sistema social y las características que tiene, y en dónde uno lo está situando, porque si uno tampoco sitúa esas modificaciones y esas prácticas y agencias en el marco de un sistema de dominación que se autoreproduce y va buscando perpetuarse en una posición hegemónica, también puede caer en sobredimensionar los efectos políticos de esas prácticas. En términos epistemológicos, metodológicos e incluso políticos, me parece que estoy totalmente de acuerdo en poder leer esas prácticas en el más acá de la hegemonía.

*Incluso que la emancipación puede darse en términos que nosotros no consideramos emancipatorios. Una anécdota breve: yo trabajé con la cumbia villera, en el 2001 al 2004. Eso puede pensarse no emancipatorio desde el feminismo, pero las mujeres que cantaban esas canciones, que incluso estaban representadas en esas canciones, hablaban de una sexualidad de goce para las mujeres. Entonces, pensar si eso es reproducción o cuestionamiento al patriarcado solamente, quedaba encerrado en ese binarismo. Pero después de un tiempo de salir de mi propia indignación, veía que ahí había mujeres activadas en lo sexual. No es la emancipación que uno desearía, o sí, no sé, de todas maneras no se estaba dando en los carriles ideológicamente buscados, pero había. Entonces, para mí esa fue una enseñanza, corrernos de la pregunta inmediata, de que esto habla de que las mujeres tienen más libertad para elegir su pareja sexual o no. Tal vez es más complejo y no se puede solamente con este trabajo responder, pero sí para correr la pregunta por la hegemonía todo el tiempo.
 
*En lo personal, me resultó muy interesante el concepto de Foucault de resistencia. O en general la idea de resistir, más allá del concepto de Foucault, que va más allá de la mirada macro, o que no supone hacer en cada una de esas expresiones, en las cuales uno ve puestas en cuestión de las lógicas dominantes hegemónicas, no nos implica llegar a un nivel macro, de a partir de eso ver si se está dando, en términos contrahegemónicos, sino que simplemente son expresiones de resistencia de cómo esos dispositivos suponen o no hacen actuar. Me parece que es interesante verlo desde ese lugar, porque entonces ahí, es válido pensar que cada una de esas expresiones de esos momentos suponen resistencia, y por tanto cambio.

*Me pareció interesante que pensar siempre en términos hegemónico – contrahegemónico nos sitúa siempre –estaba pensando en la cumbia villera o estos ejemplos que vos mencionás- siempre lo liberador, contrahegemónico parte de un sujeto de conciencia, y su práctica va a ser liberadora porque fue consciente de eso, y es como mucho peso a la voluntad me parece; y la hegemonía no es coherente, entonces la contrahegemonía tampoco lo va a ser.
 
*La hegemonía no es coherente y la contrahegemonía tampoco la va a ser. Me parece que es un buen resumen de este artículo.

 

 

 

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