Conclusiones del grupo de
Tertulia de la Universidad de Extremandura sobre el texto de Seidler (2000): "La
masculinidad"
en La sinrazón masculina.
Masculinidad y teoría social,
PUEG-UNAM-Editorial Paidós
Mexicana, S. A, México, D. F., (pp. 167-180).
Universidad de Extremadura.
Antes de empezar a debatir,
aportamos una idea general del texto. Casi todas las personas participantes
coincidimos en que es bastante probable que la traducción del texto tenga
algunos fallos, pues hay partes que no se entienden bien.
Según el autor, la dominación
masculina proviene de la herencia de la Ilustración, en la que el pensamiento
de los hombres aparecía como una voz “iluminada” por la razón (la Razón,
personificada), de manera objetiva y se suponía respetaba todo, voz
impersonalizada de la “autoridad”.
El hombre ha vivido sin necesidades
emocionales, obviándolas. Esa parte de su personalidad recaía en la explicación
que la mujer le daba (en parejas hetero). Hombre-mujer, Trabajo-Casa, Esfera
pública – Esfera privada. Feminismo trata de explicar la experiencia de los
hombres: “todos son violadores en potencia”. Basándose en esto, aparece el
pensamiento de que todos los hombres están dominados por una fuerza animal que
necesitan domar a través de la Razón. Esto les da a las mujeres una
superioridad moral, ya que son ellas las que controlan la parte emocional por
encima de lo que lo hacen los hombres. Resultado: el hombre oculta emociones y
piensa que es la raíz de los problemas en sus relaciones. No hay duda de que la
masculinidad hegemónica ha castrado emocionalmente a los hombres, volviéndoles
unos “autistas emocionales”. Sin embargo, consideramos poco acertado el ataque
al feminismo radical, poniendo en su boca la expresión de que “todos los
hombres son violadores potenciales”, simplificándoles a impulsos animales no
controlables. Esto tiende a reforzar visión negativa de la masculinidad, idea
proveniente de la tradición protestante. El hombre apoya ese feminismo radical bajo la
premisa “mamá es la que sabe”, negándole credibilidad a su propia experiencia
Seidler señala la importancia
de la implementación de la experiencia de los hombres en el feminismo,
incidiendo en la importancia de la heterogeneidad de los hombres, que no debe
incluirse en el mismo concepto de masculinidad.
Coincidimos con el autor en la
necesidad de que sea el hombre individual quien tome conciencia de la
situación, y no se responsabilice sólo a la sociedad, pues el autor señala que
los hombres no están acostumbrados a responsabilizarse de sus vidas, porque lo
han hecho por ellos en primer lugar sus madres y luego sus compañeras. Esta es
una muestra más del autismo emocional con el que se encuentran.
Se nos plantean dudas: ¿Terapias
como forma de acabar con una masculinidad hegemónica? ¿Es la sexualidad del
hombre un problema que deba tratarse como una enfermedad mental? Algunas
personas participantes no entienden bien el significado de la frase “todo esto
se niega si insistimos en descartar automáticamente los propios relatos que
hacen los hombres de su experiencia y en decir que en realidad los hombres son
siempre violadores en potencia”. Creemos que a lo que se refiere es que a los
hombres tienen una visión distorsionada acerca de su realidad como tales, pues
no coinciden muchas veces la concepción heredad y aprendida de su masculinidad
con la que realmente se siente como tal y se experimenta.
Existe además, una paradoja en
la idea de que los hombres aprendan a asumir responsabilidades por otros proveyendo
sustento económico antes que asumir responsabilidades emocionales.
Negar sentimientos negativos y
emociones inaceptables pude ser peligroso, pues puede negar la responsabilidad
en zonas difíciles del sentimiento en relación con las mujeres.
Aparece la discusión sobre la
definición de hombres profeministas, hombres igualitarios, hombres feministas…
Quizá el tema es que tanto hombres como mujeres deben acceder a trabajar en
estudios de género, desde el punto de vista del feminismo, los estudios de masculinidad,
estudios gays, lesbianas, trans….
Por último, creemos erróneo
afirmar que existe algo negativo o malo intrínseco a la masculinidad, pues
niega la posibilidad de transformación, ya que solo quedaría salir de la
masculinidad para ser moralmente aceptable.
Señalamos dos párrafos importantes del texto:
“Así que el cambio del hombre tendrá que formar parte de un movimiento
por el cambio que transforme la organización de los poderes institucionales y
de las formas de las relaciones personales. Por eso lo “micro” no se puede
separar de lo “macro” ni tampoco se puede reducir lo uno a lo otro”
“Un estudio de los hombres y de la masculinidad producirá sus propias
preocupaciones metodológicas; estas cuestiones no siempre coincidirán con la
teoría feminista y tampoco podemos decir de antemano cuáles podrían ser. No
pueden ser juzgadas de acuerdo con los criterios feministas preexistentes, pero
sí están firmemente basadas también profundizarán nuestra comprensión de las
fuentes de opresión y subordinación de la mujer. Asimismo esclarecerán las
condiciones y las posibilidades de concepciones cambiantes de la masculinidad,
cuando no también de las condiciones para la “liberación” del hombre”
No hay comentarios:
Publicar un comentario