martes, 19 de marzo de 2013

Conclusiones del texto de Seildler del Grupo de Tertulia de la Universidad de Extremadura


Conclusiones del grupo de Tertulia de la Universidad de Extremandura sobre el texto de Seidler (2000): "La masculinidad"

en La sinrazón masculina. Masculinidad y teoría social,

PUEG-UNAM-Editorial Paidós Mexicana, S. A, México, D. F., (pp. 167-180).
 
Universidad de Extremadura.

Antes de empezar a debatir, aportamos una idea general del texto. Casi todas las personas participantes coincidimos en que es bastante probable que la traducción del texto tenga algunos fallos, pues hay partes que no se entienden bien.

Según el autor, la dominación masculina proviene de la herencia de la Ilustración, en la que el pensamiento de los hombres aparecía como una voz “iluminada” por la razón (la Razón, personificada), de manera objetiva y se suponía respetaba todo, voz impersonalizada de la “autoridad”.

 El hombre ha vivido sin necesidades emocionales, obviándolas. Esa parte de su personalidad recaía en la explicación que la mujer le daba (en parejas hetero). Hombre-mujer, Trabajo-Casa, Esfera pública – Esfera privada. Feminismo trata de explicar la experiencia de los hombres: “todos son violadores en potencia”. Basándose en esto, aparece el pensamiento de que todos los hombres están dominados por una fuerza animal que necesitan domar a través de la Razón. Esto les da a las mujeres una superioridad moral, ya que son ellas las que controlan la parte emocional por encima de lo que lo hacen los hombres. Resultado: el hombre oculta emociones y piensa que es la raíz de los problemas en sus relaciones. No hay duda de que la masculinidad hegemónica ha castrado emocionalmente a los hombres, volviéndoles unos “autistas emocionales”. Sin embargo, consideramos poco acertado el ataque al feminismo radical, poniendo en su boca la expresión de que “todos los hombres son violadores potenciales”, simplificándoles a impulsos animales no controlables. Esto tiende a reforzar visión negativa de la masculinidad, idea proveniente de la tradición protestante.  El hombre apoya ese feminismo radical bajo la premisa “mamá es la que sabe”, negándole credibilidad a su propia experiencia

Seidler señala la importancia de la implementación de la experiencia de los hombres en el feminismo, incidiendo en la importancia de la heterogeneidad de los hombres, que no debe incluirse en el mismo concepto de masculinidad.

Coincidimos con el autor en la necesidad de que sea el hombre individual quien tome conciencia de la situación, y no se responsabilice sólo a la sociedad, pues el autor señala que los hombres no están acostumbrados a responsabilizarse de sus vidas, porque lo han hecho por ellos en primer lugar sus madres y luego sus compañeras. Esta es una muestra más del autismo emocional con el que se encuentran.

Se nos plantean dudas: ¿Terapias como forma de acabar con una masculinidad hegemónica? ¿Es la sexualidad del hombre un problema que deba tratarse como una enfermedad mental? Algunas personas participantes no entienden bien el significado de la frase “todo esto se niega si insistimos en descartar automáticamente los propios relatos que hacen los hombres de su experiencia y en decir que en realidad los hombres son siempre violadores en potencia”. Creemos que a lo que se refiere es que a los hombres tienen una visión distorsionada acerca de su realidad como tales, pues no coinciden muchas veces la concepción heredad y aprendida de su masculinidad con la que realmente se siente como tal y se experimenta.

Existe además, una paradoja en la idea de que los hombres aprendan a asumir responsabilidades por otros proveyendo sustento económico antes que asumir responsabilidades emocionales.

Negar sentimientos negativos y emociones inaceptables pude ser peligroso, pues puede negar la responsabilidad en zonas difíciles del sentimiento en relación con las mujeres.

Aparece la discusión sobre la definición de hombres profeministas, hombres igualitarios, hombres feministas… Quizá el tema es que tanto hombres como mujeres deben acceder a trabajar en estudios de género, desde el punto de vista del feminismo, los estudios de masculinidad, estudios gays, lesbianas, trans….

Por último, creemos erróneo afirmar que existe algo negativo o malo intrínseco a la masculinidad, pues niega la posibilidad de transformación, ya que solo quedaría salir de la masculinidad para ser moralmente aceptable.

Señalamos dos párrafos importantes del texto:

Así que el cambio del hombre tendrá que formar parte de un movimiento por el cambio que transforme la organización de los poderes institucionales y de las formas de las relaciones personales. Por eso lo “micro” no se puede separar de lo “macro” ni tampoco se puede reducir lo uno a lo otro

Un estudio de los hombres y de la masculinidad producirá sus propias preocupaciones metodológicas; estas cuestiones no siempre coincidirán con la teoría feminista y tampoco podemos decir de antemano cuáles podrían ser. No pueden ser juzgadas de acuerdo con los criterios feministas preexistentes, pero sí están firmemente basadas también profundizarán nuestra comprensión de las fuentes de opresión y subordinación de la mujer. Asimismo esclarecerán las condiciones y las posibilidades de concepciones cambiantes de la masculinidad, cuando no también de las condiciones para la “liberación” del hombre

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