miércoles, 20 de febrero de 2013

Conclusiones del grupo de Tertulia de la Universidad de Buenos Aires sobre el texto de Seidler (2000): "La masculinidad"
en La sinrazón masculina. Masculinidad y teoría social,
PUEG-UNAM-Editorial Paidós Mexicana, S. A, México, D. F., (pp. 167-180).


Tertulia Interuniversitaria Internacional sobre Estudios de Masculinidades

 

Presentación del texto de Víctor Seidler

 

El artículo se llama La Sinrazón Masculina, y es un capítulo de un libro que se llama La sinrazón masculina. Masculinidad y teoría social.[1]

Una cosa que me parecía útil era poner en contexto ese capítulo, en el sentido que tiene el libro. El capítulo en sí tiene dos partes, y ambas son bastante centrales a los temas que a él le interesa tratar en el libro. Una es sobre Los hombres, la experiencia y el feminismo; y la otra sobre El hombre, el poder y la teoría social. Es un poco reiterativo. Si leyeron el capítulo, vieron que vuelve sobre los mismos temas de una manera insistente. El libro en general es así. Tiene algunas ideas fuertes en la cabeza, algunas vinculadas a obras anteriores de él, y otras que trató en obras posteriores. Es un autor que produce mucho.

Si bien la traducción es del 2000, el libro es de los años ’90, y entonces él todavía se ubica dentro de la polémica -de los temas presupuestos que están en ese contexto- entre modernidad y postmodernidad, sobre todo en un aspecto, que visto desde el movimiento fue bastante preocupante, que es la cuestión del sujeto. El debate sobre la existencia o no existencia del sujeto, en relación con la acción, la capacidad de agencia, con la acción política o con la praxis. Ése es un tema que desde el marxismo, sobre todo, se discutió mucho, y él va a ponerse dentro del marco de esta polémica modernidad – postmodernidad, y también entre el discurso moderno racionalista más liberal, y el discurso marxista. Esto está dando vueltas dentro del texto.

Otro aspecto que está dando vueltas, es la idea de masculinidad y teoría social. Se propone discutir qué tipo de teoría social es la que tenemos que usar cuando analizamos la cuestión de la masculinidad. Sobre todo va a tomar un debate entre una teoría social que analice al sujeto individual, sobre todo desde la psicología social, es decir, analizar la subjetividad y ver qué impacto tienen ciertos imperativos sociales sobre la construcción subjetiva que un individuo hace sobre su identidad y su sexualidad; y la otra es pensarlo desde el punto de vista sociológico, desde una sociología más usual dentro del pensamiento feminista, que es el constructivismo. Entonces, se trata de ver si este modo de la teoría de género, que es la teoría social constructivista, es útil para analizar la masculinidad, así como ha sido útil para analizar la subordinación femenina. Éste es también un debate entre la psicología social y la sociología constructivista, que va a estar como contexto participando del capítulo que vamos a ver.

La otra es que él, cuando habla de feminismo, va a tomar el discurso del feminismo radical, incluso diría, aunque él no lo formule así, del feminismo lesbiano. Él va a tomar la idea de que hay una violencia estructural dentro de la masculinidad –yo recuerdo ahora un cartel en el Encuentro Nacional de Mujeres que decía: “un violador no es un enfermo, es un hijo sano del patriarcado”-. La idea de que toda masculinidad patriarcal es una masculinidad violenta, y es una masculinidad que además se apropia violenta y legítimamente del cuerpo de las mujeres, que toda penetración es violación. Entonces, una sexualidad heterosexual –algo que él después va a tratar en el capítulo-, es una sexualidad intrínsecamente violenta. Cuando él está hablando de feminismo, está hablando de ese feminismo radical que tenemos como contexto en el capítulo.

Otra cuestión que es un presupuesto: cuando él habla de cultura, su diálogo, sobre todo porque él trabaja y reside en Inglaterra, es con Estados Unidos. Después no tanto, porque ya empezó a interactuar con sociedades africanas. Yo lo conocí en México y ahí ya estaba trabajando con otras diversidades. Pero en este momento, parte de una sociedad anglosajona, que es el contexto cultural en el que él va a trabajar, el presupuesto es de sociedades occidentales y protestantes, con la religión protestante como una moral impuesta, una moral puritana. Esa moral puritana y protestante, y esa sociedad occidental, liberal, de habla anglosajona, son el presupuesto de lo que él llama “cultura” o “la influencia de la cultura”. Esto diría que son presupuestos que están en el capítulo y que es bueno tener presentes para ver el sentido que él le está dando a las cosas cuando habla de modernidad, cuando habla de sociología, cuando habla de feminismo y cuando habla de cultura. Porque está hablando de esto, es bastante restringido.

Luego, el capítulo comienza con una pregunta, que va a regir la indagación que va a hacer en todo el capítulo, y por eso me interesó transcribirla: “¿Por qué han tardado tanto los hombres en explorar su experiencia de la masculinidad?” (p. 167)

Es una pregunta que él después va a analizar. Es filósofo Seidler, e incluso si ustedes leen otros textos de él –en este texto creo que hay una referencia a la ética kantiana, como una ética típicamente iluminista, es decir, una ética de la modernidad que va a definir como sujeto solamente al sujeto racional, que va a eliminar cualquier subjetividad que no se maneje a través de la racionalidad, y va a excluir la emocionalidad como un obstáculo-, como él se va a referir muchas veces a esta división de un universal masculino racional y una emocionalidad que no entra dentro de la definición ni de lo humano, ni de lo masculino. Saber que el modelo que él maneja es este modelo kantiano, ayuda a pensar en qué racionalidad él está pensando.

En la introducción que él le hace al libro, habla de las críticas que va a recibir. La ilustración, el iluminismo moderno, también los ejemplifica con autores. Con Nietzsche, con Wittgenstein. Va a estar girando entorno a modelos filosóficos de pensamientos, porque es la disciplina de él.

Entonces “¿Por qué han tardado tanto los hombres en explorar su experiencia de la masculinidad?”.

Aquí me parece que hay palabras fuertes: la palabra hombres y qué significa hombres; la palabra experiencia que es donde él se va a detener, diciendo que los varones prefieren que su naturaleza sea descripta de afuera, porque han delegado en las mujeres esa descripción, o porque prefieren que desde un sistema externo se les diga cómo son, aún cuando ese sistema externo les diga que son una porquería, que son violadores, violentos… Pero eso tranquiliza subjetivamente, porque no los pone en el trabajo de tener que definir, de acuerdo con sus experiencias, qué cosa es la masculinidad, y masculinidad como el resultado de algo que después se va a ver, a lo largo del capítulo, que ese algo que es la masculinidad, debe ser definida no sólo como experiencia individual.

Por eso la segunda parte tiene que ver con el poder y la teoría social. Él va a proponer algo que sea involucrarse en un movimiento, algo que también hizo el feminismo, que empieza con grupos de concienciación, grupos donde se hablaba de la experiencia, y luego va hacia las formulaciones teóricas, y finalmente hacia movimientos de activismo, etc.

Entonces, una primera cosa que él va a decir en la primera parte: Los hombres, la experiencia y el feminismo, es que los hombres han dejado en manos de las mujeres la explicitación de sus emociones, -ya sea como madres, primero, suponiendo que el hecho de que las mujeres tengan que criar a sus hijos cuando todavía no pueden expresarse, hace que las mujeres asignan emociones, y tienen el trabajo de cuidado como parte de una sociología de los roles-. También a las mujeres les quedan estas tareas de cuidado que incluyen este cuidado del otro, esta preocupación por el otro-, por lo tanto la empatía es una cualidad alentada en las mujeres, donde los varones descansan en que son las mujeres las que se ocupan del trabajo emocional. Por lo tanto, qué emociones tienen los varones es algo que van a decir las mujeres, y los hombres no exploran su propia emocionalidad, en parte, porque ese trabajo ya está hecho y hay una cierta comodidad en eso, pero en buena parte, porque explorar la propia emocionalidad no es de varones, no es de hombres.

Explorar la emocionalidad es algo femenino. Por lo tanto explorar si emocionalmente están de acuerdo o no con el modo en el que se los define, sería hacer una tarea interior. Por eso me parece muy importante el concepto de experiencia, que está reñida con la definición de masculinidad. La masculinidad tiene que ser productiva, y no reflexiva sobre lo emocional. Inclusive, él va a definir después las responsabilidades que la masculinidad tiene hacia otros, son masculinidades vinculadas con la productividad: el sostener económicamente al grupo familiar, el defender, el salir al frente del grupo, pero no una responsabilidad por las propias acciones que tienen en decisión emocional. Prefiero esto a esto, me gusta más esto que aquello, hablo de mis preferencias y hablo de mis emociones. Ésa es una cosa que los varones no hacen, porque culturalmente es un camino que no se habilita para ellos.

Luego, hay una polémica, donde él dice que el feminismo afirma que todos los hombres son violadores en potencia. Lo que tenemos aquí, sin embargo, no es el feminismo. Hay un feminismo que podría definir las cosas de esta manera, pero en general es un feminismo separatista. ¡Hay muchos discursos feministas! Él se queja de que se ponga a todos los hombres en una misma bolsa, pero muy sutil con el feminismo no es.

El feminismo, al afirmar que todos los hombres son violadores en potencia, produce varios efectos: primero menosprecia la diferencia entre los hombres al generalizar, porque cuando dice todos los hombres no hace diferencia entre hombres de distinta clase, de distinta orientación sexual, de distinta etnia, de distinta edad. El todos los hombres abarca un universal que hace que por su condición de hombres, van a ser indiferenciados.

Segundo, refuerza la concepción tradicional de la masculinidad como dominada por una naturaleza animal. Ésta es una idea que él atribuye precisamente al pensamiento filosófico protestante: decir que un hombre tiene que luchar con sus impulsos, tiene que luchar con sus instintos, porque en realidad su naturaleza lo arrastra hacia una sexualidad desbordada. Entonces, la virtud consistiría en dominar esa tendencia, aparentemente irrefrenable. Esta concepción de que todos los hombres son violadores en potencia, da una definición que viene a legitimar justamente esa construcción tradicional de la masculinidad como dominada por una naturaleza animal.

Tercero, refuerza en los varones una concepción negativa de la masculinidad, y por lo tanto, odio y culpa. Es decir, refuerza sentimientos que luego los varones no van a explorar y que no van a explicitar, porque eso es parte de la dificultad. Sentir esas emociones, y no legitimar esas emociones, porque sería incorrecto, ya que son varones, y son varones violentos, expresar esa violencia, porque justamente, ese odio y esa culpa van a reforzar la propia idea que generan el odio y la culpa. Entonces, esta idea de concepción negativa.

Cuarto, refuerza el análisis racionalista totalizador, y obstaculiza la responsabilidad por las propias emociones. Al decir, todos los hombres, si un varón acepta esa definición, acepta una definición universal, y entonces no tiene que revisar si sus sentimientos y sus emociones particulares son, o no son acordes con esa definición. Acepta que cae bajo esa definición como cualquier otro varón, y puede ser alguien que pertenece a ese club de varones, donde todos tienen la misma definición, no van a revisar su emocionalidad, ni van a hablar con otro varón sobre si acuerdan o no con eso. Entre varones no se habla de eso, porque están en ese mismo frasco de caramelos, por lo tanto, nadie le pregunta al otro si es un caramelo. (Les puse el ejemplo de un frasco de caramelos, no de arañas, o…). Entonces, refuerza este análisis totalizador y obstaculiza asumir la responsabilidad por las propias emociones. Si un varón siente un impulso violento, no es una responsabilidad individual, tiene que ver con la naturaleza de la masculinidad, y si no lo siente, no se lo va a preguntar ni va a preguntarse por qué no coincide con esa definición, sino que va a tratar de disimular, de pasar inadvertido, de caer dentro de lo general, no manifestar su diferencia con esta visión totalizadora, porque se acepta dentro de esa racionalidad general.

Quinto, los hombres aceptan este análisis, con lo que vuelven a poner en manos de las mujeres sus sentimientos. Es decir, al aceptar que sean ellas las que los definan emocionalmente, vuelven a desligarse de tener que definirse a sí mismos cada uno individual y personalmente, y vuelven a ponerlo en manos de las mujeres, esta vez feministas, que no los quieren, feministas que los describen como sujetos desagradables. Pero la comodidad de poner la definición en manos de otras, los resguarda de tener que hacer su propia definición.

Habla de la idea de la influencia de la idea cultural de la masculinidad, su construcción social e histórica, y la propia vivencia de los hombres. (p.169)

Cuando habla de esta influencia cultural, está hablando de esta influencia de una sociedad protestante, esta influencia cultural de la que hablamos al comienzo.

Otra cosa que va a mencionar es la desconexión de las formas de masculinidad heredadas, y la relación con las propias emociones, sentimientos y deseos. (p. 169). Es decir, al aceptar este ideal cultural de la masculinidad como una masculinidad que es puramente racional, que no está ligada a las emociones, que tiene aspectos instintivos, violentos, apropiadores, etc., no se analiza de qué modo está desconectado este ideal con lo que los varones pueden sentir, o preferir. Está desconectado, pero no se manifiesta esta desconexión.

Otra cosa que me parece muy importante, es este recelo que manifiesta el autor con la idea de que un hombre puede ser feminista, o el hecho de que hombres se planteen como hombres feministas. (p. 171) Es refinado el análisis que hace y es interesante. Él se pregunta cuál es la relación correcta de los hombres con el feminismo, porque el varón que se hace feminista acepta el discurso feminista, incluso sobre la propia masculinidad, sin revisarla. Hay esta delegación. Dice que si un varón realmente quisiera ser feminista, lo que tendría que hacer es revisar por sí mismo, hacer todo el trabajo de experiencia, todo el trabajo de concienciación, y desde su masculinidad definir cuáles son los objetivos con los cuales se va a comprometer con el feminismo, objetivos de no subordinación de las mujeres, pero no meramente adherir al modo en que las mujeres lo definen.

Otra cosa interesante es poner la cuestión de la maternidad y la paternidad. (.p. 172).

El pregunta: ¿la paternidad es nada más que el hecho de hacerse cargo los varones del modo en que fue definido por las mujeres? Él dedicó mucho tiempo y mucha biografía a definir la paternidad, y trabajó mucho sobre su propia experiencia de paternidad. Se pregunta si no tienen los varones que hacer una definición de sus propios modos de conectarse con los hijos, de jugar con los hijos, de cómo establecer equilibrios de tiempo con sus hijos; ¿todo eso no tendrían que definir los varones desde su propia experiencia subjetiva?

Y no decir: es verdad, el cuidado no es sólo función de las mujeres, nosotros también vamos a cuidar, pero lo que vamos a hacer, es hacer una parte del cuidado tal y cómo las mujeres lo han definido. Así como hace esa crítica del feminismo, hace también una crítica a los ideales de cuidado, y a la idea de paternidad como una co-maternidad.

Otra cosa que se va a preguntar es qué relación hay entre la revisión de la masculinidad, y las cuestiones vinculadas con la diversidad sexual, con la homosexualidad. Dice que aceptar la visión feminista radicalizada con respecto a la heterosexualidad, parece poner en juicio toda relación heterosexual. (p. 172-173). Toda relación heterosexual sería, como mencioné al principio, apropiadora del cuerpo de las mujeres, violenta etc. Por lo cual, ¿es posible que se pueda revisar desde la masculinidad la heterosexualidad como una orientación sexual legítima? Esa es una pregunta que se va a hacer. ¿Se puede, o toda relación heterosexual cae bajo esta denominación de lo violento, y de lo apropiador? ¿Es posible separar el aspecto de explotación que hay en el vínculo heterosexual, legitimado por el patriarcado etc., de la orientación sexual heterosexual, y darle legitimidad a esa orientación? ¿Y cómo se definiría entonces esta orientación?

Otra cuestión que va a plantear es que  el hecho de aceptar ciertas condiciones feministas con respecto a la sexualidad, hace que se caiga en un moralismo (p. 173-174), por ejemplo con respecto a la pornografía. Es uno de los ejemplos. Realmente es una de las cosas que están muy discutidas. Acá apenas lo menciona, -pero es uno de los puntos que están bastante discutidos, y donde se hace una revisión feminista o queer sobre la pornografía-, es caer en un moralismo, y ese moralismo es algo afín con la tradición cultural protestante. Entonces, lo que se está haciendo, bajo el aspecto de una crítica, es algo sumamente conservador, que es aceptar los parámetros culturales protestantes sobre los temas que tienen que ver con el vínculo con la sexualidad.

También se plantea el hecho de que los hombres actúan para complacer a las mujeres (p. 175), que las relaciones son relaciones conflictivas, que como los hombres aceptan que hay relaciones de subordinación, aceptan el modo en que las mujeres definen estas relaciones, tienen un sentimiento de culpa respecto a eso, y aunque sientan, a veces, ira o enojo, no lo expresan, y no lo expresan porque es alentar esa visión de que ellos son los violentos, los que tienen dificultades y problemas, y entonces actúan de manera complaciente con las mujeres. Y actuar de manera complaciente con las mujeres, es negar sentimientos que pueden ser definitorios de una incomodidad con el tipo de vínculo. Pero no una incomodidad como la plantea el feminismo por la subordinación de la mujer, sino otro tipo de incomodidad, que habrá que explicitar, y que la única manera de explicitar es explorando las propias emociones.

Habla, también, de la adecuación del comportamiento masculino a reglas y definiciones externas (p. 176). Es decir, si finalmente, los hombres lo que van a hacer es adecuarse a un deber ser que ya no es el deber ser del apropiador patriarcal, sino que es un deber ser políticamente correcto, van a seguir actuando, de todas maneras, a algo que es externo a su propia subjetividad, y sin definir comprometidamente cuáles serían los modos de vínculos a los que aspiran.

La segunda parte del artículo es sobre el hombre, el poder y la teoría social, y allí va a poner más en confrontación la psicología social que es la corriente que él está alentando en esta definición, en esta descripción de la masculinidad; la teoría tradicional de roles como algo que en realidad es un enfoque esquemático, que tampoco permite explorar –porque al ser dos roles universales, las mujeres tienen los roles de cuidado, los varones tienen los roles de proveedor-, da un esquema en el cual los hombres también se van a ubicar en un lugar que no pueden explicar-; y la sociología constructivista (p. 176).

Él encuentra problemas con la sociología constructivista, que son problemas que tienen relación con la prioridad o no de los sujetos. Es decir ¿cómo es el constructivismo en relación con la subjetividad? Es que no hay sujeto ¿y entonces, la sociedad va a amoldar un sujeto uniforme? O, a diferencia de eso, como propone el liberalismo, hay un sujeto, que es un sujeto libre, y ese sujeto va construyendo su propia identidad. Entonces, ya sea porque le da una total libertad al sujeto, una capacidad como para poder construir y modificar la propia subjetividad. Decir al sujeto: vos sos un hombre patriarcal, pero si trabajás lo suficiente, y reflexionás y modificás tu conducta vas a poder ser un hombre no patriarcal o un hombre feminista, tanto por el poder que se le puede dar al sujeto para modificar su propia realidad, como la idea de que no hay sujeto y es solamente la consecuencia de las fuerzas culturales, y por lo tanto no hay ningún poder en ese sujeto, la cuestión del poder en relación a la subjetividad, es una cuestión polémica. En este conflicto entre la teoría de los roles, la teoría de la sociología constructivista y la psicología social, él parece sugerir que hay que comenzar por una indagación individual, psicológico, introspectiva, pero al final del capítulo va a decir otra cosa. Va a criticar la idea de construcción, -algo de esto que adelanté-, y también va a decir que hay que complejizar el análisis, y no solamente universalizar lo masculino que pierde de vista la definición de un sujeto, y dice: “complejizar el análisis, e incorporar clase, raza, etnia, edad y preferencia sexual” (p. 177).

También dice que hay que indagar las contradicciones entre la experiencia de los hombres con la masculinidad dominante (p. 178- 179). Si hay un ideal dominante de masculinidad, hacer un trabajo sobre la propia experiencia, indagar sobre las propias emociones, y ver si hay contradicciones, y cuáles son estas contradicciones. Es decir, los hombres no tienen por qué aceptar pasivamente esa construcción cultural. No hay una aceptación pasiva. No hay ni omnipotencia al decir que tengo estas influencias culturales, pero me puedo desprender de mis determinantes de clase, sexo, etnia, ni pensar que hay un determinismo con respecto a la conformación de la identidad. Qué contradicciones hay en la experiencia de los hombres con la masculinidad dominante, ayuda a buscar una posición intermedia, que por un lado se construye, pero que hay posibilidades de resistencia.

¿Cómo opera el poder en el contexto de las relaciones? (p. 179)

Él va a decir que el feminismo perdió una perspectiva, que era la perspectiva de tomar ese slogan de “lo personal es político”, para analizar, en cada vínculo, cuáles eran las relaciones de poder, y cómo esas complejas relaciones de poder –si hay una voluntad de tener relaciones no opresivas- de qué manera se iban estructurando. Dice que al caer el feminismo en esta definición tan global, perdió la riqueza que le deba ese slogan “lo personal es político”, y él sugiere que el masculinismo, la revisión de la identidad masculina, está diciendo que no acepten como varones el discurso del feminismo, hay que producir un propio discurso, hay que comenzar por lo individual, por lo subjetivo, por la introspección; y cuando queremos analizar el vínculo, analizarlo teniendo en cuenta este slogan de “lo personal es político”, pero donde lo personal es lo personal de varón.

Acá introduce, al final casi (p. 179- 180), la importancia de –si bien va a hablar de este camino subjetivo, introspectivo- un movimiento social por el cambio. Esto me parece que es un avance hacia el siguiente capítulo, que es un capítulo que tiene que ver más con lo político. La importancia de un movimiento social para el cambio, es decir, no alcanza con que los varones hagan esta introspección, la tienen que comunicar. Y parte del problema es que los varones entre sí no hablan de emociones, y no hablan de emociones porque ése no es terreno masculino. Si los varones quieren producir un cambio social, a partir de su conocimiento personal del desajuste entre la masculinidad impuesta y su propio ideal de masculinidad, una cosa que tienen que hacer es una praxis social, una práctica común, y para hacer esta práctica común, hay que trabajar en un movimiento. Entonces, la importancia de un movimiento social para el cambio. Y finalmente, el hecho de que, para analizar la cuestión epistemológica, es decir, el hecho de que el feminismo haya producido una metodología y una epistemología que va a desconfiar de la universalización, va a desconfiar de un sujeto neutral de conocimiento, va a desconfiar de las polémicas entre razón y emoción, entre objetividad y subjetividad. Pero esta crítica, que es una crítica muy fuerte y sustancial que él hace al feminismo y a la producción científica de conocimiento de la modernidad, no es la crítica que una construcción de la masculinidad tiene que tomar para sí. El masculinismo –yo introduzco la palabra masculinismo, él no la usa, él usa “revisión de la masculinidad”, pero podríamos llamar “masculinismo” a este movimiento social, así como hay un movimiento feminista, hay un movimiento masculinista que se propone generar relaciones que no sean opresivas, revisar la propia identidad, producir un movimiento social emancipatorio- pero ese movimiento social, cuando discute, cuando polemiza con la construcción del conocimiento científico, lo tiene que hacer en sus propios términos. No es la epistemología feminista el tipo de crítica que tienen que producir, sino que tienen que producir sus propios problemas metodológicos en el estudio de la masculinidad. Esto me parece muy provocativo, porque realmente es algo que no se ha hecho. Me hubiera encantado que estuviera Lucho, porque él está trabajando justamente con estos temas, con alguno de los temas metodológicos y epistemológicos que surgen del análisis de otras identidades que no sean lo que las mujeres hemos producido para revisar, desde el punto de vista feminista, la producción del conocimiento social.

Esto sería mi introducción al tema, y ahora largamos, entonces, la discusión.

 

* A mí, la lectura del artículo me ha generado dos preguntas. Una es, ¿de qué hombres está hablando? Porque no sé si está hablando de los hombres académicos, de los hombres movilizados, o de cualquier hombre caminando por la calle. La otra pregunta es que el texto da por sentado que los hombres se relacionan con ideas feministas, ya no lo duda. Entonces, mi pregunta es cómo, jugando a los palotes en su vida cotidiana, se pone en contacto con los postulados feministas. Yo lo pondría en duda.

* Yo creo que está hablando de varones que se cuestionan su identidad masculina, varones que están embarcados en cuestionarse su identidad masculina, y que lo hacen con cierto impacto del movimiento feminista. Me parece que está muy restringido, efectivamente.

* Igual habla de los hombres.

* Yo no llegué a leer la segunda parte, si dice lo que presentaste recién me parece súper interesante, la primera me pareció muy interesante. Yo sentía que estaba conceptualizado algo que yo vivo y pienso todo el tiempo sobre mis relaciones afectivas, del vínculo entre mujer y varón. La propuesta de él de que la reflexión empiece por la propia subjetividad y por la mirada; la propuesta que hace sobre los varones me parece muy interesante. Yo no tengo conocimiento sobre lo que son las masculinidades, de los estudios de masculinidades, y leyendo esto, lo que me surge es darme cuenta que lo poco que tengo visto, siempre me sonó a una respuesta del feminismo. El pedido que está haciendo él de una autonomía de pensamiento me parece súper interesante para los varones, para que lo trabajen. Me parece que la propuesta se hace desde un lugar de encuentro muy copado. Había cosas que me remitían a un debate muy actual, que es el que, llevado al activismo, si mujeres y varones tenemos que estar juntos o no, y si los hombres ocupan los lugares de las mujeres o no. Esta propuesta que hace él de la autorreflexión, y a partir de ahí un movimiento propio, y él no sigue avanzando, pero supongo que desde ese movimiento propio sí podría haber una posibilidad de diálogo, me parece muy interesante como propuesta. No sé si, después de que escribió esto, hubo gente que siguió, si se concretó, si se avanzó en esta línea, pero como propuesta teórica me parece muy atractiva.

* Hay algo que está relacionado con lo que vos mencionás, y es que, un par de veces él hace alusión, en el texto, al libro de Carol Gilligan, y a la idea de ella de una ética de lo femenino, una ética del cuidado. Ese libro de Carol Gilligan, aunque ella misma no es esencialista, es un libro que en la interpretación que el feminismo hizo, es totalmente esencialista. Es lo que dio inicio, en parte, a un feminismo de la diferencia. Entonces, contrastando con ese feminismo de la diferencia, un masculinismo que también sería muy esencialista, aunque tuviera algunos rasgos más amables en la relación con lo femenino. Sería un masculinismo consciente de las limitaciones de la abstracción, es decir, los varones tendrían que emanciparse, a la vez, del discurso racional teórico y del discurso feminista. De los dos se tendrían que emancipar, y pensar cómo confrontar con ese universal abstracto que es una racionalidad depredadora, todo lo que significa la modernidad. Cómo emanciparse, no a través del discurso de las mujeres, sino a través de un discurso propio.

* Al inicio del capítulo, en los primeros párrafos, y referido a esto, a mí me generó bastante inquietud, me resultó descalificador del discurso feminista la forma en que lo plantea, y muy simplificador, además. Absolutamente simplificador. El despliegue que hace me genera bastante inquietud en el sentido que es interesante, pero una cosa es decir que los hombres que quieran hacer una reflexión, lo puedan hacer de manera autónoma y desde su propia subjetividad. Esa parte me parece sumamente interesante, pero al mismo tiempo, no es necesario descalificar el aporte del feminismo, para poder hacer este proceso, sino que me parece que tendría que ser más en relación. Me pareció eso a lo largo de todo el texto, me quedé con esta impresión, y entonces, hasta dónde este despegue no lleva a reforzar una mirada de la masculinidad que puede reforzar el lugar patriarcal, también. Me quedó esta sensación.

* Lo que decíamos antes, yo creo que vos justo llegaste ahí, que, si bien él no lo explicita, está referido específicamente a un tipo de feminismo. Entonces, yo creo que esto no explicitado hace que también parezca una descalificación de todo el feminismo. Creo que esta falta de explicitación no está buena, también en ese sentido, pero si lo acotás, capaz que alguna crítica al feminismo que él está criticando, le cabe.

* A mí me pasó, igual creo que a todos les provocó algo, que en este pregunta te provoca una pregunta o algo. Por un lado, y respecto de la pregunta que hacía él de qué hombre se está hablando, a mí también me quedó esa duda. En el caso de la paternidad, buscar una forma propia ¿a qué se refiere con lo propio? Me preguntaba si no terminaba siendo esencialista. Sin embargo, la pregunta que intenta hacer, y ahí me tocó muy personalmente, vinculado a lo que investigo, muchas veces, cuando escucho el relato de los varones que entrevisto, yo tiendo ir a lo normativo, a ir a buscar ese violador en potencia, o ese violento. Muy pocas veces escucho lo que me están diciendo, la contradicción respecto de la norma, sino que intento buscar los enunciados, justamente, donde me están siendo bien normativos, violadores o violentos. A mí el texto me descolocó en este sentido, de hacerme esta pregunta personalmente. Me parece que es algo que falta muchas veces en los estudios de masculinidades. Ahí está siendo provocador, y no sólo, creo, les habla a los varones que están revisando su identidad, sino que a los varones que están estudiando masculinidad. También revisan su identidad en algún punto, pero estudiando sobre varones. Uno muchas veces llega a ese lugar del feminismo, y a veces quiere no salirse de ese lugar o esa mirada feminista sobre los varones; esta mirada tal vez, que él menciona acá, sobre los varones.

Yo me hago esta pregunta, si estoy escuchando a esos varones que están relatando su propia experiencia. Me parece importante la palabra experiencia que él está usando acá, y me parece que, lo que habla la palabra experiencia, es justamente que uno transita la norma. Y la transita de millones de formas, deshaciéndola, reproduciéndola, la va a transitar justamente, y rescatar esto de la experiencia me parece importante. Ahora, me quedan dudas, o miro con incomodidad, esta pregunta que hace constantemente sobre lo propio de los varones, a qué se está refiriendo con lo propio. Si es algo propio esencial o es algo propio de varón que surge en el marco de una normativa. De qué habla cuando habla de lo propio, eso es lo que no termino de encontrar. ¿Qué sería la masculinidad? ¿Hay algo con lo que nacen los varones, qué es la masculinidad? ¿Puede esto resolverse de modo que no sea patriarcal, violento, o no está eso? La palabra propio me genera muchas dudas

* Yo también me quedé con algo que no me gustaba del texto, y por ahí me lo recordaste, que es esto del feminismo de definir los hombres como posibles violadores, y también cuando vos preguntaste de qué varones habla. A mí también me pasó –y me viene pasando en todos los textos que leemos- que siento que todos aclaran que la masculinidad y los hombres son variados, atravesados por la clase, la raza etc., pero en todos los ejemplos que dan no es así. Hay heterosexualidad obligatoria y paternidad para definir al hombre que se puede cuestionar a sí mismo. No está el hombre soltero o el hombre homosexual o el hombre que se define como mujer… Es como si fuera la aclaración, explica que no está siendo así. Si lo aclarás es porque no es… Por eso también me quedó esta sensación.

* Igual yo creo que, en este caso, no sé si lo logra, pero me parece que es una apuesta a salirse de esos varones, y eso me pareció interesante. En realidad, su pregunta inicial y algunos de los textos supuestos que tiene, supuestos que saca cuando habla de varones, me generó esta pregunta a mí. Yo también tomo masculinidad hegemónica, lo veo como algo variable que está en el tiempo, pero a la hora de escuchar hablar a esos varones, escucho solamente que están siendo estáticos. La masculinidad tradicional, el imperativo, normativo varón patriarcal, violento. No sé si el autor lo logra, tal vez termina esencializando a los varones, también, pero de algún modo, su pregunta y que tome la palabra experiencia o que estime ciertos supuestos sobre la masculinidad como a priori, me generaron estas preguntas.

* Para mí, no sé cuán importante sería distinguir a qué tipo de hombres está hablando, porque sugeriría que ya haya hombres diferentes y hombres que siguen siendo iguales. Se está haciendo trabajos, pero desde mi punto de vista, todavía no hay estas diferencias. Eso es un peligro que se tiene, también, cuando se trabaja el tema de la violencia, porque entonces, quienes lo trabajamos, tenemos el constante peligro de decir que nosotros ya somos los no- violentos, los buenos, los normales, los políticamente correctos, pero puede pasar que la violencia, ahora, la juguemos más sofisticada. Desde luego, hay cosas que no pueden coincidir con la cultura, por ejemplo, o con otro grupo de hombres, pero para mí no sería trascendente que distinguiera a qué tipo de hombres les está hablando, sino que es más bien un llamado general. De estas caracterizaciones que hace, hay cosas que nos tocan, que nos traspasan, y otras no. Yo pensaría que distinguirlo supondría que ya hay hombres buenos, y los hombres que siguen siendo hegemónicos. Creo que todavía no hay esta diferencia.

* Para mí, es válido e interesante lo que planteás, pero me parece que el texto supone hacernos esta pregunta, en el sentido que es necesario indagar a qué hombres les está hablando, cuando asume, quizás, cierto nivel de autocrítica, de culpa y de contexto en el cual los varones están dando lugar a las posturas del feminismo respecto de nuestras prácticas. Me parece que están, en un punto, escindidas gran parte de la realidad que viven los varones. Sería lo ideal, quizás, no estar diferenciando, pero ese varón al que se dirige, nos lleva inevitablemente a hacernos esta pregunta. No todos los varones somos así. Y es más, no sólo no todos los hombres no somos así, sino que no todos los hombres dan lugar a los postulados del feminismo, para ver de qué manera actuamos. Me parece que es, en este punto, importante considerar que estas cosas que mencionaron, ciertos arrebatos teóricos que tiene inicialmente, se van a mantener en el texto; y que, de alguna manera, el querer sentar cierta base científica de cómo investigar masculinidades, queda bastante desligada de la perspectiva política con la que va a pensar esto, porque en ningún momento habla de patriarcado, no menciona ni siquiera la palabra. En ese sentido, me parece que hay un juego con el postestructuralismo. Un juego peligroso con estas perspectivas, en el sentido que al apelar a la subjetividad, a la experiencia, a que los varones podamos definir cuáles son los temas relevantes para nuestra deconstrucción, no está haciendo lugar a ciertas consideraciones que son tomadas por el feminismo, y que me parece que es importante que en algún punto confluyan con el estudio de las masculinidades, que son las realidades de opresión que se viven en un sistema patriarcal. Ahí hay una línea política para pensar formas de trabajar la masculinidad. Si no se hace consideración de eso, no necesariamente pasa eso que vos mencionabas, de que se trataría de varones pensando relaciones no opresivas. Él puede estar dando lugar a una teoría que piense las masculinidades, pero que no necesariamente en el texto deja saldado que no tendrían que ser opresivas. En ningún momento del texto veo un posicionamiento político explícito respecto a eso.

* Yo sí lo veo.

Yo subrayé algunas cosas, pero no con este criterio de buscar dónde habla de patriarcado. Un lugar donde habla claramente de patriarcado es cuando hablaba de cómo se construye la sexualidad, en la página 173: “Un punto de vista construccionista social nos induce a pensar que en cierto sentido, nuestra sexualidad puede ser rehecha con actos de voluntad, como si se tratara de una cuestión de elección política. Esto muestra la profundidad de una tradición racionalista en la izquierda y en la política sexual en general, que ha producido una enorme confusión, ya que, por ejemplo, los hombres han llegado a sentir que una erección tiene que ser una afirmación del poder patriarcal. Aca identifica heterosexualidad y patriarcado.

“La única forma aceptable de sexualidad es aquella en la que no hay erección o al menos no hay penetración. Esto produce y fomenta una forma de moralismo que no es desconocido en la idea culturalmente arraigada de que los chicos son malos. Es una idea que tanto los hombres de clase obrera como los de clase media han escuchado desde que eran muy pequeños.” (Seidler, p. 173. Es decir, va a decir que hay que hacer diferencias de clase, pero en todas las clases nos han dicho que los varones somos malos y violentos, y que nuestra sexualidad es una sexualidad represora. Así que, de patriarcado habla.

* Perdoná, pero yo  lo sentí irónico en este punto.

* A mí me interesa la crítica que le hace al constructivismo social. Esto es lo que vendría después de la consideración que hace de la psicología social.

* Claro, todo el tiempo va a estar mostrando cuál es el lugar del sujeto ante los imperativos culturales y los imperativos sociales. Porque por un lado se nos dice que somos la consecuencia –varones y mujeres, porque el feminismo también trabaja con el constructivismo social, diciendo que en realidad una mujer no nace, sino que llega a ser-. ¿Y qué quiere decir que llega a ser? Que hay una construcción, social, cultural de lo femenino. También hay una construcción social y cultural de lo masculino. Ahora, por un lado tenemos estas determinaciones, pero por otro lado, también se nos dice que podemos luchar contra estas determinaciones y cambiar este destino. Es decir, la biología no es destino, y la cultura tampoco es destino, sino que la cultura la vamos conformando socialmente. Por eso me pareció que en el capítulo, cuando él al final habla de movimiento, es una manera de salir hacia lo político, de algo que hasta ese momento venía siendo solamente algo individual: entrá en tus emociones, date el permiso, no estás fuera de lo masculino, revisá tus sentimientos… Es algo que podés hacer y que te ayuda a construir una masculinidad más genuina, en el sentido de que podés saber qué no te gusta del patriarcado, pero también podés saber que no sos eso que el feminismo dice que sos. Tus conflictos con el patriarcado no van a ser los conflictos de las mujeres con el patriarcado. Va a haber con conflictos, porque ese hombre que no quiere relaciones de opresión de género, -él se lo está planteando desde ese hombre políticamente correcto que revisa su masculinidad y que no quiere relaciones de opresión de género-, se va a encontrar en un lugar de disgusto con el patriarcado, pero no desde el lugar donde una mujer se encuentra a disgusto con el patriarcado. Eso me parece que es el movimiento que él trata de hacer, y me parece algo interesante. Él no está diciendo: venite al encuentro de mujeres y soy una de ustedes; o no voy a establecer relaciones de depredación con ustedes; o voy a considerar que cualquier vínculo heterosexual como violento, entonces la homosexualidad masculina va a ser una manera de escaparle a la opresión patriarcal, que también hay todo un movimiento así, como también hay todo un movimiento lésbico que escapa a la opresión masculina con el separatismo lésbico.

Me parece que él lo está pensando desde alguien que no quiere relaciones de opresión, pero en un espacio que piensa esto, vinculado a la propia experiencia de lo masculino. ¿Existe esta propia experiencia de lo masculino? Es una hipótesis, no sabemos si existe. Por eso, cuando él se refiere a estos escritos, -como los de Carol Gilligan que habla de una experiencia de lo femenino bastante universal, es parte de la crítica que tiene ella y que tiene en general el feminismo de la diferencia- cuando él se embarca en eso y sugiere que podría haber, si todos exploraran su subjetividad, sus emociones, sus sentimientos, y luego se juntaran y hablaran de eso, y luego hicieran un movimiento en el cual trataran de hacer un cambio social a través de ese movimiento, un cambio no opresivo, habría un descubrimiento de qué cosa es esto de la masculinidad.

* Me quedé en lo que vos decías antes de lo propio. Me parece que hay un momento donde él dice que no puede construirse todo, entonces da a entender que él cree que habría algo como más esencial, pero no lo termina de definir. Tira una puntito, y no sé si en el resto del libro lo desarrolla, pero acá está medio tácito.

* A mí me parece que, lo que puede estar como hipótesis, es que existe la experiencia, más allá de si después es compartida por todos los varones o no lo es. Lo que él sí dice es que hay posibilidades de una experiencia, y esa experiencia es tanto subjetiva, como grupal y política. Ésa es la hipótesis, me parece, que si se transita esa experiencia, algo va a salir de ahí, que tal vez no es lo que hoy se toma como la cuestión de la subjetividad masculina, ni desde lo patriarcal, no desde una lectura propia del feminismo. Además, más allá de que uno no acepte la esencia, la cultura también hace que la experiencia de los varones del feminismo no sea igual que la de las mujeres. Por más que sea una experiencia cultural, no es la misma. La sensibilidad, desde la experiencia corporal hasta la experiencia de la construcción subjetiva de lo que ese feminismo nos está diciendo. No es lo mismo. Me parece que lo que está bueno, es pensar que esa experiencia es posible, y a partir de esta posibilidad de la experiencia, también los varones podrían construir otro tipo de conocimiento, de teoría, de subjetividad, tanto individual como grupal. Me parece que eso está bueno como propuesta, que es un poco lo que vos decías, cuando sale a la cuestión política, es esa posibilidad. No es ni tomar el feminismo como propio, a caja cerrada, ni la masculinidad patriarcal como tradicionalmente se la define.

* A mí me sigue generando conflicto esta pregunta. Si el feminismo como pensamiento y práctica está tratando de deconstruir las relaciones patriarcales, ¿es necesario construir otro sistema de pensamiento y de práctica que se aleje del feminismo para poder… qué?

Es decir ¿cuál sería el objetivo? Por eso a mí también me pareció débil la forma en que se refiere al patriarcado, incluso en ese párrafo mismo que vos mencionabas, que lo leí, me sonó hasta irónico. Ellos dicen que tal cosa es el poder patriarcal. Me pareció que el poder patriarcal, en términos de cómo lo están leyendo desde determinados lugares, no afirmando que el poder patriarcal es esto. No sé si se entiende, pero mi impresión es que, si estamos pensando en la deconstrucción de las opresiones de género, no sé cuál es el espacio para una reflexión tan distante y tan autónoma, y que, insisto, me parece que remite al feminismo, a un aspecto del feminismo que es bastante bizarro, y que lo está deslegitimando a través de esa simplificación. Pensando en movimientos sociales, en la última página, en la propuesta política, incluso porque parte del debate que hasta las feministas hemos dado, es que el pensamiento y la práctica feminista pueden ejercerse desde distintos cuerpos. Entonces, ¿ahora vamos a decir no, que estos cuerpos hagan su experiencia, y después hablamos?

* Me parece que igual hacen su experiencia.

* Sí, pero a lo que voy es cuál es el objetivo. Si el objetivo es la deconstrucción de las relaciones patriarcales, no sé si esto ayuda, o simplemente es una toma de distancia de la crítica del patriarcado, y de sus relaciones de opresión, que en realidad creo que es un aporte mayor del feminismo al conjunto de relaciones, que la mirada simplificada que se plantea sobre esta experiencia.

* Yo tengo una pregunta específica, queriendo aclarar un poco lo que decías. Me parece que la dimensión de la experiencia y de la subjetividad, de dar lugar a que desde los varones podamos empezar a generar espacios, darle lugar a las experiencias que nos atraviesan, es fundamental. Lo que quizás me hacía ruido, en este sentido, es la consideración que se hace del feminismo, por un hecho básico de hacer lugar a lo que es la lucha histórica contra la violencia de género, por el lugar de las mujeres, de los avances de la teoría feminista en la epistemología... En este sentido me parece que habría que sentar un punto de confluencia, pensar que las masculinidades supongan un desafío subjetivo y particular hacia los varones, pero al mismo tiempo, haga consideraciones de cierta base, al menos teniendo una reconstrucción de aquel feminismo, con el cual podrían confluir las posturas de una masculinidad emancipatorias, no con las radicalizadas que lo niegan desde el vamos. Me parece que es en ese sentido sería importante, a la hora de escribir algo, dar lugar a eso. En relación a esto hago una pregunta: en la página 173 habla del feminismo como reforzando formas de moralismo, y esto de los varones pro- feministas… Creo que es algo muy interesante, porque sucede mucho, esta cosa de que los principios, a veces, suponen un lugar cómodo. Empiezo a hablar como varón deconstruido, a partir de una serie de principios políticos, y mi vida personal y mi situación están totalmente escindidas. Acá dice: “Pero esto de suyo muestra lo poco que hemos entendido el método feminista, pues no se trata de algo que se pueda decidir sólo con la razón. Para empezar, debemos reconocer las tensiones y las contradicciones que hay en la experiencia de los hombres, aun cuando un movimiento de derechos de los hombres se vea en oposición a las reivindicaciones, y a los avances aun endebles que ha realizado el feminismo en los últimos veinte años.” (Seidler, p. 173- 174)

¿Qué está queriendo decir en esta parte? Quizás podría haber avances desde el movimiento… Sigue diciendo: “También podría significar reconocer los peligros de una reacción contra el feminismo que cuestiona la existencia misma de la masculinidad en vez de formas particulares dominantes de masculinidad.” (Seidler, p. 174)

Está aludiendo a ese eje.

* Me quedé pensando en lo que decías de los cuerpos, que ya lo había marcado antes. También habla todo el tiempo de masculinidad como varones, y de feminismo como mujeres, y pareciera definir feminismo como mujeres contra varones. Si los varones tienen un espacio propio para discutir y para encontrarse, disputarían ese espacio, o tiene que ser ajeno. Eso me parece súper esencialista. Yo no creo para nada que el feminismo es eso, y tampoco que la masculinidad tiene este fin. Reconocimos todos que del texto estaba bueno que los hombres se pudieran pensar a sí mismos, pero no de esta forma. Estuve releyendo la parte que vos decías, y definir el feminismo como “lucha endeble de veinte años”, no me gusta un carajo. Y después otras partes, por ejemplo dice: “Sería una tendencia mal recibida en la política sexual, si el feminismo simplemente apoyara la idea de ‘que las mujeres siempre tienen razón’, porque tienen la clara visión de estar subordinadas y oprimidas, y que ‘los hombres siempre están equivocados’. Esto sería simplemente invertir la estructura tradicional, en vez de ponerla en duda. En las relaciones se puede dar curso a esta posición, y opacar el poder que el feminismo ha dado a algunas mujeres durante los últimos veinte años. Los hombres ahora se pueden quedar con la idea de que no son lo ‘suficientemente buenos, de que no tienen la ‘suficiente intimidad’, que no son ‘lo bastante sensibles y atentos’, de manera que si hay dificultades de relación, los hombres les corresponde aceptar que ellos son los responsables y parte del problema, no la solución.” (Seidler, p. 174). A mí me parece re cuadrado.

* Su lectura del feminismo lo vimos como principal problema, ya desde el principio, cuando Diana empezó a hablar. Me parece que ése es el tema que encontramos la mayoría con el texto. Primero, porque parte de una visión casi estigmatizante del feminismo, que concuerda muchas veces con las miradas hegemónicas sobre el feminismo. Es eso, esa mirada simple, que no aclara nunca que está hablando de un tipo de feminismo, un grupo incluso pequeño dentro del feminismo, y eso me parece un problema. Mi primera lectura fue casi de enojo, y después se me pasó eso y me quedé con las otras preguntas, y me propuse que cada vez que decía feminismo, voy a pensar en un tipo de feminismo, se está peleando con un grupo que él conoce de feministas, y lo saldé de ese modo, porque si no, me parece que uno queda prendido de eso. Me parece bien que uno discuta eso, porque eso no tiene nada que ver con el feminismo, el anti- varón, o estas miradas de generar una nueva moralidad. No creo que todas las feministas quieran crear una nueva moral, y más una moral opresiva, con esta ética casi no sexual, cuando niega una erección… No creo que esto sea feminismo.

* Pero hay textos feministas así. Por eso aclaré que él está escribiendo esto en los noventa. Había textos vinculados con la violencia, que hablaban de toda relación heterosexual como una relación violenta, de la penetración como violación... Había textos de este tipo, por eso él está dialogando con un cierto tipo de feminismo anglosajón, radicalizado. El problema es que llame a eso feminismo.

El capítulo anterior habla sobre feminismo, o sea que él va a hacer una definición de dónde está ubicado, no es que arranca esto presuponiendo, porque es un libro, y estamos en el décimo capítulo. O sea, él habló de muchas cosas hasta el momento, y justo el capítulo nueve es sobre feminismo.

Me parece que, en este párrafo que leyeron recién, también está refiriéndose a algo que era una apropiación que hace el feminismo en ese momento, en los noventa, de las teorías de la opresión. La teoría de legitimar la conciencia del oprimido. El oprimido tiene una conciencia genuina, mientras que el opresor no, y entonces, como las mujeres somos oprimidas, nuestra experiencia es una experiencia que puede ser autolegitimada. Hay mucho trabajo sobre las experiencias de las mujeres, usando la idea de la conciencia del oprimido como una idea de conciencia legítima o incluso como una conciencia superior. La mujer, por estar oprimida, tiene que manejar el lenguaje del opresor, pero también maneja su propia visión como oprimida en cuanto a relaciones con otras mujeres. Se habla de esto como una superioridad epistémica, un privilegio epistémico que es manejar el lenguaje del opresor porque tengo que sobrevivir y me tengo que manejar dialogando con el opresor, pedirle plata y todas estas cosas, y también manejo el lenguaje del oprimido, al que opresor no accede. El opresor no necesita saber mi lenguaje o mi visión del mundo, porque él tiene el poder. Yo, en cambio, necesito conocer su visión del mundo, para que no me elimine. Tengo que poder dialogar con ese poder, pero a su vez tengo mi visión del mundo como oprimido, y eso da ese doble registro, da un privilegio epistémico, y una legitimación de la propia experiencia de oprimido.

El capítulo está en diálogo con cosas que estaban en ese momento, y casi veinte años atrás es mucho tiempo en el pensamiento feminista…

* Quería retomar lo que habían planteado Claudia y Melina. Por un lado, lo que decía Claudia en relación a si tenía sentido o no, la revisión de la experiencia desde la masculinidad, y por otro lado, Melina, cuando decías que parecía que hablara de un tipo de mujeres y de un tipo de varones. Yo me di cuenta que entré por otro lado al texto y no me quedé con la cuestión crítica al feminismo. Escucho lo que están diciendo y me parece que es cierto, pero yo entré más bien por el lado de la crítica que él les está haciendo a los varones en relación a los estudios de género y los varones mismos. Pensaba, por lo que vos habías dicho, que cuando vino toda la teoría queer en los noventa, si fue un paso más allá de lo que había planteado el feminismo, y me parece que fue un aporte teórico enorme. En ese sentido me parece que otros sujetos de los que estamos compartiendo, entre en una exploración o en una autoexploración, indudablemente va a ser un aporte. No tengo dudas de que no va a ser para atrás.

Por otra parte, yo iría más allá de lo que plantea él, y me parece que la dimensión de exploración se tiene que plantear para todos los sujetos. Esto de la diversidad que él lo deja medio así, habla de diversos tipos de hombres. Si llevás la experiencia al límite, empiezan las diversidades a multiplicarse enormemente, y no se puede simplificar ni al feminismo. Él está en los noventa y no habla del movimiento queer, que estaba recién apareciendo. Hay para seguir ampliando…

* En el ’94 no estaba todavía muy presente el movimiento queer. Sí el movimiento gay, con una fuerte disputa, porque quien primero empieza a revisar la masculinidad, es el movimiento gay. ¿Qué tipo de masculinidad? Sigo siendo un varón, pero no con la masculinidad tradicional. Es el primer quiebre con la masculinidad, el primer quiebre reflexivo, y es del movimiento gay. Por eso él se pregunta, como heterosexual, si puede, a la vez, recuperar la crítica y quedarme con la heterosexualidad como deseo. Es una pregunta que es legítima.

* Diana, vos que evidentemente conocés bien al autor, ¿sabés cuál fue su trabajo de campo? ¿Qué grupo investigó? En el libro no queda tan claro esto.

* No conozco tan bien al autor, pero él tiene muchos libros publicados. En algunos trabajó con adolescentes escolares, en otro trabajó con comunidades diversas, étnicas. Tiene mucho trabajo de campo hecho, no es solamente un pensamiento especulativo. Es una persona con mucha inquietud, un intelectual decente. Es alguien que escucha con atención y puede llegar a cambiar de posición, lo vi discutir, y esto me pareció una cualidad interesante.

* Me había quedado enganchada con lo que decías vos, en dos momentos diferentes. Creo que encontré un párrafo que por ahí no responda, pero va en la línea de lo que vos planteabas, y que creo que es la preocupación de este autor: “A una construcción racionalista de la masculinidad, mediante la cual los hombres se ven en la posición de tener que probar su masculinidad constantemente frente a una especie de ideal, se le da nueva forma, cuando los hombres tratan de ajustarse para caber en un nuevo molde –aunque éste sea el propuesto por el feminismo- de ‘cómo ha de ser un hombre’.” (Seidler, p. 174)

Me parece que la preocupación sería ésta, la idea de molde. No soy lo que dice el patriarcado, pero tampoco lo que dicen las feministas. Creo que él está intentando que los mismos hombres digan qué son ellos. Esto del encasillamiento es lo que le preocupa.

* Sí, y en el mismo párrafo señala esta cuestión de por qué dice que hay un aspecto moralista en esto. La idea de que los hombres no son aceptables así como son, tienen que cambiar. Esta idea moralista, de tipo religioso, así como sos, no sos aceptable, tenés que forzarte por cambiar, es la misma idea que le va a proponer el feminismo.

Pero quería decir algo sobre lo que decía Sandra, que en todo sujeto puede ser valiosa la propia exploración, el propio contacto con las emociones, y el comprender cómo estamos ubicados en el mundo, en nuestra subjetividad y en las relaciones interpersonales, vos decías como varones o como mujeres. A mí me parece que ahí hay un problema, y es cómo se pasa de establecer el contacto con la propia emocionalidad, a constituir un grupo de pertenencia, un universal que comparta las condiciones a las cuales hace referencia esa subjetividad. Parte de lo que pasa con los estudios queer, es la desagregación en subgrupos, que tienen que ver con establecer subnormativas. Hay una normativa masculina, no nos sentimos acordes con esa normativa, porque no somos varones heterosexuales o porque somos varones homosexuales. Entonces, como varones gay vamos a oponer nuestra propia normativa. Pero somos varones gays que queremos hacer modificaciones en nuestros cuerpos, queremos ser varones transgénero. Entonces, hacemos nuestra propia normativa de los cuerpos travestis, y no somos varones, ni tampoco mujeres, somos travestis. Entonces, hacemos una normativa de cuerpos vinculados con otras subjetividades. Bueno, yo soy travesti pero en realidad quiero hacer un tránsito hacia lo femenino, pero estoy en un pasaje, porque no logré más que ponerme las lolas, cuando yo pueda hacer mi cambio, quiero ser transexual. Entonces, hacemos otra normativa para la transexualidad. Yo exploro mi subjetividad, y lo que voy a encontrar es algo absolutamente singular en cada subjetividad. Exploro mi emocionalidad, y eso siempre es provechoso, el punto es cómo me inserto luego en un lugar de agencia que tenga que ver con las relaciones de poder pasadas en mi género. Porque ese lugar de agencia tiene que ver con establecer un grupo, con poder actuar en función de algo, en función de qué soy. ¿En función de qué actúo? Yo, en lo personal, me involucro en movimientos en los que mi cuerpo no me involucra, porque acá tampoco define. Presupone lo que es un varón y lo que es una mujer, pero no están pensadas las muchas maneras de lo femenino y las muchas maneras de lo masculino, que se van despegando de los cuerpos. Ése es un pensamiento más contemporáneo, que podamos decir: voy a explorar la masculinidad, pero la voy a explorar desde un cuerpo de mujer, que se dice masculina. Esto es algo absolutamente contemporáneo. En ese momento, me parece que no daba la reflexión para tanto, pero sí me parece que es un problema persistente el de, a la vez, poder definir, -no sólo singularmente, sino en estos subgrupos identitarios que se están abriendo- en una identidad que nos hace ser lo que somos, y luego poder actuar en general dentro de un movimiento emancipatorio, por ejemplo el movimiento por la diversidad sexual, o cualquier otro movimiento que tenga que ver con el género.

* Pero ¿la observación de las diferencias impide la acción conjunta, o se llega a acuerdos por objetivos más comunes?

* Pasan las dos cosas. “Yo con vos no me junto, porque no tenés implantes mamarios y yo sí”. Recuerdo una discusión muy fuerte, una vez que me llamaron para ser jurado para la reina del orgullo travesti, a Patricia Walsh y a mí. Entonces, fuimos con varias organizaciones, creo que fue en el año 2000. Es toda una historia, porque por supuesto era en un lugar clausurado, con menores de edad que estaban desnudas, caminando por ahí… todo lo que uno puede imaginar del mundo travesti-. En ese momento se hace la elección de la reina, una especie de desfile, y gana el concurso una travesti de 17 años, que no se había hecho implantes mamarios. Entonces hubo todo un debate durísimo acerca de si se podía o no considerar travesti. No había nadie que hubiera explicitado que para ser travesti había que tener lolas, pero en el momento en que sale como reina del orgullo una adolescente que era toda menudita, que estaba con una cosa de plumas y unas alitas… Era divina, pero no se había hecho implantes mamarios. Nadie había explicitado qué era la condición para ser travesti. Ahí se empezó a poner de manifiesto que no alcanzaba con decir: tengo identidad travesti. No alcanzaba con vestirse como mujer y mantener la genitalidad, sino que había un requisito más, que nunca se había dicho, porque todas lo compartían: todas se habían hechos sus implantes, menos ella. Justo sale de reina, entonces se pone en el foco de la atención si ella podía o no integrarse dentro del grupo de las travestis. Para mí fue muy revelador eso. Fue revelador de cómo se van conformando normativas, ante ser excluidas de ciertas identidades, se configura una nueva normativa, pero esta normativa también excluye. Es decir, esa adolescente travesti que no se había puesto sus implantes mamarios, ¿qué era?

Las travestis no la aceptaban, los gays no la aceptaban, las transexuales no la aceptaban…

¡Pero era la reina! ¿Pero la reina de qué? ¿De qué clase de orgullo?

Es muy interesante el hecho de que, por un lado, el travestismo reclamara que querían definir su propia identidad, y yo acompañé mucho ese proceso desde hace mucho tiempo. Decir: quiero definir mi propia identidad, no quiero ni que me pongan en el casillero de varones, ni en el casillero de mujeres. Quiero definir mi propia identidad, quiero tener esa autonomía. Exploro mi identidad y no me encuentro a gusto en ningún lado. Mi cuerpo lo construyo como un cuerpo identitario que va a interpelar la dicotomía de los cuerpos, porque yo quiero mantener mi genitalidad y quiero expresarme como mujer, -en caso de que sean travestis de varón a mujer-.

Entonces, era muy interesante ver todo ese trabajo, y a la vez la expulsión cuando de golpe apareció un rasgo que produjo este debate: ¿la vamos a aceptar o no la vamos a aceptar? Y si no la aceptamos, queda en un no- lugar un sujeto que no tenía todavía nombre su identidad. La identidad de quien mantiene su genitalidad, no se pone implantes mamarios, pero expresa un género distinto al de la genitalidad. Es decir, cada uno va a explicitar una serie de notas, y en una de esas notas va a quedar muy discordante, y aparece el germen de una nueva, en términos de nueva definición identitaria. Siempre va a haber sujetos fuera de norma. Siempre. Por eso el tema de la disidencia, no de la diferencia.

* A mí, lo que me hizo un poco de ruido en el texto, es cuando habla de lo propio de los hombres, y de definir la propia subjetividad de los hombres, siento como si enfrentara la cuestión del feminismo con una mirada desde los hombres. Me parece que no hay por qué ambas posiciones, y que se puede hacer una definición conjunta. Es más, en un momento habla sobre que el feminismo pide a los hombres que revisen su responsabilidad respecto a la violencia, y que a los hombres puede interesarles esto, pero de otra manera. Me parece que, al fin y al cabo, el objetivo primordial sería eliminar las opresiones de género, y eso incluye hombres y mujeres, y que no hay por qué enfrentar estas dos posiciones. Se puede redefinir, o definir conjuntamente las prácticas de todos los géneros.

* A partir de la consideración que había hecho Sandra, de quizás no entrar necesariamente por el eje de la crítica al feminismo y la concepción del feminismo, me parece que esto, que tiene que ver con el proceso de individuación, de autodefinición y de reconsiderar la experiencia personal, quizás también podría estar un poco mejor explicitado. En determinado pasaje hace alusión de cómo la psicoterapia posibilita estos procesos, pero asumiendo que los varones históricamente hemos estado alejados de todo el proceso de empatía, y que entonces no se puede dar por hecho que empecemos a hacerlo. Lo que vos preguntabas hoy en un momento, da por hecho que esto es posible, y por ahí propone detenernos, ver el cómo. Él hace mucho eje en qué es lo que hay que hacer, pero en el cómo no tanto. Me pregunto si está en algún momento, o si hay que pensarlo un poco más de cómo hacemos los varones para involucrarnos con nuestros sentimientos, de los cuales estamos tan lejos para entendernos. Plantea alguna meta, pero no sé si profundiza en el cómo.

* A riesgo de ser molesta e insistir, pero a ver… La polémica con un grupo de feministas no justificar descalificar a los elementos sustanciales de la teoría. De la misma manera de decir que la polémica con un grupo de marxistas y su práctica, no nos tendría que hacer obviar el análisis de las relaciones de explotación. Acá, creo que el aporte en términos teóricos -que es lo que yo siento que está descalificado- es la caracterización de las relaciones de opresión. También digo que, a mi entender, no fueron superadas esas miradas del feminismo en cuanto a la opresión de género, ni siquiera por la mirada queer. Sí creo que se multiplican las políticas de identidad, la posibilidad de interpretar las identidades desde distintos sujetos, así como una mirada anticolonial desde distintas expresiones identitarias. Pero eso no nos quita la posibilidad de pensar el colonialismo como un sistema de opresión, y que han sido determinados pensamientos que aportaron en ese sentido. Entonces, si yo discuto –para dar un ejemplo en ese sentido- con Quijano, porque no consideró, tal vez, la mirada de las mujeres dentro de las prácticas coloniales, no quito el aporte básico que ha hecho Quijano a una lectura del colonialismo en América. Yo creo que lo que se está perdiendo en el debate con un grupo, es lo conceptual. No estoy cuestionando si es legítimo o no dar estos debates, porque hacia dentro del feminismo hemos dado y seguiremos dando miles de debates contra esencialismos, contra distintas cosas. A mí me parece que teóricamente se pierde, pero también políticamente, en la posibilidad de un movimiento emancipatorio de mayor potencia. La mirada de la experiencia desde el cuerpo y desde la vivencia de los hombres, yo creo que puede ser un importantísimo aporte, en la medida en que se parta desde lo que ya tenemos trabajado en deconstrucción de relaciones patriarcales. Yo insisto en eso, porque me parece que hace a una forma que dice: ahora vamos a trabajar las relaciones de identidad, como decías vos, de tal o cual grupo o colectivo, o tal otra identidad, y es como empezar de nuevo y perder de vista… Las lesbianas, las travestis, los travestis y las trans, no estaría bueno que pierdan, o que perdamos la mirada general sobre el patriarcado como fundante de las relaciones de opresión. En ese sentido digo que el movimiento masculino –y tampoco creo que existe así hoy, todavía, y eso está escrito hace veinte años, pero tampoco ahora, a pesar de que ha habido un recorrido, existe con esa potencia- en la búsqueda del alejamiento, cuando ni siquiera existe esta potencia, y pregunto: ¿emanciparse de qué los hombres? ¿De las relaciones de opresión de quién? Es en relación a la masculinidad hegemónica. Yo entiendo que va por ahí, está claro. Pero eso es muy importante marcarlo, y el lugar de la masculinidad en el sistema patriarcal. Entonces, eso demarca el campo de alianzas, también. Digo eso, porque me parece que es lo que se empieza a diluir en el debate con un grupo, que puede ser legítimo. Yo entiendo esa parte que está discutiendo, incluso separa lo que es el debate en Inglaterra y en Estados Unidos. Pero conceptualmente y en general, me parece que muchas veces nos pasa eso, en la discusión con un grupo de feministas de acá o allá, con la radicalidad… Incluso, el feminismo radical, ¿qué es? ¿A quién nos referimos con eso? ¿Al hembrismo? Porque creo que en parte se está asociando a eso. Por eso insisto, me parece que estamos perdiendo lo conceptual de ese aporte.

* Primero quiero pedir disculpas porque llegué tarde, muy tarde. Lo que yo sentí es que el contexto nuestro es tan distinto al contexto en que fue hecho este texto y desde donde habla, que siento que la mayoría de las críticas se basan en eso. Acá al final dice: “Estas pautas no son exclusivas de los hombres y han de ser especificadas claramente en relación con la clase, la raza, la etnia, la edad y la preferencia sexual.” (Seidler, p. 177. Pero en realidad está hablando de hombres estadounidenses blancos y protestantes. Me pregunto de qué manera podemos pensar el texto, siendo que nuestro contexto es tan distinto y siendo que estos hombres que la pasan mal por los aportes feministas y su relación con el feminismo acá no existen, o serán muy pocos.

* Siento que estamos en contextos tan distintos que es difícil incluso pensar de qué manera el texto nos habla, de qué manera nos interroga. Estaba escuchando, y todo el mundo tenía un punto que criticarle al texto, y siento que es por eso. Sentía que es tan lejano que todo el mundo tenía sus críticas, y es bastante distinto a los demás, que habla de cosas más generales y no critican tanto un cierto feminismo, o un cierto hombre en sí. Como eran más amplios, tal vez los pudimos trabajar mejor.

* Iba a proponer que viéramos cachitos que nos hubieran llamado la atención del texto, porque no estamos respetando mucho la consigna de referirnos al texto con nuestras intervenciones. Yo iba a tomar algo en relación a la psicoterapia: “Parte de lo que es necesario cuestionar es la presión que sienten los hombres de tener que adecuar su comportamiento a reglas y definiciones externas. Algunos tipos de psicoterapia pueden contribuir a abrir la posibilidad de que se realice este tipo de investigación mediante la validación de una exploración de las necesidades emocionales, los valores y los deseos. Estas formas de psicoterapia reconocen hasta qué punto la cultura racionalista se interpone en el camino de la individuación y de la autodefinición de los hombres; dicha cultura ha fomentado sus propias formas de eliminación cuando el hombre ha sentido la necesidad de definirse usando criterios externos para evitar que se ponga en duda su propia masculinidad. Parte de la herencia tradicional es que los hombres nunca pueden dar por sentada su masculinidad, la cual siempre tiene que probarse o defenderse.” (Seidler, p.176)

Es decir, los hombres nacen con un yo idealista, al lado de masculinidad, y todo el tiempo tienen que estar justificando que ellos son hombres, y cómo se atienen a los rasgos de esa masculinidad predominante. La psicoterapia apela justamente a las cosas que esta misma cultura patriarcal no alienta en los varones: los valores, los deseos y las emociones. La psicoterapia puede resolver en un varón individual su angustia por su propia definición personal, y evitar lo que sería una falsa conciencia, -aunque él nunca habla de falsa conciencia, pero sería una falsa conciencia- que es decir: yo no me voy a atener a la definición que el patriarcado hace de mí, pero ya que están estas chicas feministas que dicen que soy esto, voy a quedar bien con ellas. Es el otro aspecto que menciona en la página anterior:

“La lógica moral de esta posición se puede reforzar con la idea de que el hombre es el causante de la subordinación de la mujer, y de su desdicha y opresión. Este es un asunto complejo, porque en una cultura de moral liberal que ha sido influida profundamente por el feminismo es fácil que algunos hombres adopten esta concepción de sí mismos, después de haber sido educados para sentir que son ‘malos’.” Sociedad liberal, anglosajona, protestante, etc.

“O sea que existe la tendencia por parte de los hombres a hacer cosas para complacer o aplacar a sus compañeras, a sentirse en cierto sentido responsables de que sean menos desdichadas. (…) Aunque no cabe duda de que es verdad que los hombres suelen presionar a sus compañeras con la misma atmósfera que difunden, es importante reconocer la pobreza de nuestro aprendizaje como hombres, cuando se trata de establecer contacto y comunicación con otros. Aprendemos a aceptar el aislamiento y la soledad como si esto fuera prueba de nuestra dignidad y nuestra autoestima como hombres” (Seidler, p. 175)

Por eso va a pensar en la psicoterapia, porque él piensa que un hombre individualmente no va a ser capaz de hacer este camino como las mujeres sí. ¿Por qué las mujeres pudimos hacer en el feminismo, lo que los hombres no pueden hacer con la masculinidad? Porque nosotras estamos entrenadas para hablar de nuestras emociones, para ser responsables de ellas, para explorar nuestros deseos, para comunicarlos. Por lo tanto, lo difícil fue encontrar el espacio de encuentro con otras mujeres, porque cada una estaba encerrada en su casa, entonces fue difícil encontrar estos grupos que nos permitían salir y juntarnos. Pero una vez que nos empezamos a juntar, espontáneamente empezamos a hablar de nuestras emociones, de nuestros deseos, y encontrar factores comunes. Se pasó de la conciencia individual a la conciencia colectiva fácilmente, porque nosotras comunicamos nuestras emociones. Los varones, no basta con que hagan esta introspección, aún cuando pudieron conectarse con su emoción, cuando se encuentran con otro varón, no le van a decir nada de que están reflexionando, porque se angustian… Van a tratar de probar que ellos son tan varones como el otro, porque si no, va a quedar en duda su masculinidad. Por lo tanto, aunque tengan espacios en que comparten, van a hablar de fútbol, política. Van a hablar de otras cosas, no van a hablar de sus emociones. Por lo tanto, constituir un colectivo para los varones no es como fue para nosotras en los ’60 constituir un colectivo del feminismo. La vía que él encuentra es volver sobre la conciencia individual, la psicoterapia. Ahora, la psicoterapia es usar a un tercero, para conectarme con mi propia conciencia, con mis propios deseos. Como no puedo solo hacer la reflexión, un tercero me ayuda a llegar, por una vía indirecta, a reconocer mis emociones, y una vez que las reconocí, tendría que aprender a expresarlas. Y una vez que aprendí a expresarlas, tendría que poder hacerlo sin poner en riesgo mi masculinidad, en un grupo de varones que están en la misma búsqueda. Una vez que esto ocurrió, tendríamos que acordar que además, queremos hacer esto dentro de un movimiento emancipatorio no patriarcal, o antipatriarcal.

* A mí personalmente no me gustó el lugar en el que pone la psicoterapia. No le da la misma fuerza, la misma validación que a otro tipo de trabajo, en unirse a otros, en hacer un movimiento, trabajar sobre algunas cuestiones sociales. Aparte dice “algunos tipos de terapia”. Me quedó también la duda, porque está suponiendo que no todas.

* Y no, una terapia conductista por ejemplo, no te va a hacer reflexionar sobre tus emociones.

* Me quedé pensando, a partir de lo que leíste y lo que ella había dicho de la dificultad de los varones para organizarse, que además de entrar en crisis su propia masculinidad, mostrarse vulnerables y demás asociado a la emoción, me hizo acordar al primer texto que leímos, de Connel. Ella hablaba de que los hombres ocupamos una posición de poder, entonces es más difícil ponerte en crisis, cuando vos estás gozando de ese poder. Creo que no es solamente el tema de la vulnerabilidad, sino también la pregunta de por qué te vas a movilizar, si estás gozando privilegios.

* Yo estaba pensando, cuando ella hablaba, ¿para qué lo van a hacer? Porque lo único que dice el autor es: “para que tu compañera no te diga cómo es el feminismo, para que la compañera no te diga cómo tenés que cuidar a los pibes”. O sea, solamente para tener criterios propios, como si de verdad fuéramos las mujeres las que marcamos como son las cosas. Yo me preguntaba ¿para qué?

* Si volvíamos al texto de Connel o al que le siguió, hacían una relación entre poder y dolor, que era lo que suponía la necesidad de una emancipación. Paso el chivo, ya que estamos a 16 años después, hoy, desde el Colectivo de Varones Antipatriarcales, una práctica que es colectiva, y que supone, quizá, una interpelación en una instancia grupal, son lógicas más de la pedagogía del oprimido –cuán oprimidos somos, no sé, es la pregunta también- o de psicodrama. Lo que hacemos es una instancia de trabajo colectivo, en la que buscamos tratar de ir generando poder volcar sensaciones, sentimientos y deseos, pero colectivamente. Entonces, son experiencias interesantes que salen de la idea de la instancia de terapia como algo meramente individual.

* En el mismo párrafo que mencionaba recién Diana, también decía esta afirmación: “en una cultura de moral liberal que ha sido influida profundamente por el feminismo” (Seidler, p. 175)

¡Me sorprende la mirada! Es decir, creo que la cultura liberal realmente lo que ha hecho es reforzar todos los aspectos de opresión, y que no ha sido influida profundamente por el feminismo, y no es una cultura emancipatoria. Nada de esto, entonces me re sorprendí cuando leí esto. Fue como una buena noticia, pero no le creí, para nada.

* Yo quería preguntar sobre un párrafo que no comprendí: “Pero esto sirve también como una advertencia contra el pensamiento de que las ‘tesis especulativas’ de la teoría feminista se pueden contrastar de algún modo con las tesis causales que parecen plantear, por ejemplo, en el caso de los efectos de la pornografía en los valores y en la conducta de los hombres. Esto implicaría que los estudios del hombre adoptaran una metodología positivista refinada pensando que es neutral y que brinda una base segura desde la que se pueden evaluar las tesis feministas.” (Seidler, p. 180)

* Él todo el tiempo está discutiendo con el racionalismo universalista de la modernidad. Entonces, lo que dice es que, en cierto modo, la teoría feminista –y toma justo el tema de la pornografía como uno de los temas en los que el feminismo se vuelve conservador-. Es una de las crisis que recibió el feminismo de los noventa. Buena parte del feminismo de los ’90 empezó a coincidir, en la lucha contra la prostitución, la pornografía, contra cierta forma de la sexualidad, con las posturas conservadoras, y esto genera una tensión. Entonces, si el feminismo teórico presenta consecuencias que permitirían ver una relación causal, es decir, una relación donde yo observo la causa y observo el efecto. Por ejemplo, en las teorías con respecto a la pornografía, decir que los varones consumen pornografía, y tienen unas prácticas sexuales depredadoras del cuerpo de las mujeres. Establezco teóricamente una relación causal entre esto: es porque consumen pornografía que establecen este tipo de vínculo depredador con los cuerpos de las mujeres que se muestra en la pornografía, pero también se demuestra después en la conducta sexual de los varones. Yo puedo suponer, -dice él- haciéndome cargo de esta relación causal, que estoy involucrado en una práctica que puedo observar de una manera neutral. Es decir, se dice que acá está esta causa, acá ese efecto, y desde ninguna parte se está diciendo esto, sino que es meramente observable. Observo como los varones consumen pornografía, observo cuáles son sus conductas sexuales, observo qué pasa cuánto más pornografía consumen, qué tipo de pornografía consumen, qué tipo de prácticas tienen los que no consumen pornografía… Entonces parece que yo estoy haciendo una observación científica neutral desde ninguna teoría, desde ninguna parte. Él va a decir que esto es una ilusión, que en realidad siempre, aún el pensamiento feminista, está impregnando de interpretación aquello que escribe, aquello que observa y aún aquello que presenta como dato para poder corroborar su propia teoría.

Está dentro de la crítica general que él hace, de muchas maneras vuelve a hacer este tipo de crítica, en todo el libro. La crítica a la neutralidad valorativa que pueda tener una mirada científica, una mirada racional, una mirada neutral, una mirada universal, una mirada omnisciente, con un sujeto que no tiene ningún tipo de orientación en su descripción del mundo, etc. Lo que va a decir es que no es que el feminismo se va a salir de esta mirada neutral del racionalismo, para ir a una verdad, sino, para ir a otra mirada, que es la mirada del feminismo. Por lo tanto, como varones no tenemos por qué hacernos cargo, habría que construir la propia mirada, salir del patriarcado por otra vía.



[1] Victor Seidler, "La Masculinidad", cap 10 de La sinrazón masculina. Masculinidad y teoría social, Paidós/UNAM, México 2000 (original  Londres 1994)
 

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