en Masculinidad/es. Poder y crisis,
Eds.: Teresa Valdés y José Olavarría, Isis Internacional, Santiago de Chile, (pp. 49-62).
El texto se llama “Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la
identidad masculina” de Michael S. Kimmel que es un sociólogo,
profesor de la Universidad de Nueva York y, entre otras cosas, editor de la
revista Masculinities. Éste es un
texto clásico para pensar la identidad masculina.
Los puntos de partida de
este texto, que están en las primeras dos páginas, son, por un lado, poner en
cuestión la perspectiva esencialista para estudiar a las identidades de género.
Me gustaría leer dos o tres
párrafos de la primera página para comenzar, donde se pone en cuestión el
esencialismo y el biologicismo:
“Pensamos que la virilidad
es eterna, una esencia sin tiempo que reside en lo profundo del corazón de todo
hombre. Pensamos que la virilidad es una cosa, una cualidad que alguien tiene o
no tiene. Pensamos que la virilidad es innata, que reside en la particular
composición biológica del macho humano, el resultado de los andrógenos o la
posesión de un pene.” (Kimmel, p.49)
Es justamente sobre todos
estos supuestos que va a trabajar Kimmel, y que va a cuestionar punto por
punto.
Otro eje central es proponer
una definición de masculinidad relacional e histórica, justamente en
contra de esta posición esencialista. Va a decir:
“En este trabajo considero a
la masculinidad como un conjunto de significados siempre cambiantes, que
construimos a través de nuestras relaciones con nosotros mismos, con los otros,
y con nuestro mundo. La virilidad no es ni estática ni atemporal; es histórica;
no es la manifestación de una esencia interior; es construida socialmente; no
sube a la conciencia desde nuestros componentes biológicos; es creada en la
cultura. La virilidad significa cosas diferentes en diferentes épocas para
diferentes personas. Hemos llegado a conocer lo que significa ser un hombre en
nuestra cultura al ubicar nuestras definiciones en oposición a un conjunto de
otros, minorías raciales, minorías sexuales, y, por sobre todo, las mujeres.”
(Kimmel, p. 49)
Me parece que esto es clave:
pensar en oposición a qué otros sujetos se configura la identidad masculina, y,
sobre todo, la masculinidad hegemónica.
Un tercer punto que me
parece fundamental del texto, es que da cuenta de los condicionamientos
culturales, de aquellos ejes a partir de los cuales se estructura la
identidad de los varones, pero también da luz para pensar la capacidad de
agencia de los sujetos. En la página 50 dice:
“Nuestras conductas no son
simplemente sólo naturaleza humana, porque los niños serán siempre niños. A partir de los elementos que existen a
nuestro alrededor en nuestra cultura –personas, ideas, objetos- creamos
activamente nuestros mundos, nuestras identidades. Los hombres pueden cambiar,
tanto individual como colectivamente.” (Kimmel, p. 50)
Éste me parece que es una
línea de su pensamiento, también; hace una propuesta y lo piensa como una
construcción, en la medida en que es posible e importante cambiar algunos de
los rasgos más problemáticos de las masculinidades contemporáneas.
El texto está armado en
función de cinco apartados, y plantea la masculinidad pensada, por un
lado, desde el vínculo con el poder y la necesidad de explicitación del
mismo; por otro lado, la masculinidad pensada como negación de lo
femenino. Este otro frente al cual el sujeto masculino se configura;
también, en relación a la homofobia; y por último, la forma de
validación entre pares, la importancia de otro varón heterosexual para
validar la conducta.
Repliqué acá las preguntas
que mandé como guía de lectura.
Sobre el primer punto, “las
masculinidades como relaciones de poder”, había dos elementos claves: una, la
definición de la masculinidad hegemónica, y ahí por supuesto está citado
Connel, el primer autor con el que trabajamos; y los cuatro ejes de virilidad,
porque me parece que ahí hay una explicitación respecto del vínculo entre la
masculinidad hegemónica y el sexismo, planteado de un modo muy claro.
Sobre estos primeros ejes
tiene algún comentario, alguna consideración.
* Quiero referirme al primer
punto, el asunto de las mujeres. Recuerdo que hace varios años realizamos un
seminario sobre feminismo y masculinismos en la Facultad de Filosofía, y
surgió, entre los varones, los rituales de masculinidad. En una dice: “’¡Nada con asuntos de mujeres!’ Uno no
debe hacer nunca algo que remotamente sugiera la femineidad. La masculinidad es
el repudio implacable de lo femenino.” (Kimmel, p. 51)
Pero como no está
establecido uniformemente qué es lo masculino, algo que tampoco se conoce
tanto, que puede ser variable y que se ve reflejado en las conductas de las
personas que más inmediatamente tiene un chico o un adolescente de lo femenino,
pero que no necesariamente son modelos estándar; podrían ser de distinta índole.
Es decir, también las masculinidades van a ser más flexibles cuando menos
estereotipadas son esas oposiciones, aún siguiendo ese modelo de oponerse,
porque no está tan claro lo que es oponerse, y está lleno de rituales. Es una
cosa que a mí me sorprendió mucho, porque es algo que ocurre entre varones:
cuidarse la manera en que se sientan, la manera en que cruzan las piernas, la
manera en que se miran las uñas... Llenos de rituales de esta índole, que son
custodiados por otros varones. Entonces, me parece que, además de ser
mecanismos por antagonismo, por oposición a lo femenino, eso no los hace más
ciertos, no totalmente inciertos. Es muy angustiante construir una identidad,
custodiando no parecerse a las mujeres, cuando qué cosa son las mujeres también
es algo incierto.
* Hay un tema poco trabajado
en el texto (porque es un texto clásico y ya viejo) es lo femenino y lo masculino. Él plantea una posición
constructivista, culturalista etc., pero no deja de hablar en singular. Lo
masculino en oposición a lo femenino. Me parece que, en relación a lo que decía
Diana, tampoco está tan claro qué es lo femenino, porque tampoco es
transhistórico y transcultural. Hay siempre una reconfiguración de qué es ser
mujer en cada cultura, y éste es un texto que en ese punto me parece
esquemático.
* Igual yo no entendí cuando
dijo Diana recién que lo femenino no queda explicitado, porque lo femenino en
este caso podría ser lo femenino hegemónico, más allá de que la mayoría de las
mujeres no responda a eso modelo. Pero yo creo que culturalmente sí es bastante
claro qué es lo femenino. No lo femenino real, sino lo femenino como modelo.
* Pensé lo mismo cuando vos
te referías a esta incertidumbre respecto de lo femenino, porque, por otra
parte, hay algunos emblemas de lo que es lo femenino como lo contenedor, lo
amable, lo que da cuidados… ¿cómo lo entendíamos?
* Ese paradigma de lo
femenino, lo sensible por oposición a lo racional, lo contenedor por oposición
al decisionismo, lo cooperativo por oposición a lo competitivo, lo colectivo
por oposición a lo individualista. Entonces, los varones tienen ese mandato de
lo competitivo, lo individualista, lo meritocrático… Pero pueden estar rodeados
de figuras femeninas que no dan con estos parámetros, y entonces, construir
esto con ese ideal. Es un ideal que uno recibe de una manera compleja. ¿Cómo
recibe uno el ideal de qué es lo masculino y qué es lo femenino? Es bastante
complejo, no es solamente por identificación. A veces hay explicaciones
psicológicas, la vez pasada hablábamos de estos aspectos psicoanalíticos de la
identificación y la empatía en contra de la oposición. Pero eso psicológico es
individual, es una subjetividad con otra, y no se construye así el paradigma de
lo masculino y de lo femenino. Entonces, se obtiene por objetos culturales,
puede ser un dibujo animado; el jardín de infantes y quién puede ir al rincón
de la casita y quién no, legítimamente; los cuentos infantiles; millones de
cosas culturales que van generando ese paradigma o ese estereotipo.
Más bien, quería hacerles
ese enorme relato de los rituales de construcción de masculinidad que había
durante la infancia y la adolescencia y la juventud, una cosa que se recibe
durante toda la vida por el control de pares. Nosotras, las mujeres, cuando en
el feminismo reflexionamos sobre la construcción de la feminidad, no
reflexionamos tanto sobre todo este aspecto de la construcción de la
masculinidad. Parecía que la masculinidad era como un tubo, o una línea de
montaje por la cuál entraban niños y salían varones, y nosotras éramos sobre
las que se imprimían todos estos mandatos. Para mí fue una sorpresa –se
acuerdan que la reunión pasada hablábamos del dolor en la construcción de lo
masculino- la manifestación de lo costoso que era para cada varón que ahí
narraba su historia; no un varón que había sido hostilizado por su orientación
sexual o que ha sido discriminado de algún modo, para todo varón, lo
dificultoso, lo trabajoso y, a veces, lo angustiante que resultaba construir
esta masculinidad en función de esos rituales, de disciplinamiento.
* Aparte, se me ocurre,
paranoico, también. Relacionado con esto que decía recién Diana, no tener
demasiada certeza respecto de qué me tengo que oponer, me pone paranoico,
porque, ¿de qué me tengo que cuidar? Es una sensación angustiante, paranoica…
* Sí, de control.
* A mí me interesaba pensar
la relación entre la masculinidad y el mercado, que plantea en la página 50:
“La masculinidad vigente en el mercado define las
normas por las que se rige la virilidad norteamericana.” (Kimmel, p. 50)
Aquí pone el mercado, y
después habla de virilidad norteamericana, entonces pensaba también, en la
globalización y el mercado global, y qué puede significar eso para la
construcción de masculinidad. Plantea también:
“Si el mercado es donde se verifica y prueba la
virilidad, se trata por lo tanto de un escenario ‘generizado’, en el cual se
cargan de significado las tensiones entre hombres y mujeres y entre distintos
grupos de hombres.” (Kimmel, p. 50)
Por un lado, me parece que
es interesante pensar cómo hoy, el mercado es un lugar de construcción de esa
masculinidad, pero también un mercado que se está globalizando, y qué
implicancias tiene esto, en un punto de vista más general, en su impacto
cultural, porque después lo remite a una virilidad norteamericana. Entonces,
hasta dónde se mueve lo hegemónico, es un modelo hegemónico global. Estaba
pensando también en el debate que habría en Cuba con la construcción de la
virilidad del mercado norteamericano, es decir, qué implicancias tiene esta relación
entre la masculinidad y el mercado en términos culturales más globales. Es una
pregunta que me hago.
* Yo quería volver un poco a
lo que decía Diana de pensar la feminidad. Cuando leía el texto pensaba todo el
tiempo en que la feminidad en el psicoanálisis es aquello que está ausente de
representaciones. Se define como lo opuesto a algo que está definido. El hombre
se define como pura actividad desde la lógica del pene, del tener, y lo que no
es hombre es lo que falta, lo que no se puede ligar, lo que no tiene
representación. Está ahí flotando, pero sin estar totalmente definido. Cuando
hiciste esta intervención me hiciste acordar mucho a eso. Me parece que da
vueltas todo el tiempo sobre aquello que no es, aquello que no se nombra, pero
a la vez está ahí.
* El autor, en el segundo
apartado trabaja con la tesis de Freud. Yo quería hacer un comentario sobre lo
que señalaba la compañera sobre el mercado, y sobre estas reglas que se imponen
a los varones. Es cierto que cuando trabajamos con estudios de género, muchas
veces se piensan como sinónimo de estudio de mujeres. Es difícil, aunque estos
textos ya tienen muchos años, pensar también a los varones como sujetos
generizados por la cultura. Una tiende a pensarlo más desde el esencialismo. Es
interesante lo que señala Kimmel, que estos modelos son irrealizables para
cualquier persona, lo cual implica un grado de frustración y de fracaso en el
intento de poder amoldarse a este ideal, que se puede pensar más en el caso de
las mujeres. Me parece que en el caso de los varones estamos todavía más
reticentes al sufrimiento respecto de las reglas de generización para los
varones. Muchos estudios de masculinidades hablan de este modelo irrealizable,
muy presente en las industrias culturales, no sólo norteamericanas, que llevan
una continua sensación de fracaso.
* Una pregunta: ¿el término
virilidad está usado absolutamente como un sinónimo de masculinidad?
* Sí.
* En relación a lo que
planteaba Claudia y remarcabas vos recién Caro, me parece que, a la hora de
pensar en la masculinidad hegemónica, marca ahí justamente una homologación
entre virilidad y masculinidad, porque plantea en la página 51, cuando hace la
definición de la masculinidad hegemónica, después de plantear lo del mercado al
que hacía referencia Claudia, pone el eje en el poder:
“Esta es la definición que llamaremos masculinidad
hegemónica, la imagen de masculinidad de aquellos hombres que controlan el
poder, que ha llegado a ser la norma en las evaluaciones psicológicas, en la
investigación sociológica y en la literatura de autoayuda y de consulta
destinada a enseñar a los hombres jóvenes cómo llegar a ser ‘verdaderos
hombres’” Retomando a Connel. Después
dice: “La definición hegemónica de la
virilidad es un hombre en el poder,
un hombre con poder, y un hombre de poder.”(Kimmel, p. 51)
En un principio, pensar que
el poder no puede estar mediado por la lógica del mercado, poder en términos de
adquisición, de recursos, en términos de acumulación, en términos de posición
de clase, pero que a la vez, esta resistencia de pensar muchas veces en el
dolor o en lo angustioso de los procesos de construcción de la identidad
masculina, me parece que tiene que ver con muchas cosas. Una cosa es que el
hecho de que ésta sea la concepción hegemónica y que haya muy pocos hombres en
carne y hueso que ocupen realmente esta posición, no quita que haya toda una
serie de otros hombres, que, alejados de algunos de estos criterios de
validación de esta masculinidad hegemónica, adquirimos otros que nos llevan a
mantener una posición de poder respecto de estas otras, o estos otros
subalternizados por condiciones de raza etc. Entonces, me parece que tiene que
ver con los equilibrios -de los que hablábamos en los encuentros anteriores- de
estas resistencias. Hasta dónde el pensar en lo angustioso de estas
construcciones implica invisiblizar el lugar de jerarquía y de asimetría
existentes, que no tendría por qué ser una lectura maniquea, pero a veces
caemos un poco en eso, porque se pone la balanza en alguno de estos dos lugares,
en función de una intencionalidad política. Porque si no, ¿por qué funciona? Si
podemos llegar a la reflexión de que la mayoría de los hombres en carne y hueso
no tienen posibilidad de validar en la práctica ese modelo que es hegemónico,
por lo cual consensúan en algún punto en la construcción de su personalidad y
de su subjetividad; si tiene la eficacia que tiene ese modelo, es que aún sin
poder llegar a ser eso, el camino de perseguir eso te permite sostener una
posición de poder respecto a otras. Me parece que una clave de lectura de por
qué no indagar en las angustias y el dolor en la construcción de la identidad
masculina, es primero porque no es una pregunta que surja de los sectores
subalternos en términos de realización, y en segundo lugar, por parte de muchos
varones, no queremos esta pregunta. No queremos esta pregunta, porque descubre
justamente que no somos quienes decimos ser, y estamos en la posición que
decimos estar, y en la que necesitamos estar para reproducir las relaciones de
poder. Hay preguntas que se empiezan a anunciar desde determinados contextos
históricos, en función de determinadas reflexiones que se habilitan, justamente
por la crisis del orden de género, de la que hablábamos en relación al texto de
Connel. Hoy muchos varones nos podemos preguntar cuestiones en relación a esto,
porque ya nos dimos cuenta que no estábamos en posiciones de poder hegemónicas,
y muchísimas de estas cuestiones nos empiezan a hacer ruido, ya sin la
capacidad de ser tan sordos como generaciones anteriores. Me parece que hay que
pensar las preguntas en relación al contexto, que parte de la resistencia de
preguntarnos esto durante mucho tiempo tuvo que ver con eso.
* A mí, esta misma frase que
vos comentaste, “un hombre en el poder, un hombre con poder,
y un hombre de poder.” (Kimmel, p. 51) me despertó algo. Criticamos el poder, pero
a todos, en algún lugar muy interno… Creo que a todos nos subyuga, como una
especie de becerro de oro, de esa cosa ahí que todo el mundo quiere. Que
después uno vaya haciendo un análisis como éste y pueda ubicar esta cuestión
del poder, lo saludable y lo enfermo del poder, es otra cosa. En primera
instancia, a todo el mundo le fascina el poder.
* Quería seguir con lo que
dijo Luciano, que esta autocrítica del rol que nos toca a los varones puede
ponerse en duda, -no tanto, como decía Luciano, el darnos cuenta que no
ocupamos una posición de poder, porque sí la ocupamos-, sino que por ahí
tomamos conciencia de eso y nos podemos solidarizar con los grupos que sí vemos
oprimidos.
Supongo que, en el grupo de
ustedes –y no es por hablar del grupo de ustedes, porque no creo que les esté
pasando esto sólo a ustedes-, en parte es darse cuenta del rol de dominador que
uno ocupa. Al interior del mundo de los varones sí, probablemente no ocupen el
modelo hegemónico, pero también solidarizarse con el otro que está ahí, que por
ahí incluso es mayoría.
* Simplemente digo, no en
relación al colectivo en particular, pero sí, la diferenciación entre asumirse
en posiciones de privilegio y de poder, y de asumirse como representante de la
masculinidad hegemónica, marcar este contraste. Una cosa es tener privilegios
en el marco de una organización particular, compuesta por sujetos subalternos,
y otra cosa es pensar que uno es el hombre en el poder, del poder y con el
poder. Me parece que ahí hay un contraste que muchas veces es lo que habilita
hacernos estas preguntas. Darse cuenta que toda la vida uno persiguió la
zanahoria que nunca va a alcanzar y que, en determinado momento, aparte de
darse cuenta de eso, decirse: no quiero alcanzarla. Es como un quiebre.
* Esto se junta con lo que
señalaba Claudia respecto al mercado que define este tipo de sujeto, porque en
este camino de lo que se quiere alcanzar, se disciplinan ciertos consumos,
ciertas jerarquías que se van a aceptar, porque conducen, supuestamente, a que
alguno de ellos llegue, como en una jerarquía militar, es una pirámide donde
alguno va a llegar, y entonces justifica toda jerarquía.
* Es un mercado simbólico
súper fuerte que acompaña lo otro. Pensando en el mercado, tiene un mercado
paralelo que es lo simbólico. Construye lo material, pero también construye
culturalmente, y a veces es mucho más fuerte, porque de hecho llega a personas
que por ahí, desde lo material, no accederían a cierto tipo de estatus. El
mercado es esta posibilidad, aún cuando no está incluido en esta definición,
aspira a hacerlo, cueste lo que cueste. Me parece que en este sentido, el
mercado también está pensado desde lo simbólico, más que solamente desde lo
material.
* Incluso diría, retomando
esto último que vos sostenés, que muchos hombres basan su identidad poderosa
precisamente en el tener, no en el ser, y hasta dónde pesa esto en la
construcción.
* A mí me pareció
interesante la contextualización de las masculinidades según las distintas
etapas históricas que han habido en las sociedades a partir de cambios y
cataclismos que han sucedido a lo largo de la historia. Él habla de que hay
tantas masculinidades como etapas en la historia, y supongo que esta nueva era,
en la cual se ingresa a partir de los años sesenta a un mercado global, también
exige un ser hombre global. Exige un nuevo ser global de la sociedad, y por lo
tanto, todos los mecanismos relacionados a la educación y a los patrones de
consumo, empiezan a exigir un nuevo arquetipo de hombre, que supongo que de
alguna manera está relacionado a los procesos que han habido en la revolución
industrial cuando se exigía una determinada dureza en el trabajo, y en la que
se empieza a edificar una imagen del hombre relacionada al trabajo y a la
rudeza. En las sociedades modernas, a partir de los años 60 se empieza a
edificar, también, un nuevo paradigma de hombre en relación a cuáles son las
ventajas y desventajas que hay dentro de un sistema de consumo de valores totalmente
condicionados por los valores de mercado.
- Pasemos al segundo
apartado que encierra la mayor complejidad del texto, al menos para mí, que
entiendo bastante poco de psicoanálisis, y se llama “la masculinidad como huida
de lo femenino”. Yo había planteado dos ejes: ¿Cuál es la tesis de Freud sobre la configuración de la masculinidad y
qué papel cumple allí la sexualidad? Es todo el planteo de la página 52, y luego, en la
página 53, dentro del modelo de Freud,
¿cómo se explica la huida de la feminidad? y ¿cuál es la diferencia entre
hombres y mujeres respecto de la demostración de su identidad de género? Es
punto me pareció muy interesante, cuando señala que las mujeres no
necesariamente estamos todo el tiempo probando nuestra condición de mujeres, y
esto sí sucede en el caso de los varones.
Respecto de la primer tesis, podemos dar la palabra
a aquellos compañeros que nos pueden explicar un poco mejor la teoría de Freud,
la parte donde dice: “Tal como Freud lo
sostenía, el proyecto edípico es un proceso de la renuncia del niño a su
identificación con el profundo vínculo emocional con su madre, reemplazándola
entonces por el padre como objeto de identificación.” (Kimmel, p. 52)
* En principio, Freud para nada trabajó con la
cuestión de género. Centró toda su teoría de evolución sexual en lo que se
conocía: el hombre. La mujer, en aquella época, no existía. Por ahí debe haber
habido, seguramente, algunos errores de apreciación, pero era lo que había. En
realidad, lo que toma el autor y que vos leíste recién, está bien, es así, lo
que pasa es que no es completo. Cuando yo lo miraba pensé que en realidad no
está mal que tome de toda la amplitud de la teoría de la evolución sexual
aquello que va a servir como fundamento a su postura, pero no todo es así. Por
ejemplo, lo que habla de los procesos de identificación es correcto, pero los
procesos de identificación se mueven por energía libidinosa, puede ser la
amorosa o la agresiva. El tema es qué pasa cuando se establece un vínculo con
el objeto libidinizado sobre la base de la agresión. Evidentemente, el proceso
no es así. Muchos colegas piensan que en el caso de la homosexualidad se trata
de un fracaso en la identificación del varón con la figura masculina, y un
quedarse en la relación de dependencia con la mamá. Pero puede haber otro tipo
de situación. Puede haber con la figura masculina una identificación con el
agresor, pero no por querer tener los atributos que él señala acá que tiene el
padre, sino por quererlo al padre para consumar la relación edípica. Ahí, el
elemento que prohíbe o que limita es precisamente la madre. No sé si fui
clarito en lo que dije, pero en principio, lo que él toma acá es correcto.
Aparte que la mujer, -no lo cito pero ya que estamos lo comento- el proceso es
más complicado, porque la mujer, al principio, tiene que salir de esa relación
de dependencia para poder establecer con el padre lo que sería el modelo, el
molde de una iniciación heterosexual, pero después tiene que volver con la
madre, para hacer lo que llamaríamos identificación de género. El tema es qué
pasa entre la vicisitud entre mujer y mujer, para conseguir el objeto de deseo.
Ahí, las combinaciones son múltiples.
* Me parece que el tema es el alcance de este
modelo. ¿Qué es lo que está explicando? Explica la posición del varón
occidental, explica el lugar del varón en una cultura patriarcal. Más allá de
Freud, hoy, desde un posicionamiento académico, desde un posicionamiento
político, ¿qué es lo que no está diciendo? Además, a mí me da la sensación de
que Kimmel denuncia la parte del mercado, y después se queda en este enfoque, y
sigue en este enfoque y lo del mercado lo olvida. Hay muchas culturas que
quizás no tengan este modelo, entonces, ¿hasta qué punto es explicativo?
* Otra cosa es que el psicoanálisis funda una
perspectiva heterocentrista, es decir, contempla la resolución del complejo de
Edipo para definir una estructura neurótica o psicótica, y la resolución del
complejo significa separarse de la madre, de lo femenino. Entonces, con eso lo
que deriva es el deseo hacia las mujeres en el caso de los hombres, y viceversa
con las mujeres, pero solamente da estas dos alternativas. También habría otra
cosa, aunque el autor no lo considera, pero el psicoanálisis cambia totalmente
con Lacan muchos de los supuestos freudianos. Entonces, una cosa sería lo que
aporta Freud, y otra cosa sería lo de Lacan. Lacan es todavía más centrado en
la posición del padre, la función del padre, etc.
* Una cosa que quiero agregar. Desde el punto de
vista clínico, el análisis lacaniano en la práctica no ha tenido buenos
resultados. En realidad, lo que más hay como investigación clínica, es lo otro.
Con todas las limitaciones que tiene el psicoanálisis, pero tampoco es sólo el
psicoanálisis tradicional; se ha incorporado la cuestión de género y demás. A
mí por ejemplo me hubiera gustado, cuando vi esta parte, que pudiera haber
metido algún material a título ilustrativo de cómo se va dando el proceso del
conflicto, la resolución del conflicto. Me parece que hay cierto prejuicio
respecto del psicoanálisis. Yo lo entiendo, lo comprendo pero…
* Para mí hay que volver a analizar el mito de
Edipo, desde una nueva estructura de pensamiento, porque hay algo que a la
conciencia de Freud se escapa, y es que en la conciencia de Edipo no existe la
figura de la madre como él la analiza. En él cae el peso de la construcción
social. Edipo no ve en Yocasta una madre, ve a una mujer. El problema es cuando
después se desvela que en realidad es su madre, y es ahí cuando cae el peso de
las construcciones sociales y recaen en el ego edípico, sobre todo en la
relación con el padre. El padre, de alguna manera, también es portador de una
construcción social que en sí misma, si la analizamos desde una perspectiva
freudiana, dejan mucho que desear. Las figuras de lo patriarcal, las figuras
que podemos hacer a partir de la construcción social de los mitos… Todos los
mitos griegos son heterocentristas como dice el compañero.
* Pensaba también en algunos textos, donde se trata
de poner en relación está cuestión de lo edípico como una forma cultural de
cómo hacer entrar la prohibición del incesto a la vida en sociedad. Más allá de
la construcción de la identidad individual, es identidad individual es
necesaria, por lo menos desde algunas explicaciones antropológicas, es como un
mecanismo que posibilitaría ciertas funciones sociales. Una es la prohibición
del incesto, o en algún momento se habla del intercambio de las mujeres o de
los objetos para crear una unidad y procrear la especie. Me parece que no hay
que tomarlo solamente desde lo tan textual de lo que Freud dice, sino como
mecanismos más grandes que permiten explicar esta relación entre lo social como
una macroestructura que vendría a ser el funcionamiento de los géneros, cómo
eso empieza a hacer carne en la vida de las personas desde la crianza o esta
incapacidad de desarrollarse por los propios medios naturales de los seres
humanos hasta cierta edad. Ahí ingresa la cultura con toda su potencia para
permitirle vivir, pero también le trae todos estos mensajes y estas formas de
construirse. Me parece que hasta el momento que Freud pudo identificar, lo que
identificaba era esto de lo femenino y lo masculino. Todo lo que hoy podemos
pensar sobre la aparición de una gran cantidad de identidades que no pueden ser
explicadas desde una teoría psicoanalítica más clásica, me parece que a
nosotros nos abre también un panorama, y por ahí no podemos pretender que
estuvieran en los textos clásicos del psicoanálisis, y hasta ni siquiera en
ciertas reinvenciones del psicoanálisis feminista, porque la realidad es que es
un panorama mucho más actual, y se va ampliando y complejizando a la medida que
las subjetividades pueden manifestarse. Eso es lo que interesa de lo que se
está hablando en el texto.
* Una cosita que no dice el texto y que ahora estaba
acordándome, que tiene que ver con la construcción de subjetividades. En
realidad, cuando él se refiere al proceso de evolución psicosexual, habla de un
proceso que se repite. No hay cambio, quiere decir que todos pasan por el mismo
proceso, las mismas etapas, para llegar a lo mismo. Se relaciona, justamente,
con la masculinidad hegemónica, porque todos los procesos de identificación y
de intercambio con lo social traen improntas que lo hacen reafirmarse en un
lugar de poder.
* Lo que escribe en la página 53 puede ayudarnos a
pensar en la importancia que tiene para la propuesta de Kimmel la tesis de
Freud, en la medida en que, en ese mismo párrafo, habla, por un lado, de la
negación de lo femenino y de la importancia de validación entre pares. Dice:
“La
huida de la femineidad es enojada y temerosa, porque la madre puede castrar tan
fácilmente al muchacho debido a su poder para volverlo dependiente, o por lo
menos de recordarle la dependencia. Esto ocurre inexorablemente; la hombría
llega a ser una búsqueda de toda la vida para demostrar su logro, como si
probáramos lo improbable a los demás, porque nos sentimos tan inseguros de
nosotros mismos. Las mujeres no se sienten frecuentemente forzadas a probar su
condición de mujer, la propia frase suena ridícula. Ellas tienen otro topo de
crisis de identidad de género; su enojo y su frustración, y sus propios
síntomas de depresión, se deben más al hecho de ser excluidas que al
cuestionamiento de si son lo suficientemente femeninas.” (Kimmel, p. 53)
* Respecto de eso quería decir algo: ¿qué sabés
Kimmel? No es un comentario muy académico.
Hay un problema ahí. Kimmel se está basando en
Freud, y Freud nunca pudo comprender lo que era el Edipo femenino, y tuvo la
fidelidad suficiente, como investigador, como para cambiar tres veces su teoría
del Edipo y tratar de ajustarla, de acuerdo a sus observaciones clínicas. Yo
creo que Freud hizo un enorme esfuerzo y no llegó a comprender qué quiere una
mujer; no llegó a comprender por qué una mujer mantenía el apego con su madre,
y trató de explicarlo dentro de esta universalidad de algo que él pretendía
para el género humano, y con las mujeres no le daba la explicación. Entonces, a
ver qué les pasó con el Edipo a las mujeres.
Kimmel, basándose en Freud, va a retorcer un poco la
idea del Edipo. Esto de que el varón tiene que probar su condición, que dice en
el párrafo anterior, en la página 52, está muy bien:
“La
masculinidad, en este modelo, está irrevocablemente ligada a la sexualidad. La
sexualidad del muchacho se parecerá ahora a la sexualidad de su padre (o por lo
menos, a la manera que él se imagina a su padre): amenazante, devastador,
posesivo, y posiblemente, castigador. El muchacho ha llegado a identificarse
con su opresor; ahora él mismo puede llegar a ser el opresor. Pero un terror se
mantiene, el terror de que el joven muchacho sea desenmascarado como un fraude,
como un hombre que no se separado completamente e irrevocablemente de su madre.
Serán otros hombres los que lo desenmascararán.” (Kimmel, p. 52)
Esta idea medio épica de cómo se construye la
masculinidad, contrasta con que la mujer no tiene que probar su condición de
mujer, y yo creo que no es así en absoluto.
Lo que no hay, efectivamente, es el control de pares
que hay con la masculinidad. Ésa sí me parece una diferencia importante. Me
parece que va más por la línea materna, por una genealogía que por un control
de pares.
* Me parece que en esta época, también es una
cuestión de mercado. La cuestión del cuerpo, mirarse en el espejo, la bulimia,
la anorexia son como una muestra de que hay algo allí en la constitución de la
identidad femenina, que también está puesto en relación a pares, pero no en la
misma modalidad que los hombres, que la palabra masculina la tienen acá en el
oído.
* Es que son cuerpos que circulan en un mercado
* Esto por un lado, y por otro lado me quedé con
ganas de decir otra cosa que tiene que ver con lo que decíamos antes del
psicoanálisis: Freud escribe sobre la base de lo que escucha de sus pacientes,
escucha y escribe. Por eso es tan anecdótica la teoría de Freud, y tan ingenua
por momentos, cuando la miramos después de Lacan. Lacan hace una relectura de
Freud con otras categorías que trae de distintos lugares, y entonces le da otro
ruido. Lo que yo rescato es el concepto de identificación, porque me parece que
el Edipo psicoanalítico tiene estas dos vertientes como consecuencia: la
posición sexuada de la persona y la identificación. Yo rescato la
identificación como concepto, porque después ese concepto lo vamos a ver en
otros autores de otras líneas…
* Incluso en el psicoanálisis feminista.
* … y me parece que como concepto para comprender
cómo deviene o cómo luego se incorporan y se manifiestan actitudes,
características, formas, valores etc. Me parece que el proceso de
identificación, sí aporta y mucho para comprender este fenómeno del acceso a la
masculinidad, y a la feminidad también.
* A mí me parece, por lo que sé de psicoanálisis y
de Freud, que Freud es tremendamente especialista y en todo su análisis no tiene
en cuenta ni en consideración los condicionamientos sociales y culturales que
existen sobre las personas. Él hace un análisis como si las personas solamente
tuvieran procesos psíquicos y no estuvieran influenciados por su medio. Me
parece que hacer un análisis de género, basándose en esas ideas de Freud, no
puede conducir a un puerto, porque nos estamos olvidando de algo que tiene
mucho peso en el género de cada una de las personas.
También me parece que el hecho de decir que las
mujeres no tienen que probar su condición de mujer, no sé hasta qué punto es
cierto. Yo creo que se prueba la condición de mujer en otros aspectos, en otros
ámbitos y de manera diferente que la de los hombres, pero se tiene que probar.
* Sobre esto último, de la diferenciación que habría
en la demostración de la identidad de género de parte de hombres y mujeres, me
parece que ahí hay una paradoja que se escapa en el texto. En esta última frase
que decía que “tienen otro topo de crisis
de identidad de género; su enojo y su frustración, y sus propios síntomas de
depresión, se deben más al hecho de ser excluidas que al cuestionamiento de si
son lo suficientemente femeninas.” Me parece que se escapa una paradoja
ahí, porque justamente, de qué están excluidas las mujeres… Cuando la mujer
accede a estos lugares que históricamente fue excluida, pareciera que deja de
ser mujer, en el sentido de que justamente, si estamos hablando de la exclusión
de determinados espacios de poder masculinizados, o determinados recursos,
ámbitos de socialización, características que se suponen que son esencialmente
masculinas de las cuales las mujeres están excluidas, y por eso sería que
padecen; ahora, cuando la mujer accede a esos espacios dejaría de ser mujer o
se pondría en crisis. Entonces, me parece que hay una paradoja ahí, como si
fueran cuestiones totalmente descendidas una de la otra, cuando en realidad
tienen que ver un poco con lo mismo. El dejar de estar excluida te hace dejar
de ser mujer. La exclusión siempre tiene que ser desde un lugar de subordinación.
La otra cuestión que me
parece que en este mismo apartado queda un poco reflejada, tiene que ver con
esta pregunta que hacía Diana al principio ¿qué sería lo femenino de lo cual se
huye? Claramente queda asociado a algunas mínimas características que se
asocian con el rol materno. Él no está situando lo femenino en términos de lo
femenino hegemónico o formas de feminidad subalterna, ni ligadas a la cultura o
a determinado contexto histórico. No la sitúa, como hace con la masculinidad,
en Estados Unidos, describiendo las características de clase, raza y demás,
sino que asocia lo femenino a maternidad. El distanciamiento o la huida de lo
femenino tiene que ver con huir de la acogida, de la ternura, de la compasión,
eso que asocia a la madre, de lo cual uno tiene que distanciarse como rasgo
personal. Me parece que ahí también hay una esencialización de la feminidad,
asociada claramente al rol de la maternidad.
* Incluso en eso mismo, la
idea de la asociación de lo femenino a la maternidad tiene que ver con un rol
de reproducción de la vida, que es un rol en el mercado. En cambio, al hombre
no se le pide la paternidad como demostración de su ser masculino. Entonces, me
parece que queda muy claro ahí también la relación con los roles previstos de
demostración en términos de producción y de reproducción. Los roles quedan muy
marcados en relación al mercado, en el sentido más tradicional.
* En esa misma página 53
habría que dejar abierta una pregunta que acá no aparece. En el proceso de
construcción de subjetividad masculina, también tiene que ver la mujer. No es
una cuestión de que el ejercicio de la masculinidad sea solamente producto de
las vicisitudes en el vínculo con el padre, la madre también está. Deja abierto
un interrogante interesante que no hace a lo medular, a lo central del trabajo.
* Respecto de ese párrafo
que leí al comienzo, lo de probar la condición de hombre. Me parece que ésta es
una tesis central del autor, porque por eso habla en el próximo apartado de la
masculinidad como validación homosocial. Claramente, como es su tesis central,
después va a pensar que la masculinidad se configura a partir del valor de los
pares respecto de las propias conductas. Acuerdo que otras tesis, como la del
mercado por ejemplo, desaparecen del trabajo, porque como su propuesta, su
intención es pensar el modo en el que la masculinidad se va conformando entre
pares, toma la tesis de Freud, piensa en el tema de la demostración de esta
masculinidad y sigue para adelante. Sería interesante dejarnos como pregunta de
qué manera las mujeres también tenemos que probar nuestra condición de género
para caber dentro de la definición de mujer. Algunas de las mujeres dijo la
maternidad, justamente ése puede ser un modo de probar que se es mujer.
* Yo quería agregar una
frase más que me llamó la atención, que está en la página 53:
“La identidad masculina nace de la renuncia de lo
femenino, no de la afirmación directa de lo masculino, lo cual deja a la
identidad de género masculina tenue y frágil.”(Kimmel, p. 53)
Lo que yo pensaba es que en
realidad se puede sacar “masculino”, y es una definición de identidad. Recién
casi me salteo “masculino”, incluso. Quiere decir que la identidad de género en
sí me parece tenue y frágil, y por ahí necesita constantemente un binomio tanto
femenino como masculino para afirmarse.
* No sé si estoy tan de
acuerdo. Si bien entran características como lo tenue y lo frágil dentro de la
feminidad. Me parece que no está esencializando lo femenino, en tanto que en
este caso no está pensando dos identidades, la feminidad y la masculinidad.
Está pensando la masculinidad y ese otro que genera no serlo, y me parece que
se aproxima más a lo que vos decías al principio: ese miedo a caer en otro
afuera. Eso, acá lo nombra como femenino y puede ser un montón de cosas
constantemente, y ahí está lo probatorio.
* Por eso no termina de huir
nunca.
* ¡Justamente! Por eso me
parece que no está esencializando lo femenino, porque ese otro, es lo que
provoca miedo, y es lo que va a seguir a lo largo del texto: el miedo o esa
huida constante, que tiene que comprobar que no soy ese otro. Eso cambia, eso
va variando, eso se puede desplazar; pero siempre hay otro, por eso no está
esencializando, en tanto que no toma dos identidades. No habla de que tenemos
la construcción de la feminidad en esta sociedad, y tenemos la construcción de
la masculinidad, sino que está la masculinidad como espacio de poder que
construye siempre un otro, un afuera, alguien a donde no tengo que caer nunca.
* ¿Pero por qué necesitarían
ser dos para ser esencializados? Puede haber muchas identidades esencializadas.
* Sí, pero no lo entiendo
como que está esencializado ese espacio, sino que es aquello a lo que se teme.
Es más, en la discusión con Freud, no sé por qué trae a Freud, no lo entendí en
eso, y si quiero entenderlo, me lo explico como que quiso hacer un relato.
Tomar una ficción que después le va a servir, porque fíjense que al final
termina con la historia del actor ése, y es lo que quiso decir en realidad:
esta cuestión probatoria. Ni siquiera profundiza en la teoría psicoanalítica.
Usa un relato, casi un cuentito, una narración, y lo que quiere contar es que
la masculinidad debe comprobarse constantemente, y la masculinidad es
constantemente pública, a través de la mirada de los otros.
* Está bien, pero no es
menor este cuento, justamente, para lo que está construyendo, su hipótesis de
dónde comienza el distanciamiento de lo femenino. El título, lo que está
hablando es de la huida de lo femenino, no de la huida de lo otro. La huida de
lo otro podría ser la huida del varón subalterno, podría ser la huida respecto
de rasgos homosexuales, la huida de una condición subalterna en términos de
raza, que aparece en otros apartados, pero en éste en particular, lo que está
planteando –y comparto, no la teoría en que se sustenta, pero sí la relación
que va a aparecer en otras preguntas- esta huida de lo femenino como base de
legitimación del sexismo. Ahí sí me parece que hay un nudo interesante, cómo el
sexismo está sustentado en entender que lo femenino es algo desvalorizado que
no debe ser reconocido en uno, en tanto esto restaría posiciones de poder.
Busca explicar esto de alguna manera, y la forma en que busca explicarlo es a
través de la teoría psicoanalítica de Freud, y eso hace que uno pregunte de qué
rasgos estaríamos huyendo a la hora de tener prácticas sexistas, qué sería esto
otro que no se debe reconocer en nosotros y que tenemos que poder
distanciarnos, para no perder la posición de masculinidad. Esos rasgos son lo
que se está asociando al rol materno.
* Justo en la página 54 dice
exactamente lo que dijiste:
“Freud también describió los orígenes del sexismo
–la desvalorización sistemática de las mujeres- en los esfuerzos desesperados
del muchacho para separarse de su madre. Nosotros podemos querer ‘a una
muchacha igual a la que se casó con mi querido papá’, como lo expresa la
canción popular, pero ciertamente no queremos ser como ella.”
Ahí, me parece que hay una
confusión entre la identidad de género y la orientación sexual. Por ahí se
vincula con lo que se decía antes del mercado: el heterosexismo como
funcionamiento y formación, pero identificarse como hombres implica que te
gusten las mujeres, y no sentirte mujer; todo un entramado que no está claro.
* Cuando él habla de la
renuncia de lo femenino, y no de la afirmación; yo creo que hay renuncia
también a la afirmación. Cuando tomo el término “renuncia” desde el punto de
vista psicoanalítico, lo hago en función de dos cosas: yo puedo renunciar a
algo por amor, o puedo renunciar por represión, por temor al castigo. Son dos
cosas distintas. Se entiende acá que en la evolución normal, para poderme
identificar con papá, tengo que tomar los atributos masculinos, y ceder a ese
vínculo amoroso con mamá. Sería como la salida al mundo. Ahora, cuando esa
renuncia no se hace porque lo que predomina es el ligamento amoroso, afectuoso,
contenedor y demás, es ahí cuando se producen todas las trabas en el proceso de
identificación primario. No necesariamente un hombre tiene una adecuada
afirmación de su masculinidad.
* Cuando el autor encuentra
una contradicción y señala, en la página 53 que tal realidad es diferente a la
de las mujeres; ellas no deben probar su condición de mujer, su crisis no se debe a la negación de lo femenino, sino al hecho
de ser excluidas y sometidas por el género masculino. Si bien hay cierta verdad
en eso, pero no hay que olvidarse de que la construcción del rol femenino,
también es una construcción patriarcal. Entonces, qué implicaría negar lo
femenino, cuando las sociedades patriarcales construyeron el rol de la mujer,
su definición en la sociedad, que no solamente recae en las relaciones de
opresión y sometimiento.
* Si bien es cierto que esto
que retoma el autor de Freud es sólo una mención, eso se reafirma con lo que postula
Lacan, construcciones simbólicas de lo paterno, lo materno… Por ejemplo, cuando
en los círculos psicoanalíticos se hace esta crítica, ellos mencionan que los
conceptos de las funciones son simbólicos, que no representan a una mujer o a
un hombre en tanto biológico. Pero si somos todavía más incisivos, si nos vamos
a la construcción de estos conceptos simbólicos, nos encontramos con que la
caracterización tiene que ver con los estereotipos de lo masculino y lo
femenino. Entonces, en realidad no es algo simbólico, sino que tiene
implicaciones de género. Eso por un lado.
Por otro, hay una
psicoanalista, seguramente la conocen, Silvia Bleichmar, que en su libro Paradojas de la sexualidad masculina dice
que el psicoanálisis ha quedado en deuda con los hombres porque dice que cómo
se pretende que, por ejemplo, lo masculino se tenga que identificar con la
huida de lo femenino o con la no- identificación con lo femenino, si lo
femenino está asociado a la falta. Es otra de las críticas que se hacen al
psicoanálisis.
* La cuestión de la falta
también aparece acá, en la página 53, cuando dice que las mujeres no tienen que
probar su condición de mujer. “Ellas
tienen otro tipo de crisis de identidad de género; su enojo y su frustración, y
sus propios síntomas de depresión, se deben más al hecho de ser excluidas que
al cuestionamiento de si son lo suficientemente femeninas.” Es
decir, hay una aspiración imposible, porque (las mujeres) nos definimos como
falta, y por tanto como incapacidad para lograr esa inclusión plena. Entonces,
los varones quieren huir de aquello que es lo femenino, y lo femenino es una
aspiración imposible de aquello que es lo masculino. Esto es para siempre…
* La insatisfacción como
rasgo de constitución.
* El autor no explica mucho
lo psicoanalítico, me deja en una historieta complicada. Desde las teorías
sexuales infantiles, Freud habla de la actividad sexual de los niños a partir
de la pregunta: ¿de dónde vienen los niños?, que es una pregunta que no se
puede contestar y que nadie tiene una verdad. Es decir, no hay una
representación sobre eso, de dónde viene. El niño y la niña parten de la
premisa universal que es “todos tienen pene”. Ahí ya se instaura una lógica de
lo que es tener y lo que es no tener. Lo que es no tener, no se sabe bien qué
es. Cuando entran en el complejo de Edipo, la niña se va todo el tiempo, según
Freud, se va a constituir entrando a castrar el complejo de Edipo, en busca de
lo que no encontró en la madre, es decir, busca un pene en el hombre, pero se
sigue definiendo como algo que le falta. Entonces, tampoco define la femenina,
ahí iba un poco. Lo femenino es aquello a lo que le falta representación, así
como la muerte que no tiene asidero en lo simbólico. Lo que pasa es que lo
simbólico, también me cuesta un poco definirlo, porque lo toma de Lacan, cosa
que me cuesta entender. Me parece interesante cómo la virilidad es ese intento
de huir de este significado que les suena a lo mortífero, como a la falta de
representación, como a lo femenino. En realidad, el hombre está todo el tiempo
tratando de huir de eso, remarcando lo que tiene.
* Yo me preguntaría:
¿cambiaría en algo el planteo, si en vez de decir: el otro es lo que le falta
de mí, a decir: el otro es diferente?
* Claro, pensar al otro como
un diferente, ya es pensar otro que no entra dentro de esta lógica del soy – no
soy, del 0 al 1, del tener – no tener. Hay un montón de otras lecturas.
* Lo que pasa es que en
Freud, la dicotomía es muy fuerte; su pensamiento es totalmente dicotómico.
* Por otro lado, el súper-
yo como heredero del Edipo juega con esta cuestión que por ahí nos sirve a
todos para pensar que el sujeto o la sujeta se arma esta identificación con padre o la identificación con madre, objeto de amor madre o padre, ya
sea lo sujeto. Esto también se juega en cómo se va a estructurar el aparato
psíquico.
* Retomando lo que decía del
súper-yo, ahí está también una de las causas de agresividad o de la violencia
que se la adjudica también al hombre. Freud jamás se refirió a un súper-yo
amoroso, sino un súper-yo castigador, censurador. Si esto lo relacionamos con
qué cosas tenemos que tomar del hombre para mostrar su identidad masculina y
ser reconocido, tiene mucho que ver.
* Lo que quería agregar es
con qué sale el hombre, y cómo sale el hombre, es decir, que sale con los
títulos para después ocupar el lugar de varón o de padre, básicamente va a
decir que sale con los títulos necesarios para ocupar el lugar de padre, y así
se sigue reproduciendo una cultura. Cosa que no pasa con la mujer, porque la
mujer se vuelva al padre para que le dé esto que teóricamente le falta. Habla
de la falta y de la diferencia, tener o no tener. Esto es con lo que él va a
jugar siempre, y no lo va a explicar nunca.
* Si les parece, pasamos al
próximo apartado, que es “la masculinidad como validación homosocial”- Ahí
marqué tres preguntas: ¿Qué significa que la hombría se demuestra a través
de la aprobación de otros hombres?, que es un poco lo que hablábamos. ¿Cuáles
son los logros valorados como muestra de masculinidad? Y: ¿Cómo se vincula la
validación homosocial con el sexismo?
Nuevamente, el tema de la validación entre pares y
la exclusión de lo femenino, o de las mujeres específicamente, respecto de
aquello que es valioso para los hombres. Respecto de cuáles son los logros
valorados como muestra de masculinidad, me pareció interesante traer un ejemplo
que está en la página 54:
“Piensen
en cómo los hombres alardean entre sí de sus logros –desde su última conquista
sexual al tamaño del pez que pescaron- y cómo constantemente pasamos revista a
los indicadores de la virilidad –riqueza, poder, posición social, mujeres
atractivas- frente a otros hombres, desesperados por obtener su aprobación.”
(Kimmel, p. 54-55)
Me parece que estos ejemplos son muy ilustrativos, y
nuevamente pensando en el mercado y la industria, estos ejemplos aparecen.
Pensaba en tu tesis, Ariel, en qué modo las industrias culturales aparecen en
estos elementos que indican la virilidad.
* En relación a estos postulados, creo que hay una
clara aprobación homosexual, como señala el autor. No solamente entre los
hombres, sino también hacia las mujeres a partir de diferentes hechos sucedidos
a partir de las guerras (Primer y Segunda Guerra Mundial). Cuando la mujer debe
incidir en el mercado laboral, en el mercado del trabajo, debe abandonar
necesariamente una condición de lo femenino para pertenecer al mundo laboral.
De esta manera, por ejemplo, las industrias de la moda empezaron a confeccionar
estereotipos de vestuarios que simbolizaban la figura del hombre; todos estos
vestuarios eran vestuarios de hombres que usaban las mujeres para representar
el rol del hombre dentro de la sociedad que ellas estaban asumiendo ahora como
mujeres, pero a partir de la negación de un rol femenino, también. Desde ese
lugar, es un ejemplo claro que se me viene en relación a cómo la aprobación del
hombre no sólo sucede entre los hombres, sino también empieza a suceder en el
mercado del trabajo con las mujeres. Para incidir tanto en el mercado del
trabajo y en el mercado cultural, deben pasar también por una negación de su
propia condición humana.
* Esto, sobre todo me trajo a la memoria todo lo que
se conoce sobre la violación de mujeres como forma de humillar al hombre. No
significa nada que la mujer haya sido humillada. Por ejemplo ahora, con todas
las discusiones sobre las violaciones durante el genocidio, consideradas como
delito de lesa humanidad, y el por qué. Cuando indagamos un poco más en el por
qué las mujeres no prestaron antes testimonio sobre esta cuestión, una de las
razones era qué puede significar esto en la consideración social. Se
argumentaba que para sus compañeros podía ser una humillación que su mujer haya
sido violada por los milicos, por ejemplo. En eso, estaba muy fuerte la mirada
del hombre y la forma de humillar a otros hombres. En la mayoría de las escenas
que conocemos de violaciones a mujeres en la tortura, el cuerpo de la mujer no
cuenta. Es una relación de poder entre el hombre que puede violar a la mujer de
otro hombre.
* Acá lo dice un poco, la mujer pasa a ser una
devisa, y cómo funciona ahí la mujer en la aprobación entre varones. Yo pensaba
en esto de la aprobación y el hacerse varones: la necesidad de violar a una
mujer, sino en el hecho de volver pasivo a un varón, cómo eso juega adentro de
la aprobación entre varones. La cancha es otro ejemplo, el fútbol y los
cánticos del fútbol, donde siempre se trata de la violación del otro, la
penetración, lo que te voy a hacer, que te voy a violar, que te la voy a poner,
eso se hace para la mirada de otros varones constantemente. La habilidad es
mostrar eso: quién la tiene más larga. Entre varones, y para el otro varón, es
parte de estos rituales de los que Diana hablaba al principio, porque esos
rituales que pueden ser angustiosos, que puedo llevar a cabo de manera más o
menos cómoda o dándome cuenta del lugar jerárquico que ocupo dentro de una
sociedad respecto de eso; todos estos rituales se ejecutan constantemente, y
siempre él que tengo al lado es ese par en las relaciones de género. Es una
relación de cuidado policíaco, no es de cuidado amoroso, porque lo que se está
cuidando es la masculinidad hegemónica.
* Es como el cerco del que no se puede salir, una
frontera constante.
* Yo recordaba una escena de Los siete locos de Roberto Arlt, donde uno de los personajes que es
el rufián melancólico, que tiene un harén de prostitutas. Una de sus preferidas
le es robada por otro rufián, entonces él va al lugar donde estaban reunidos en
una plaza en una especie de picnic o fiesta popular. Con un revólver amenaza al
otro rufián, y obliga a que venga a la mujer, y le practica una felatio delante
del otro, que está amenazado con el revólver y tiene que observar de qué manera
él, mediante este ritual de quién es poseído, quién penetra y quién está
penetrado, muestra que en realidad la mujer vuelve a su propiedad. Ahí no
interesa si la satisfacción de obtener una felatio, esto es absolutamente
secundario. Es como lo que expone Gayle Rubin en La economía política del sexo, una serie enorme de ejemplos de cómo
las mujeres son objeto de pactos patriarcales.
* Tiene que ver con lo que están diciendo las dos.
Yo estaba pensando en las mujeres violadas en las conquistas de territorio,
como una extensión de ese territorio. La violación se produce allí, remarquemos
esta cuestión, sin que tenga que ver en absoluto con obtener una satisfacción,
sino como una demostración hacia otros varones, que a veces incluso son
imaginarios. A veces son tumultuosos, pero otras realizadas en soledad. Por lo
tanto, no es que necesariamente haya que haber que vea esto, sino que son estas
miradas masculinas incorporadas que les dicen a los hombres cómo se tiene que
comportar.
* También pensaba en ir al prostíbulo en grupo. Es
una escena homosocial donde hay varones entre ellos, tomando festejando, y la
mujer es sólo un elemento más que sirve para esa aprobación. Es como vos decís,
tal vez no es esté el placer, no se trata de ir a buscar un placer sexual, sino
este placer de que vamos en grupo, entre todos, a ver qué pasa.
* Me parece que también está bueno bajarlo a niveles
cotidianos, que no son las máximas expresiones de violencia. Si bien claramente
mucho de los conflictos que vemos en países como Colombia o México son muy
particulares; no hay conflictos militares, territoriales que no estén ligados a
la violencia sexual contra las mujeres. Siempre son parte del componente,
vienen con el combo. Pero también, hablábamos hace poco con unos compañeros de
la propia adolescencia y juventud, de salir y estar con muchas pibas la misma
noche. No importaba, bajo ningún punto de vista el placer. La satisfacción de
uno estaba dada por la validación de los otros. Son pequeños gestos que van
dando cuenta de la construcción de la propia seguridad y la confianza, del
lugar de pertenencia dentro del grupo, -cuestiones necesarias para cualquier
sujeto- que en el caso de los varones están dados a partir de la aprobación del
resto de los varones, y en transacción con las mujeres.
* Pensaba cómo muchas de estas cuestiones tienen
consecuencias, no sólo en términos de sexismo hacia las mujeres, sino también
en los propios varones. El autor lo dice cuando habla de situaciones de riesgo
y actos heroicos. Es cada vez más lo que
hay que demostrar; y eso implica el someterse a eso y exponerse, en las cuales
uno se ha destacado respecto de los otros. Hay una frase de Guillermo Figueroa
que se suele usar en México, que es: “Me muero por ser hombre”, y es en el
doble sentido. En toda la búsqueda por satisfacer estos ideales, y en la muerte
literal que puede implicar la suma de determinadas conductas de riesgo, en base
a las grandes hazañas que los varones debiéramos poder desplegar para cautivar
la mirada de nuestros congéneres, donde también hay un deseo homosexual muy
fuerte.
* A mí, me interesaba relacionar este tema con algo
que también nos pasa cotidianamente y que nosotros lo vemos en los talleres de
varones, que tiene que ver con el texto de Kaufman: el control policial entre
los varones en relación a la masculinidad, es también la garantía de que no
exterioricemos estas preguntas. Por eso también las relaciones de complicidad,
muchas veces. En el texto de Kaufman aparecía esto de caminar derechito sobre
una idea de lo que es la hombría, porque el hacerse preguntas habilita el
diálogo, habilita la vulnerabilidad, y eso nos pondría en una posición de
inferioridad de poder. Entonces, no nos tenemos que hacer ninguna de estas
preguntas, porque nos expone ante otros varones, principalmente. ¿Por qué?
Porque muchas de estas preguntas sí nos las hacemos con compañeras o amigas.
Nosotros, lo que vemos en los talleres de varones, es eso: lo que le cambia a
varón formar parte de un taller con otros varones, es que algunas de estas
reflexiones, si las tuvieron, siempre fueron con amigas o compañeras mujeres.
El temor de exponer algo de estas dudas ante otros varones, hace que esto no se
pregunte. Me parece que también hay que ver el componente estratégico que
tiene, para la reproducción del patriarcado, que entre varones no haya diálogo
respecto a esto. Creo que este control policial tiene una función muy fuerte, y
que justamente, pensar estrategias para habilitar espacios de diálogo entre
varones que pongan en debate estas cuestiones, es lo que permite erosionar esa
necesidad de validarse ante sus pares como el masculino prototipo.
* Cuando hablaban de los grupos de varones yendo a
prostíbulos, y cuando la mujer pasa a ser solamente un accesorio para demostrar
hombría, lo relacionaba con el tema del mercado. Cómo, homologando las virtudes
masculinas que hay que tener para entrar en el mercado, deja a la mujer en un
lugar de objeto, de mercancía, de algo intercambiable y acumulable, solamente a
fin de demostrar ante otros hombres, la propia virilidad.
* La validación homosexual nos va llevando al tema
de la violencia. Si pensamos que lo masculino está asociado a que
constantemente nos aprueben otros hombres, entonces, también pensamos que
también está muy arraigada la figura del Don Juan. El Don Juan es el que
conquista, el que seduce… ¿Y para qué conquista? Para controlar, para obtener
el poder, y eso nos va a llevar al tema de la violencia.
Por otro lado, lo que comentaba Lucho, cómo también
se empieza a entrever que en las relaciones entre varones, generalmente no hay
intimidad, no hay esa posibilidad de hablar de algo que está más allá del
cuerpo de la mujer, de coches… Esa imposibilidad de hablar de algo más
profundo.
* Cuando salió el libro de Volnovich, Ir de puta, una de las cuestiones muy
fuertes, que salía en los debates, era que se rompía un pacto de complicidad y
de silencio entre los varones, al poner el tema en debate. Fue muy fuerte esta
discusión, incluso en el diálogo entre compañeras y compañeros; era muy fuerte
decir que esto rompe un acuerdo entre varones de que ese tema no se pone en
discusión.
* Respecto de lo que dijo el compañero, me pareció
interesante volver un poco atrás a las frases de Brannon. Una dice: “’¡Sea fuerte como un roble!’ La
masculinidad depende de permanecer calmado y confiable en una crisis, con las
emociones bajo control. De hecho, la prueba de que se es un hombre consiste en
no mostrar nunca emociones. Los machos no lloran”(Kimmel, p. 51)
Respecto de la educación sentimental de los varones,
lo que vos señalabas, me parece que es muy atinado a este tercer punto. El modo
en que se socializan los varones y en qué modo pueden aparecer las emociones en
sus charlas, sus intereses, o por lo menos tener una actitud reflexiva respecto
de eso.
Me parece que en el próximo apartado, “la
masculinidad como homofobia”, aparece también algo que habíamos señalado acá respecto
de la violencia. El primer eje que había señalado es: ¿Qué lugar ocupa el
miedo, la humillación y la vergüenza en la conformación de la masculinidad?, el
segundo: ¿De qué manera analiza el autor el papel del silencio y la violencia?
Y el tercero: ¿De qué habla cuando nombra la “fachada varonil”? Todas estas
cuestiones fueron apareciendo en los otros apartados, pero me parece que acá
las condensa con claridad, de la página 55 a la 58.
* A mí, lo que me parece más interesante de este
apartado –que algo habíamos charlado en los encuentros anteriores- es qué
significaba la homofobia, hacia quién se dirigían estos miedos. Es interesante
en ese sentido, porque deja muy en claro que la homofobia tiene que ver con el
miedo a nosotros mismos, no a la sexualidad del otro. Hay un párrafo en la
página 57, que dice: “La homofobia es el
miedo a que otros hombres nos desenmascaren, nos castren, nos revelen a
nosotros mismo y al mundo que no alcanzamos los standards, que no somos
verdaderos hombres. Tenemos temor de permitir que otros hombres vean ese miedo.
Este nos hace avergonzarnos, porque su reconocimiento en nosotros mismos es una
prueba de que no somos tan varoniles como pretendemos (…). Nuestro miedo es el
miedo de la humillación. Tenemos vergüenza de estar asustados. (…) Nuestros
miedos son la fuente de nuestros silencios, y los silencios de los hombres son
lo que mantiene el sistema.”
* Había que preguntarse por las relaciones entre
esta forma de mantener la masculinidad y el funcionamiento mafioso. Hace a la
cosa mafiosa el pacto del silencio, y esto del silencio, como la mafia siempre
está relacionado a lo clandestino, me pregunto qué es lo clandestino acá.
* Creo que lo clandestino es que no somos verdaderos
hombres ninguno, por eso decía Lucho lo del miedo al desenmascaramiento. Muchas
veces, la presencia de otro, también nacido con pito y supuestamente masculino,
con capacidades de ser tan viril que nosotros que no se muestra como viril,
también muestra que no es una capacidad que venga con los huevos en la
construcción masculina.
* Hay una película argentina que se llama El jefe, donde el protagonista ejerce un
rol tutelar, de dominio, respecto de los otros hombres. Lo mantiene hasta el
final, hasta que haya una situación que lo quiebra. Hay otro hombre que lo
enfrenta, ahí pierde poder, y el otro que lo enfrentó viene a reemplazarlo.
* Me parece muy interesante el ejemplo que da en la
página 57, sobre qué sucedería en un grupo de niños si se pregunta: “¿¡Quién es
un afeminado por estos lados?” Esta pregunta nunca puede pasar desapercibida,
siempre va a generar algún problema:
“Un
muchacho acusará a otro de serlo, a lo que ese muchacho responderá que él no es
afeminado, pero que el primero sí lo es. Ellos tendrán que pelear para ver
quién está mintiendo. O un grupo entero de muchachos rodeará a uno de ellos y
gritarán todos ‘¡Él es! ¡Él es!’”
Me parece que esta imagen es muy gráfica.
“Este
muchacho o se deshace en lágrimas y corre a su casa llorando, sintiéndose un
desgraciado, o tendrá que enfrentarse a varios niños al mismo tiempo, para
probar que él no es un afeminado. (¿Y qué le dirán su padre o hermanos mayores,
si prefiere irse corriendo a su casa llorando?) Pasará algún tiempo antes de
que recobre algún sentido de autoestima.”(Kimmel, p. 57)
Es una escena que, si recorremos un poco nuestra
infancia, seguramente hemos vivido. La pregunta de qué dirá su padre o sus
hermanos mayores aquí no es menor, porque ahí está también la socialización
dentro de la familia. Tengo el recuerdo patente de mi hermano diciendo que
fulano le pegó, y mi papá diciendo: “Bueno, pegale vos también”
* Claro. Me parece que no es menor el traspaso
generacional del mandato masculino de la agresión, de demostrar la hombría,
incluso en niños. Otro dato: mi hermano jugaba al fútbol, y recuerdo lo que les
decían los padres a chicos de cinco, seis años en la cancha: “matalo, quebralo,
rompelo…”. Ahí me parece que se cruza la primera tesis más freudiana del texto
con otra cuestión más vinculada a espacios de socialización como pueden ser la
escuela o la familia, en momentos tan claves para la configuración de la
identidad como es la niñez. Qué pasa cuando están estas peleas, a qué se tiene
miedo, por qué ser señalado como afeminado es tan terrible, incluso para
llevarlo a la propia casa y padecer lo que se puede decir en esa casa.
* Parte de la incertidumbre con respecto a esto, es
que no sea un conjunto marcado de conductas, sino que una misma conducta, en
ciertas circunstancias, puede despertar la sospecha. Yo recuerdo una publicidad
muy eficaz que hubo hace poco, donde hubo diez amigos juntos, y se decía que
uno cada diez varones es gay. Entonces, todos se empiezan a revisar la
conducta, y algo que podía ser perfectamente natural, como abrazar a otro,
sentarse de cierta manera, fue corregida inmediatamente. Visto bajo determinado
aspecto, esta misma conducta que no era sospechosa, pasa a ser sospechosa. No
es que sea un conjunto fijo de conductas, esto es tremendamente inestable. No
es un repertorio fijo, son las circunstancias y la mirada sobre esas
circunstancias.
* Me parece que otro ejemplo interesante y mucho más
extremo, es la identificación en los varones que, aún teniendo relaciones con
otros varones, no se definen como homosexuales o en relaciones con travestis.
Todas estas dificultades de identificación y definición en las prácticas es
súper complejo, y tiene que ver con quién somete a quién. Entonces, me
posiciono como varón, o no me identifico como homosexual, depende de la
relación de poder que se establece.
* Además del hecho de ser homosexual, el autor acá
habla de amaneramiento. Podemos pensar en el maricón, la marica, la pasiva, que
va a jugar entre varones heterosexuales y homosexuales la huida de lo femenino
que es eso: la marica, la pasiva… Cómo funciona esto en hacerse varón
constantemente, el valor que adquiere ser macho o ser viril.
* Porque el amaneramiento es todo. Ahí juega esto de
mirarse las uñas, que es una típica, o cómo cruzar las piernas, o cómo moverse,
o qué colores te ponés, o qué gustos de helado elegís: fresa y chocolate. Ya
empieza a ser extremo. Cualquier conducta puede ser puesta bajo sospecha.
* O al revés. Ahora hay muchas conductas que antes
se leían como únicamente femeninas que hoy pueden ser ejercidas tanto por
varones como por mujeres. Al revés, aflojando esto se reafirma lo que vos
decís: no hay una regla, sino que está en constante modificación.
* Sí, pero además está la idea de que femenino
significa degradado. Esta idea de someter. El sometimiento es una manera de
explicar que estas dos personas que están teniendo un vínculo sexual ¿pero por
qué la relación sería de sometimiento, sea entre varones o no? Por qué en las
relaciones sexuales, quien es penetrado es sometido, sojuzgado, humillado,
poseído; toda esta degradación que hay sobre lo femenino o quien adopta la
posición de lo femenino.
Veo que acá no surgen anécdotas personales, son
reacios ustedes, así que voy a romper el hielo y contar una anécdota personal
que no me deja bien ubicada, como corresponde. Ella contó de su hermano, yo me
voy a jugar con algo personal. Pensando en esta cuestión de lo que significa el
término afeminado o amanerado. Vos podés señalar a alguien como afeminado o
amanerado, y no degradarlo, pero acá, el efecto es inmediatamente de
degradación.
Yo tengo un hermano mayor y dos hermanas menores,
entonces, lo normal era, cuando era chica, jugar a las cosas a las que juegan
los grupos de varones, porque era un grupo donde había muchos varones. Los días
de lluvia cazábamos renacuajos, nos subíamos a los árboles, hacíamos cosas que
no son las tradicionales en las niñas. Después con mis hermanas compartíamos
otros juegos, pero con él compartíamos esos juegos. Siempre perdía en quién
pillaba más lejos, por supuesto, era un problema que tardé muchos años en
comprender.
Recuerdo que mi mamá ser
reía cuando hacía esos juegos, y me decía: “qué machona que sos”. Para mí,
durante años, ser machona, o machonear, que era el modo en el que ella lo
calificaba, era hacer cosas divertidas. Para mí tenía ese significado: hacer cosas
divertidas donde uno ponía en juego el cuerpo, y nunca significaba algo que
fuera denigrativo o peyorativo. Sin embargo, era un término peyorativo., era
decir que estaba haciendo cosas que no eran de niña. Estos términos
disciplinan, pero el sentido que adquiere amanerado, afeminado, también es un
sentido que se aprende. Se aprende que decirle a un chico, no es simplemente
decirle: “estás haciendo cosas de mujeres”, sino: “estás haciendo cosas
denigrantes, cosas que te humillan, estás haciendo cosas que te transforman en
inferior”. Esta jerarquización de lo femenino se aprende con el término, no es
meramente calificar a alguien de femenino, es denigrarlo por medio de esos
términos.
* De hecho, se ve analizando
los insultos. Decirle a un varón que pelea como una nena o que se porta como
una nena, es un insulto, y al revés no es tanto. Yo también, tengo un primo de
mi edad y con él jugaba al fútbol y jugábamos a cosas divertidas. Si me decían
que estaba haciendo cosas de varón, era decirme que estaba haciendo cosas que
no eran de nena, pero eran cosas que las otras nenas no hacían, y yo me sentía
bien con eso. Estaba transgrediendo, estaba haciendo algo rebelde, pero si le
decían a mi primo que estaba haciendo cosas de nena, él sí sentía humillado.
* Yo me voy a poner en el
ámbito laboral. En la docencia en la primaria en Capital, los varones sólo
podíamos trabajar en sexto y séptimo, nada más. De excepción por ahí un quinto,
pero nada más, en el resto eran todas mujeres. Yo tuve la suerte de trabajar
bastante en pocas escuelas, entonces era una persona bastante conocida, y
dentro de la docencia se me respetaba y se me quería. Tuve una experiencia en
el Consejo Nacional de Educación, donde se abrían grados de recuperación que
era trabajar con grupos de primero y segundo grado, menos numerosos y demás.
Para mí significaron un ascenso en la carrera, un logro, pero la dirección de
la escuela, un varón, me combatió tanto, pero tanto... Primero que los padres
van a decir tal cosa, que cómo vas a atender a los chicos así, para colmo
casado y con pibes que yo me preguntaba: ‘¿pero vos no le limpiás el culo a tu
nene cuando va al baño?’
* Claro, lo consideraban
situaciones de abuso.
* Sí, pero no me terminaba
de decir por qué. Entonces la peleé y le dije que me tenía que decir por qué.
“Porque vos sos homosexual, y vaya a saber lo que piensan los padres”, me dijo.
Y yo le dije: “¿Cómo sabés que soy homosexual, me viste con alguien, me acosté
con vos?” Todo un despelote. Por suerte, muchos papás me conocían porque sus
hijos mayores habían pasado por la misma escuela, y me apoyaron mucho. Por
suerte, porque en aquella época, hablar de estas cosas significaba sumario.
* Yo también tengo dos
anécdotas. Una, cuando los varones empezaban a usar aritos, nuevamente. Sale mi
papá, -del norte de Santa Fe-, del baño, y dice: “Che, Gabi, te olvidaste de
los aritos en el baño.” Y le digo: “No pa, no son míos, son de Hernán (mi
hermano)” La cara de mi viejo fue superior...
La otra fue hace poco, yo ya
había empezado a estudiar todo relacionado a mujeres, género, masculinidades,
lo escucho a mi padre decir: “Claro, ya no existen hombres fuerte para educar a
mujeres.” Muy convencido él de que ya no existían hombres fuertes, que las
mujeres ya hacen cualquier, están libres…
Estas dos cosas marcaron la
diferencia, decir por ejemplo que el arito no era mío, y la cara de mi viejo.
* Para ir cerrando, el
último eje que trabaja el autor es “la homofobia como causa del sexismo,
heterosexismo y racismo”. Acá hace una introducción de tesis históricas, como
señaló el compañero. Lo que queda claro es que la masculinidad hegemónica queda
encarnada por un hombre blanco, heterosexual, rubio de ojos celestes, a partir
del cual se traza la línea del sujeto que tiene poder, y aquel que no lo tiene.
* Una cosita muy breve: me
parece que así como cuando hablábamos de la feminidad, era importante
desligarnos de una posición esencializada, y poder situar en qué contexto
estamos hablando de lo que es femenino; o cuando hablábamos de cuáles eran los
rasgos de amaneramiento “condenables”, que en cualquier contexto, no
necesariamente el mismo gesto va a ser condenado; me parece que cuando hablamos
de masculinidad hegemónica, hace la misma operación. En ese sentido, Kimmel
está hablando, por momentos, de una masculinidad situada en Estados Unidos, y
por momentos pareciera que el hombre blanco es la masculinidad hegemónica en
todas partes. Me parece que ahí si hay que pensar, si bien hay que ver cuáles
son los componentes raciales de las sociedades de las que uno habla (y Estados
Unidos como cosmopolita), la masculinidad hegemónica en países donde son todos
negros, probablemente la va a portar un hombre negro, y así en muchos países
donde no hay tanta diversidad racial, o incluso donde hombres blancos pueden estar
en posiciones de subordinación. Es decir, cómo situar el componente del
racismo, que me parece que es muy importante a la hora de pensar las
sociedades; la racialización que existe, y que muchas veces ni siquiera la
percibimos, quizás por estar en una posición dominante de esa marca.
* Además, la negritud, por
ejemplo, no necesariamente constituiría un elemento de subalternidad.
Condoleezza Rice, como mujer negra, de subalternidad no tiene nada. Sin duda es
más complejo el cruce entre homofobia, racismo y sexismo.
* Hay que ver que ahí hay
operaciones muy similares, cuando hablamos de racismo, de sexismo, de
heterocentrismo, -a pesar de que Kimmel lo reproduzca, pero al menos lo
menciona-, la lógica de reproducción de la interiorización es básicamente la
misma. Me ha pasado en una clase, hace muy poco, un profesor que trabajaba los
estudios postcoloniales, hacia la diferenciación, que él suponía que había,
entre la raza y el sexo como variables de poder, suponiendo que la raza es
construida y es cultural, y el sexo no. Cuando se dejan algunos de estos planos
en el ámbito de la naturaleza, se supone que estas desigualdades no son, y creo
que en realidad, lo que hay que poder ver es que cada una de esas formas de
diferenciación tienen que ver con una construcción cultural e histórica, que
adquiere determinados significados en determinados contextos, y donde hay
muchas similitudes y entrecruzamientos. Si hay algo que los feminismos
contemporáneos, sobre todo postcoloniales, critican, -a parte del feminismo y no
solo, y creo que es muy interesante poder ver- es que la variable de género en
sí misma, no permite ver las relaciones de poder. Es una de las variables sobre
las cuales nosotros podemos pensar cómo funcionan los sujetos en el mundo, pero
ese hombre o esa mujer, también tienen una sexualidad, una raza, una condición
de clase, y cada uno de estos componentes va a hacer a ese lugar concreto que
el sujeto de carne y hueso ocupe en las jerarquías y clases sociales. Entonces,
me parece interesante que podamos hacer estos cruces entre diversas posiciones
de sujeto, porque si no, analizamos la sociedad solamente como si hubiera dos
bandos en función de cuerpo sexuado de cada cuál, y nos queda corto.
* Una cosita breve para
nombrar nomás, porque no está mencionada, que es la transexualidad, y cómo
interpela a la masculinidad hegemónica. Por ahí en otro encuentro estaría bueno
retomar esto, porque me parece que todavía se mueve dentro de un esquema
binario toda la mirada.
* Me parece que se conecta
con la cuestión del mercado, donde lo que se juegan son relaciones de poder, y
que habla de la relación entre los géneros. Me parece que también es
interesante escuchar ahora, -y ya me ha pasado-, en esta cuestión de la
relación entre lo racial, lo racista, me ha pasado de escuchar a hombres
argentinos criticar la violencia de los varones migrantes. Ahí, para preservar
el lugar de poder, el argumento puede ser homofóbico, a veces puede ser
racista, o considerarme más “civilizado” en la cuestión de género. Me parece
que también en esos cruces hay que ver qué es lo que se está diciendo por
debajo, porque la cuestión racista está muy vinculada a cómo se construye lo
femenino y lo masculino en las otras culturas, y que agarra muchos de los
argumentos de género, para un lado o para el otro.
* En España fue muy fuerte
eso, toda la denuncia de la violencia de género y de feminicidios en los ‘90 y
el 2000, aparece el otro subalterno como el portador de la violencia migrante.
* Ahí habría que agregarle
la xenofobia.
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